Capítulo 19
Un Encuentro Explosivo
Narra Melu:
La noche de la fiesta llegó, Pablo y yo nos arreglamos en su departamento, él usaba un traje vinotinto y al verme, sus ojos se profundizaron, me había colocado el vestido que compre con Lud, sabía que me quedaba de infarto y su reacción me lo confirmo.
-Luces, hermosa, Melissa- susurró-. Si no fuese importante, te arrastraría hasta la cama para arrancarte ese vestido- dijo, sobre mis labios. Sus palabras lograron calentarme.
-Harás que te pida quedarnos, pero quiero callarle la boca a mi madre.
-¿Crees que se desmaye cuando me reconozca?
-Creo que se va a volver loca, pero no dirá nada frente a sus supuestos amigos.
-A volverla loca- comentó.
-A volverla loca- respondí.
Nos subimos el auto, le di la dirección y sentada en el puesto del copiloto, los pensamientos nublaron mi mente, como de costumbre últimamente. Al llegar, nos recibieron dos hombres, uno se llevaría el auto al estacionamiento y el otro nos acompañaría a la entrada. De abrir las puertas, ya estaba completamente nerviosa. Pablo me tomo de las manos e ingresamos. Mis ojos recorrieron todo el salón perfectamente decorado, mamá había estado detrás de todo muy bien pensado. Sin embargo, mi corazón se detuvo al ver a una persona: Martin estaba allí.
Las emociones estaban a punto de desbordarse cuando nos vio juntos y de la mano, finalmente descubrió que Pablo y yo estábamos saliendo. La tensión entre nosotros crecía con cada segundo que pasaba en la reunión, ya que no sabíamos que él estaría.
Aunque Martin no daba crédito a lo que veía, mantuvo la compostura. Me observó y a Pablo intercambiando la mirada entre nosotros, como si quisiera retarnos en cualquier instante. Un torrente de rabia e impotencia lo invadió, y no pudo evitar acercarse a nosotros.
Sin embargo, antes de que Martin pudiera abrir la boca para expresar su ira, Julián se adelantó, tratando de calmar la situación. Le pidió a Martin que se sentara y tuviera una conversación razonable en lugar de una confrontación explosiva. Pero Martin estaba demasiado enfurecido para escuchar de razones, ya que, aunque el quizás lo sospechara, verlo era otra cuestión.
-Así que tenía razón, están juntos. Y eso que te lo advertí, Melissa- bramo, muy enojado.
Las palabras se convirtieron en gritos mientras los dos hermanos se enfrentaban, lanzando acusaciones y reproches. Martin argumentaba que Pablo lo había traicionado al salir con su exesposa, mientras que Pablo insistía en que mi había encontrado el amor verdadero y no podían ignorar sus sentimientos.
La tensión en la habitación se volvió tangible mientras las voces se elevaban más y más. Me sentía atrapada en medio de la disputa, intenté intervenir para calmar los ánimos, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. Mis padres estaban avergonzados por la situación con sus invitados y mi madre solo me echaba la culpa de todo. Finalmente, el conflicto alcanzó su clímax cuando Martin, lleno de ira, lanzó un golpe en dirección a Pablo. Fue en ese preciso momento que, con valentía, me interpuse entre los dos hermanos, recibiendo el golpe en su lugar.
El sonido del golpe resonó en la habitación, dejando a todos momentáneamente sin aliento. El silencio se apoderó del lugar mientras Martin me observaba culpable y Diego corrió en mi auxilio.
-¿Qué mierdas hiciste?- le gritó a su hermano, mi padre también llego a mi lado.
-Martin, retírate ¡Ahora!- ordenó.
Pablo tenia sus ojos llenos de lágrimas y culpa, mientras me acariciaba suavemente, disculpándose por todo el dolor que había causado por culpa de Martin.
Martin, también visiblemente afectado por lo ocurrido, se acercó lentamente, y después se retiró. Mi madre, que no se había acercado ni una vez, se limitó a acompañar a sus colegas a la puerta y se disculpó por mí, otra vez.
-¿Eso era lo que querías?- reclamo mi madre, al volver a nosotros-. Arruinar todo, como lo has hecho siempre.
-Señora, le prohíbo que le hable así- advirtió Pablo, enfrentándose a mi madre.
-¿Y tú quién te crees que eres para prohibirme algo a mí?- dijo ella, levantando la voz-. Por tu culpa Martin ha tenido que irse con su dignidad por el piso, y tu- dijo señalándome-. Eres una zorra, ¿meterte con dos hermanos? No esperaba que cayeras tan bajo.
-Madre- advertí esta vez yo.
-No vuelvas a llamarme así, ya no soy tu madre.
-Mejor así.
Pablo me ayudo a levantarme y nos fuimos directo al carro. En el camino, me limite a llorar en silencio y él se mantuvo callado. Esa madrugada, al llegar a casa nadie habló, él se acostó a mi lado y me abrazó, conteniendo mi llanto y apoyándome.
Ya todo se había destapado, así que decidimos también estar juntos en el teatro, por lo que llegamos juntos. Todos nos veían con asombro, otros ya lo sospechaban. Wendy nos hizo la cruz, tratando de esquivarnos en todo momento. Creímos que Martin se presentaría ese día, pero no lo hizo. Ni la siguiente semana, así pasamos un mes.
En ese mes, me presente al otro papel que también dispute con Wendy y lo gané, y comenzamos a ensayar para la nueva presentación de la obra de mi novio. Hasta que una tarde, en un día donde no había pasado ningún acontecimiento, me llego un mensaje de un numero bloqueado, con un contenido que me perturbo.
“Te lo advertí”.
Minutos más tarde, tenía el teléfono congestionado de llamadas de Lud, Jesús, Camila y todos, respondí a mi amiga que me hacía un millón de preguntas que no entendía.
-¿Cómo estás? ¿Dónde estás?- preguntó muy angustiada.
-En el teatro, estoy esperando que Pablo venga por mí.
-Linda, Pablo no va a llegar.
-¿Disculpa?
-Pablo tuvo un accidente, Melu.
Mi mundo se detuvo, mi respiración se cortó y solo me acordé de la amenaza. Martin había causado ese accidente, y aunque no tenía pruebas, tampoco tenía dudas.
Treinta minutos más tarde, me encontraba corriendo frenética por los pasillos del hospital, intentando no perder el aliento ni las esperanzas. Sabía que Pablo se encontraba gravemente herido, pero tenía la certeza que tenía que verlo, estar allí para él.
Finalmente, después de varios minutos de búsqueda, encontré la habitación en la que se encontraba Pablo. Cuando entré, mi corazón se encogió al verlo herido, conectado a un goteo intravenoso y una serie de monitores. Parecía tan frágil allí, como si hubiera perdido su fuerza física y mental.
Me acerque lentamente, casi con miedo de hacer algo mal. Miré a Pablo con lágrimas en los ojos, rogando al universo para que volviera a ser el mismo de siempre. Me senté al lado de la cama y tomé su mano, sintiendo el frío en su piel. "Pablo, amor, estoy aquí", le dije en un tono suave y tranquilizador.
Pablo al escucharme, abrió lentamente los ojos, su rostro transformándose en una sombra de lo que solía ser. Parpadeó varias veces para enfocar la mirada.
-Melu, ¿eres tú?- dijo él, con voz débil. Su mirada parecía perdida y confusa.
Asentí, intentando con todas mis fuerzas reprimir las lágrimas que amenazaban con caer.
-Claro, amor. Siempre estaré a tu lado.
El enfermero ingresó minutos más tarde, al encontrarme me pregunto si era su novia a lo que le dije que si, en la puerta estaban sus padres, que al verme se impresionaron, pero no dijeron nada. Los observe con rencor y recelo, ellos de cierta forma eran responsables de los problemas entre los hermanos, aunque yo misma también lo era. Decidimos mantener esa conversación en otro momento y solo nos dedicamos a los cuidados de Pablo. Ellos insistieron en cuidarlos desde su casa, él no se pudo negar y así lo hicimos, iba a visitarlo de vez en cuando.
Con el tiempo, Pablo comenzó a recuperarse lentamente gracias al cuidado intensivo del equipo médico y el apoyo constante mío y su familia. Fue una época de paciencia y espera, con largas horas de espera y más información médica de la que nadie debería tener que soportar. Pero con el tiempo, Pablo comenzó a mostrar signos de progreso, hablando más claramente y recuperando su fuerza.
Junto a Pablo aprendimos a apoyarnos mutuamente, esa situación nos unió mucho más, pero algo no dejaba mi mente, el hecho de que Martin era responsable y se dio a la fuga. Lamentablemente su cuento de hadas no podría ser, porque mientras me quedara a su lado, el estaría en peligro, porque Martin no se daría por vencido hasta verlos separados, por lo que había tomado mi decisión.