Capitulo 6

1164 Words
Capítulo 6 Narra Melu: Sentía que había vivido la peor humillación de la historia, en primera cuando acepte venir fue porque creí que sería un evento de mis padres y resulta que el organizador principal fue Martin. Jamás perdonaría a mi madre por hacerme pasar por esto. Ella se prestó al circo de mi ex para herirme y lo peor: lo lograron. Mis piernas temblaban, y así mismo tome todas mis fuerzas para huir de allí, correr a un lugar seguro. Con las lágrimas derramándose de mis ojos, se me dificulta el camino y unas manos me sujetan, pero no logro verlo, pienso en Martin, pero sería ilógico después de lo que hizo que se encuentre allí conmigo. Al voltearme, me encuentro con unos ojos muy familiares, no me doy cuenta tan rápido y le pregunto: -¿Tú? ¿Quién eres?- pero, mi mirada se enfoca mejor y recuerdo esa noche loca. El me ve, claramente me recuerda y noto su pelea mental para responderme. -Yo, lo siento… me confundí- y esta vez el que huye es el. Estaba tan confundida, decidí dejar todo y me subí a mi auto mientras llamaba a mi mejor amiga. La llamada dura diez minutos aproximadamente, mi llanto no tarda en salir en la conversación y quedamos en ir por una botella o dos, porque necesitaba borrar de mi mente esos recuerdos. Ludwika me recibe con un abrazo y me lleva directo a la barra del bar. -Dame lo más fuerte que tengas allí- le ordena al bartender-. Ahora si princesa, cuéntame todo con detalles. -Me humillo frente a todo, Lud… Y mi madre lo apoyo, ¿Cómo pudo hacerlo? -Linda, ni tu padre la entiende. Tu madre es una mujer ambiciosa amiga, lo siento mucho ser yo quien te lo diga, pero es capaz de vender tu alma al diablo si se propone algo. Y dentro de mí lo sabía, pero escucharlo me ponía la piel de gallina. -Es mi madre, no sé qué más hacerte para complacerla… -¡Melissa! Deja de pensar en ella y comienza a pensar en ti, ya vive tu vida amiga porque ellos ya vivieron ya se equivocaron y tomaron sus propias decisiones, hazlo tú ahora. Un consejo sabio, pero aún me faltaba mucho para aceptarlo. Tomamos hasta que me era imposible mantenerme de pie, ya el mal humor había abandonado mi cuerpo y estaba en mi hora feliz. Ludwika era conciente de mi estado, así que decidió llamar a Julián, quien llevaría mi auto a casa y se regresaría con ella. En la entrada de mi departamento me despedí de ellos, negándome a recibir más ayuda de su parte y me fui directo al ascensor. Al cerrarse las puertas me desplomé en el suelo llorando, podría echarle la culpa al alcohol, pero ese no era mi mejor año. No sabía cuánto tiempo llevaba arrodillada con la cabeza hundida entre mis piernas, pero unos brazos me levantaron y me llevaron adentro del departamento, ¿Le había entregado mis llaves a un extraño? -Tu estado es deplorable- dijo esa voz, que no olvidaría en un largo tiempo. Su tono no fue brusco o de asco, más bien fue dulce. -Así como me veo, me siento- confesé. -Pues te debes sentir muy mal… Me ayudó a quitarme la ropa, y sentí el agua caer en mi rostro. Estaba metida en la ducha, sentada en la bañera. Mis sentidos comenzaron a reaccionar y lo busqué por toda la habitación de baño, pero ya no estaba. Me levanté, tomando una toalla y me envolví en ella. Lo busqué en la cocina, en la sala y en cada rincón, pero desapareció. ¿Lo habré soñado? ¿Qué me pasaba últimamente? Me estaba volviendo loca. La mañana siguiente también fue una locura desde que me levante, en todos los noticieros de la ciudad se anunciaba la boda de Martin con Patricia, su secretaria. Había trabajado para él, se iban de viaje juntos y podría asegurar que llevaban mucho tiempo juntos, más que nosotros separados, es decir que me había visto la cara de estúpida, me había engañado con ella. No tenía trabajo, así que decidí quedarme acostada todo el día. Primera vez en mucho tiempo que permanecía varias horas sin hacer nada, quería alejarme de las r************* y en una rabieta, eliminé mis perfiles. La noche llegó sin prisa, la lluvia anunciaba que sería una larga y fría madrugada. Sin embargo, el día siguiente no pude seguir así, haciéndome eso. Me levanté con toda la actitud, me puse la mejor ropa que encontré en mi armario y salí a buscar trabajo. Caminé y caminé, pero en muchas empresas me cerraron las puertas y sabia a que se debía: Martin. Estaba segura de que había movido sus influencias para que no me dieran trabajo en ningún lugar, mis esperanzas se volvieron a caer y la lluvia también. Antes de mojarme, corrí hasta la entrada del teatro de la ciudad. En la puerta escuché música y no pude resistirme, la puerta estaba abierta invitándome a entrar y lo hice. Hace muchos años que no venía, de niña era muy fan, pero Martin no, así que me alejé. Me sentía tan tonta de pensar en todo lo que había dejado por una persona que no valía la pena, alejé esos pensamientos y me centré en la escenografía, estaban montando la obra de la cenicienta, pero moderna. Cantaron una canción y aplaudieron todos felices, yo estaba idiotizada viendo todo. Un carraspeo a mis espaldas llamó mi atención. -¿Le gustó el show?- me preguntó un hombre mayor, tenía una sonrisa en los labios. -Fue hermoso, los felicito- respondí. -Gracias linda, mi nombre es Alfredo, pero todos me dicen Don Alfredo, soy el actual dueño del teatro- se presentó. -Un placer, Don Alfredo. Yo soy Melissa, pero mis amigos me dicen Melu. -Excelente, Melu- sonrió, guiñándome el ojo. -Don Alfredo- lo llamó otra persona, llegando a nuestro lado-. Wendy lo está buscando…- su voz se cortó al verme- Oh, hola Melissa- saludó Pablo. -Hola Pablo, ¿Cómo estás? -Ah, ¿Se conocen?- interfirió Don Alfredo, los dos asentimos. Quería entender porque el ambiente se puso tenso desde que él apareció. -Bien, ¿Qué haces por aquí?- preguntó Pablo. -Estaba buscando trabajo, pero no hubo suerte- comenté-. Luego comenzó a llover y me escondí aquí, para no mojarme. -Que coincidencia- susurró Pablo. -No creo en las coincidencias, Pablito- dijo Don Alfredo-. Justo tenemos una vacante para asistente, ¿Te gustaría trabajar aquí? -¡Sí!- chillé emocionada-. Mi sueño más grande es protagonizar una novela, pero sé que esto será suficiente. -No te cierres a las oportunidades- aconsejó Don Alfredo-. Ahora me voy a atender a Wendy, nos vemos mañana a las ocho Melu. Había conseguido trabajo, me sentía contenta por eso, pero Pablo no se veía ni un poquito feliz. -¿Sucede algo?- interrogué. -Para nada- dijo y se fue. ¿Y a este que mosquito le picó?
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