Capítulo 2
Encuentros inesperados y algo más
Narra Melu:
Detrás del volante camino a la casa de mis padres me reclamé mentalmente muchas de mis decisiones, la principal fue casarme tan joven. Habia estado casi diez años con Martin, era todo lo que conocía y nunca lo vi venir, siempre se habia comportado como un hombre sereno. Lo único que agradecia era no haberme alejado de mis amigos por mi relación, si los hubiese perdidos a ellos también jamás me lo habría perdonado.
Estaciono el auto, observando la casa en la que crecí. Las paredes blancas y pulcras como le gustaban a mi madre. El jardín principal estaba podado perfectamente, con algunas decoraciones y un camino estrecho de piedras que me acompañaban hasta la puerta de entrada. Toqué dos veces, por educación ya que aun guardaba mi llave en el bolso. Una mucama me atendió con una sonrisa, invitandome a pasar.
-Su madre esta en el área de la piscina- informo. Le agradecí y caminé siguiendo su dirección.
-Hola madre- dije saludandola, su mirada me advertía que ya me esperaba- ¿Cómo estás?
-Mejor que tu, al parecer-. Me estudiaba cuidadosamente, tanto que me daba miedo dar un paso en falso-. Siéntate, tienes mucho que contarme.
-Mamá, por favor deja de meterte en mi vida- me queje.
-No, Melissa. No eres una niña pequeña, pero te comportas cómo una- reprocho-. Seguramente por eso tu esposo te dejó.
Auch. Me dolió más el comentario por venir de mi madre que por el comentario en si. Me tragué el nudo en la garganta, dándome cuenta de que fue un error venir, limpié disimuladamente la lágrima que se me escapó y me levanté, dispuesta a irme.
-¿Qué crees que haces? -inquirio, frunciendo el ceño.
-Me voy. Si es tu opinión la respeto, pero no me voy a quedar aqui para escuchar tu reproche- me despedí y sin esperar respuesta literalmente corrí a la salida.
Ya habia anochecido cuando llegué al departamento, pero no era tan tarde cómo lo hacia de costumbre. Del departamento que quedaba frente al mio venia saliendo una pareja, me parecían conocidos pero no me quedaria a averiguarlo. Abri la puerta para entrar, sin embargo una voz me llamó.
-¿Melissa?-. Mis ojos se abrieron con sorpresa.
-Pablo- murmuré, me parecía mentira que estuviera allí, parado frente a mi -¿Qué haces aqui?- pregunté molesta. ¿Era obra de Martín? ¿Mandar a su hermano? Nunca me iba a dejar en paz.
-Vivo aquí, pero ¿Qué haces tu aquí? -.Esto no me estaba gustando para nada.
-También vivo aquí...
-¿Desde cuando? ¿Martín también está aqui?
¿Qué? ¿Puedo creer que él no sabe nada? Imposible.
-No, solo yo- respondí.
-¿Sucedió algo entre ustedes?- guardé silencio, que se volvió un momento incómodo -. Oye, estas cosas no se hablan en el pasillo, te invito a pasar y te preparo un café.
Evalué mis opciones, podría contarle todas las cosas que había pasado y capaz nunca crea que su hermano hizo eso, seria luchar en contra del enemigo y ya por ese dia no me quedaban más fuerzas. Sabia de primera mano que Martín y Pablo no eran hermanos unidos, sólo se veían en fiestas familiares y ocasiones verdaderamente importantes, pero eso no me garantizaba que me fuese a creer a mi por encima de una persona que compartia su sangre,
-Esta vez paso, debo levantarme mañana temprano para ir a trabajar, pero muchas gracias por la oferta, Nos vemos.
Y esa soy yo, huyendo de la situación. Para ser franca esa noche no dormí, mis ojos permanecieron abiertos por más que luché por cerrarlos, mi cerebro no se desconectó jamás y me di cuenta de que si fue asi solo por cruzarme con su hermano, que sería de mi si lo veo en persona. A la mañana siguiente tomé una importante decisión: Ir al psicólogo, y no porque creyera que estaba loca, sino porque habían muchas cosas en mi corazón que sanar.
Narra Pablo:
La actitud de Melissa me sorprendió muchísimo, la forma en la que se fue huyendo de mi encendió muchas alertas, que sólo se apagarían con respuestas. Ingresé de nuevo al departamento y tomé mi teléfono, buscando un nombre en particular en la agenda, al encontrarlo le marqué.
-Hermano, que sorpresa. ¿A qué se debe este honor?- Martín respondió mejor de lo que esperaba, parecía de buen humor.
-Queria saber de ti, del negocio- menti- ¿Cómo va?
-Excelente, aunque me preocupa un poco tu pronto interés- expresó serio, Martín no mentía. En los años que tenía en el negocio de nuestro padre había aprendido a no tocar dónde no me llaman -. ¿Vendrás a reclamar tu parte?
-Claro que no, mientras más lejos este de eso mejor-. Él sabía que era sincero-. ¿Tu esposa? ¿Cómo está?
-Ahora si me preocupaste, hermano. ¿Desde cuándo te interesa mi matrimonio?
-Tranquilo, sólo quiero saber cómo estás.
-Entiendo, pues nos divorciamos- soltó sin más, pude notar que no quedaba ni una pizca de sentimiento allí -. Melissa decidió dejarme y se fue con otro.
¿La Melissa que acababa de ver? No podía creerlo.
-Siento mucho escuchar eso, sabes que aunque no parezca, estoy aquí para ti.
-No hace falta- respondió -. Estoy mejor que nunca.
Una voz al fondo, claramente de una dama se escuchó: Amor vuelve a la cama. Y él respondió que ya iba.
-Bien hermano, nos vemos. Estoy atendiendo unos asuntos pendientes.
Si lo imaginaba.
-Esta bien, cualquier cosa no dudes en llamar.
Y así finalizó nuestra plática. Martín y yo nunca habíamos sido unidos, teníamos metas y sueños diferentes desde que éramos muy pequeños, aunque nos criamos juntos, parecíamos vecinos, cada uno en su mundo. Mi padre siempre quiso que fuese yo quien dirigiera la compañía familiar, pero dos años en la escuela de administración me demostraron que esa no era mi vocación y una noche en el teatro me hizo darme cuenta de lo que realmente quería: dirigir.
Al siguiente día, me levanté muy temprano. Tomé café, me preparé un sándwich y después de ducharme, vestirme y perfumarme, salí listo para trabajar. Intenté ver si mi vecina seguía en casa, sin embargo su auto ya no estaba. Me gustaba caminar, sentirme un alma libre y por eso decidí caminar hasta el teatro, mi lugar de trabajo cómo guionista. Estábamos trabajando en una nueva obra, todos nos hallabamos emocionados por mostrarla al mundo, pero aún faltaban muchos arreglos por hacer. Don Alfredo era mi jefe, un hombre bastante sabio y un poco testarudo. Ya se encontraba dirigiendo a las mujeres que comprendían la obra, se colocó las manos en la cabeza y gritó: ¡No puedo más! Me impresiones al verlo, estaba realmente molesto.
-Don Alfredo, ¿Qué sucede? -me acerqué a él, negó con la cabeza.
-Estas mujeres, arruinarán toda la obra- exclamó -. Tengo que pensar en algo- murmuró y cinco segundos después sus ojos se iluminaron-. Debo hacer audiciones, unas abiertas al público. Necesito algo nuevo, novedoso, que no se haya visto antes.
Siguió hablando consigo mismo y se alejó de mi, no sólo había drama en las escenas, en nuestra vida diaria junto a Don Alfredo también. Sonreí, al verlo nuevamente contento. Una voz femenina me habló desde atrás, haciéndome voltear para verla mejor.
-Te ves mejor cuando sonríes, hace un tiempo que no te veía hacerlo.
-Estoy aprendiendo a vivir mejor, Wendy- dije en tono seductor. Seguía molesto con Sabrina por lo que hizo, aunque podía entender que ya no estábamos juntos y tenía el derecho de hacer lo que quisiera. Luego me sentí mal por Wendy, que seguramente merecía algo más que pagar mi molestia, así que decidí frenar todo el juego que se estaba cocinando desde hace unos días-. También eres hermosa-. Lo había dicho sin pensar, realmente eso tendría que haber quedado en mi mente, la mujer se sonrojó, pero no pudo responder porque Don Alfredo nos llamó a todos al escenario.
En qué me estaba metiendo...
Al salir del teatro la noche nos acompañaba y era en ese momento cuando me cuestioné no traer el auto, pensaba que saldríamos más temprano, pero con un jefe cómo el mío nunca se sabe.
-¿Vienen por ti?- preguntó Wendy -. Puedo llevarte- dijo, agitando las llaves de su auto frente a mi.
-Esta bien, gracias.
En el camino la plática fue agradable, Wendy era una mujer hermosa, pero también inteligente y se esforzaba más que las otras mujeres en el trabajo, podía ver toda la dedicación que le ponía a la obra. La música estuvo en un tono bajo, las risas no faltaron y mi mecanismo de hombre se debatió por primera vez en muchos años, el si debía invitarla a subir o dejar pasar esta vez.
"Las oportunidades pasan una sola vez en la vida"- me aconsejé.
-¿Te gustaría... subir?- carraspee, estaba nervioso cómo si de un puberto se tratara.
-Me encantaría -respondio ella-. Sin embargo, debo pasar esta vez la invitación. Mi hermano me espera en el aeropuerto, llegó hoy del extranjero y soy la encargada de llevarlo a casa de mis padres.
-Oh, entiendo. No te preocupes, será después.
-Claro que sí, te lo prometo-. Me acerqué para besar su mejilla, pero Wendy tenía otros planes, que me tomaron por sorpresa. Se fue hasta mi boca, saboreando mis labios y poniéndome más caliente de lo que ya estaba en ese momento. Su mano se posó en mi entrepierna y apretó con fuerza, haciéndome gemir. Su arrebato me hizo tomarla por el cabello y finalmente deje un corto pero mojado beso en su cuello, marcando así nuestra despedida.
-Hasta mañana- susurré, bajando del auto. Wendy arrancó cuando crucé la puerta para ingresar en el complejo de departamentos y la perdí de vista.
-Una noche movidita- comentó una persona a mi lado en el ascensor, no me había percatado de que estaba alli-. Yo puedo terminar lo que ella comenzó.
¿Nos vió?
-Melissa, ¿De que hablas?
Sin responder se lanzó hacia mi, la atrapé enredando sus piernas en mi cintura y apreté sus muslos, pegandola más a mi m*****o. Devoré su boca cómo jamás lo había hecho con otra mujer, su perfume fino se impregnó en mis fosas nasales y sólo quería llegar a nuestro piso para arrancarle la ropa. Un pitido casi inaudible en ese instante para mí, me despertó. Sí, estaba soñando despierto y nada más y nada menos que con mi excuñada. Mi rostro se enrojeció al verla parada frente a su departamento, ¿cómo iba a explicarle que acababa de tener un sueño húmedo con ella? Llevaba un vestido corto de verano, una sandalias de mezclilla y su cabello amarrado, dejando su cuello a la vista, por ser la esposa de mi hermano nunca la hubiese visto cómo mujer, pero allí de pie frente a ella podía ver lo hermosa que era. Mi hermano era un idiota por dejarla.
-Vecino- dijo llamando la atención -¿Todo bien allá abajo?-Su sonrisa se ensanchó, se burlaba de mi la muy santurrona.
-¿Por qué? ¿Quieres inspeccionar?-. Sus mejillas se sonrojaron, ¿ahora quién se burlaba de quién?
-¡Pablo!- chilló horrorizada.
-Lo siento, no te juegues así si no aguantas la presión -dije en parte de chiste y en parte en serio.
-Entiendo -respondio.
-¿Estás llegando o por salir?- indague curioso.
-Estoy llegando- contestó sin mucho ánimo.
-Perfecto, entonces ¿hoy si me aceptas el café o vas a escapar otra vez?-. La tercera era la vencida para muchos, yo esperaba que fuese la segunda.
-Esta bien, vamos por ese café -acepto, guardando nuevamente la llave en su cartera y pasé delante de ella para abrir mi departamento.
Al ingresar, ella inspeccionó cada parte de él "disimuladamente", vió las pocas fotos en la repisa y mi viejo tocadiscos. Le pedí tomar asiento mientras yo me ponía manos a la obra por hacer el mejor café que conocía, tenía ganas de impresionarla, sin saber la verdadera razón. Mientras el café se colaba, un frío repentino recorrió mi cuerpo, ¿Podría controlarme con ella sola en casa después del sueño húmedo en el ascensor? Esperaba que si, no quería asustarla y que huyera de mi otra vez. Una necesidad grande de protección creció en mi corazón por ella, de una cosa si estaba seguro, quería mantenerla cerca.
La puerta sonó, sorprendiendome. No esperaba a nadie. Le di una sonrisa para tranquilizarla, parecía cómo un conejo en una jaula, muerta de miedo. Al abrir la puerta, mi sorpresa fue mayor.
-¿Martín? ¿Qué haces aquí?-. Ella lo supo sin abrir la puerta, ¿lo había sentido? Todo se volvió muy confuso y problemático a partir de allí.