Capítulo 10
Narra Pablo:
Observo a mi amigo dormido en mi mueble, no me preocupa que este allí porque anoche hablamos con Camila y le explicamos que nos quedaríamos en casa, ella accedió porque se quedaría con su madre. Sin embargo, no es el único recuerdo que me llega.
Me encontraba en la hora de almuerzo, esa semana también había evitado a Wendy, pero siempre hallaba la forma de aparecer en mi campo de visión, aunque esta vez se atrevió a hablar, venia hacia mi sonriente.
-¿Ya viste quien llegó?- preguntó burlona.
-¿Me interesaría saber quién entra y sale todos los días del teatro?- respondí con otra pregunta.
-Esta persona si…Es tu hermano- comentó, mi ceño se frunció ¿Qué hacia allí?-. Creí que vendría por ti, pero me sorprendió saber que preguntaba por “tu amorcito”- dijo, haciendo comillas con los dedos refiriéndose a Melissa.
¿Tiene el descaro de venir a buscarla al trabajo?
Me levanté de mi asiento, sin responderle y fui a verlo con mis propios ojos. Por mas que no quería confiar en Wendy, había dicho la verdad. Sentí una bofetada en la cara cuando los vi ingresando al despacho de Don Alfredo.
¿De verdad lo vas a escuchar?
Los recuerdos duelen, pero decido olvidarlo y termino preparando un café bien cargado y sirviéndolo en dos tazas, me acerco a mi amigo que se había despertado hace unos instantes y le tiendo una, quedándome yo con la otra.
-Buenos días- saludó-. Gracias por el café, me lo tomo y deberé irme, Camila me espera con los niños.
-Gracias a ti por escucharme anoche.
-Para eso estamos los amigos.
Jesús se va, dejándome solo. Me quedo viendo un punto fijo en el techo, acostado en el mueble y llego a la conclusión de que no puedo seguir así, necesito encontrar algún hobby o algo que hacer o terminaría volviéndome realmente loco. Me levanto, busco en el closet una ropa deportiva y me dispongo a caminar por las calles para despejar mi mente, ya que cerca del departamento queda un parque, elijo ir allí.
Antes de llegar, un local conocido llama mi atención. Practiqué cuando estaba en la adolescencia, pero luego lo dejé y se me hace una buena opción en ese momento: Boxeo. Dejaría salir toda la represión, estrés y rabia que tenía contenida en mi cuerpo. Al ingresar, me encuentro con muchas caras desconocidas, pero al final, una sonrisa.
-¿Pablo? –preguntó, mi viejo entrenador. Asiento, acercándome a él y nos saludamos con la mano-. Esa cara no cambia, muchacho.
-Tu si, estas más…
-¿Viejo? Lo sé, los años no pasan en vano hijo- dijo orgulloso.
Su cabello que una vez fue n***o, estaba teñido de blanco completamente y su dentadura estaba desgastada, pero su condición física me atrevía a decir que era mejor que la mía.
-¿Qué haces por aquí? ¿Volverás a entrenar?
-Lo estaba considerando, ¿Y tú sigues entrenando?
-¿Yo? No, para nada. Estoy retirándome, le dejé el local a mi hijo Duncan. Es mi último día por aquí.
-Vaya, me alegra de encontrarte entonces.
-Así es, pero no creas que te iras sin más. Sígueme- ordenó. Hice caso y entramos a una oficina, se encontraban varios hombres con cara de matones profesionales y en una silla, estaba uno bastante parecido a Domínico mi viejo entrenador-. Él es mi hijo, Duncan. Duncan, él es Pablo un viejo alumno- nos presentó, estreché su mano y sentí como alrededor se relajaron. Me habían visto como una amenaza seguramente.
-Ellos son mis guardaespaldas- comentó Duncan, asentí hacia ellos en señal de respeto-. Cuéntame padre, ¿Qué podemos hacer por él?
-Pablo tiene pase gratis para entrenar, es uno de los VIP.
¿Qué? Yo no le había pedido eso al viejo. Duncan me estudió con la mirada, como si evaluara darme ese pase o no.
-Está bien, les haré saber a todos.
-Perfecto, le enseñaré la sala VIP.
Salimos de allí y aun me encontraba en silencio, asimilando lo que acababa de pasar. Quería refutar lo que dijo Dominico, pero no tuve el valor de hacerlo porque sabía que lo que quería era ayudarme y me vendría bien, sin embargo, podría pagar mi pase sin su ayuda.
-¿Por qué lo hizo?- pregunté.
-Por tu cara cuando entraste, este no es el escape correcto de tu problema, pero te ayudará a pensar.
¿Se había dado cuenta? Es viejo, es sabio.
Caminamos por un pasillo muy poco iluminado y unas puertas negras nos dieron la bienvenida, antes de entrar Dominico habló con el hombre que estaba en la puerta y me entregaron un carnet: Pase VIP. Le agradecí y pasamos. Desde afuera nunca hubiese imaginado que esto existía, no conocía la razón de esconderlo, pero luego lo preguntaría. Visualicé en cámara lenta el ring de boxeo, en forma de cuadrilátero. Estaba encerrado en una celda, también había muchos sacos negros con un logo de una serpiente roja que también decía VIP.
-Esto es genial- murmuré, para que Dominico escuchara.
-Es solo el principio, hijo.
Narra Melu:
Nos encontrábamos en el despacho de Don Alfredo, al que previamente le había pedido permiso para estar a solas con Martin. No me imaginaba ahora que quería hablar, hasta cuando quería dañar mi vida y yo aun permitiéndoselo, quien estaba loco, ¿él o yo?
-Te escucho- le dije, esperando impaciente que comenzara a hablar.
-Melissa, yo sé que en este momento eres la última persona a la que quieres ver… Pero, necesito algo de ti.
-¿Mas de mí, Martin? –bufé- ¿Ahora que necesita su majestad?
-No seas tan fría mujer, lo que te pediré no te va a costar tanto- dijo rodando los ojos.
-¿Entonces?
-A mis oídos han llegado ciertos rumores- comentó-. Y la sola idea me da cólera.
¿Rumores?
-¿De que estas hablando?
-Alguna persona me contó que mi hermanito Pablo tenía interés en ti- confesó-. Sé que tú no serias capaz de hacerme enfadar, pero igual vengo a pedirte encarecidamente que te mantengas alejada de él.
Mi ceño se frunció, luego me reí sarcástica.
-Eres un osado narcisista- le dije-. Vienes a mi trabajo a amenazarme y crees aun que tienes control sobre mí.
Su sonrisa estaba intacta hasta ese instante, su rostro se oscureció al igual que sus ojos, había logrado molestarlo.
-Melissa, no me quieres de enemigo- amenazó.
-No, Martin. Ya no te tengo miedo- susurré-. Así que te pido que te vayas y no vuelvas.
-No hemos acabado, Melissa.
-Yo creo que si- dijo una voz a sus espaldas, era Don Alfredo-. Señor Martin le pediré amablemente que se retire de mi teatro.
-Ustedes no saben con quien se metieron, no voy a parar hasta que tú, este viejo y su amado teatro estén hundidos en el estiércol.
-Cuide sus palabras, Señor Martin- comentó Don Alfredo-. Usted no es el único con contactos.
Don Alfredo había logrado intimidarlo y con maldiciones en voz baja se retiró. Me acerqué a abrazar a mi salvador y él me lo devolvió.
-Martin es un fanfarrón- aseguró él-. Pero, también es peligroso hija. Debes tener mucho cuidado, porque le hemos declarado la guerra.
Genial, mas problemas.