MESES ATRAS.
Damaris cerró la puerta lentamente, se fue acercando a la camilla donde el grande cuerpo del Dylan descansaba. Se paró a un lado, lo observó fijamente. Inconscientemente llevó la mano a él. Como si quisiera tocarlo pasó la mano por un centímetro de distancia de los cabellos, al mismo tiempo iba inclinando su rostro y susurró suavemente.
—Te vez tan tranquilo ahí, que nadie podría imaginar lo loco que eres —sonrió suavemente, con sus ojos brillando.
El rostro de Damaris rozó el de Dylan. Como si sintiera una necesidad de hacerlo, unió sus labios a los de él. En ese momento la puerta se abrió, y lo que los ojos de Rolan vieron le partió el corazón —al mirar en esa dirección, Damaris se quedó perpleja, la cartera rodó de sus manos, y todos sus sueños se vieron aplastados por una avalancha dolorosa.
Rolan tuvo que parpadear dos veces para poder asimilar lo que estaba viendo, pensó que era una jodida pesadilla, alguna alucinación, no obstante, su novia estaba ahí, besando a alguien más y eso le desgarró el corazón.
—Rolan —pronunció, pero de ahí no pudo decir nada más.
—¡Tú! ¿Lo estabas besando? —Damaris no pudo negarse, bajó la mirada y presionó los labios—. ¿Por qué? —su grito provocó que Dylan abriera los ojos. Sus pesados parpados se movieron lentamente, tratando de aclarar la imagen— ¿Por qué lo besaste? —la tomó del brazo e hizo presión.
Ante esa reacción, Dylan intentó levantarse, pero le fue imposible. Con dolor pronunció el nombre de Damaris, y fue ahí donde notaron que había despertado.
Los recuerdos de Dylan se fueron esclareciendo, al llegar a ese momento donde vio a su hijo sin reacción, lo desesperó.
El doctor soltó a Damaris, se acercó a Dylan, aunque no era su paciente, porque esa no era su área, lo revisó y dio aviso a los médicos encargados.
Damaris aprovechó para salir de la habitación, escapar de ese lugar y aclarar lo que en realidad quería. Ella quería una vida junto a un hombre que la valorara y la amara como Rolan lo hacía, sin embargo, no podía dejar de necesitar algo más. Esa pasión intensa que le dio Dylan, esa adrenalina que le producía cuando lo veía.
—¡Dael!
—Él está bien —dijo con frialdad Rolan. Miraba a Dylan y lo único que quería era cuestionar que había entre él y su novia. No obstante, no era a Dylan que debía pedirle esa explicación ya que este dormía cuando Damaris lo besó. Era ella la que debía explicarle ¿Por qué besó al novio de su hermana cuando estaba a semanas de casarse con él?
Cuando los médicos ingresaron, Rolan salió. Su mirada al frente, sin un ápice de dolor, aunque por dentro estaba destrozado, no daba a notar eso que por dentro lo estaba quemando.
Al llegar a su consultorio encontró a Damaris. Ella estaba sentada en la silla, dándole la espalda a la puerta.
Rolan se quedó unos segundos recostados en la puerta, seguido fue hacia ella, giró la silla, asentó las manos en el sostenedor de esta y exigió la verdad.
—Conozco a Dylan Mancini hace algunos meses. Tuvimos más de un encuentro…
—¿Mientras estabas conmigo?
—Todos antes de conocerte.
—¿Hace que tiempo?
—La última vez, fue en una discoteca, cuando salía con un chico y él con otra chica. Fue una semana antes de que tú y yo nos conociéramos.
—¿Y por qué no lo dijiste cuando lo conociste? —presionó la silla, apretó los dientes y la miró con ojos iluminados, incluso con irritación.
—¡Lo siento Rolan!
—¿Lo sientes? ¿En serio lo sientes? Joder ¡Estuviste todas estas semanas planificando una boda conmigo cuando pensabas en cogerte al novio de mi hermana!
Tocaron la puerta—. Doctor Kaya ¿Se encuentra bien? —había escuchado una discusión mientras pasaba, lo que le preocupó, porque Rolan era un doctor tranquilo, no tenía problemas con nadie. Tanto en su vida laboral como amistosa, era muy querido, y nunca se lo había escuchado alterado como en ese momento.
Rolan se alejó de Damaris, limpió cualquier residuo que hubiera en la parte lagrimal, se enderezó y echándole una mirada frívola a Damaris se acercó a la puerta para asegurarle a la enfermera que todo estaba bien.
Pero cuando la puerta se volvió a cerrar, afirmó su frente en ella y desde ahí cuestionó— ¿Pensabas casarte conmigo y coger con mi cuñado mientras yo dormía?
—Ro…
—¡Cállate! —pronunció al mirarla con los ojos fulminantes— ¡Eres una descarada! Si no te encuentro en esa escena, me hubieras jodido la vida —con determinación dijo—. Sal de aquí, no quiero volver a verte. Piérdete de mi vida para siempre.
Damaris no hizo por excusarse, porque sabía que no tenía como defenderse. Había arruinado todos sus planes, todo lo que quería lo acababa de perder.
Cuando Rolan se quedó solo, asentó con fuerzas las manos en el escritorio, presionó la madera y sintió unas ganas fuertes de gritar, no obstante, lo aplacó porque ese no era el lugar ni el momento.
Se sentó en su escritorio, presionó sus sienes porque la cabeza empezó a dolerle. Inhaló profundo y dio paso a quien tocaba la puerta para que ingresara.
—Doctor —Eylin traía consigo una bandeja de comida, la cual su madre había preparado para agradecer la gran labor que había hecho por salvar la vida de Dael—. Mi madre le envía esto —Eylin vio los ojos de Rolan irritados, pensó que era por el cansancio de haber trabajado toda la noche y continuar en la mañana—. Es en agradecimiento por haber salvado a nuestro bebé.
—No tienen que agradecer, solo hago mi trabajo. Además, no fui el único que estuvo en la operación.
—Pero si al que le debemos la vida de Dael. Sus manos mágicas salvaron a nuestro pequeño —Rolan forzó una sonrisa mientras veía a la hermana del hombre con quien su novia lo había traicionado.
POV DE ROLAN.
Me encuentro sumido en el dolor porque por mucho que finja no importarme, sí que me importa.
Habían pasado algunos meses y seguía con la opresión en mi pecho. Ahora que se había casado era más grande el dolor.
Si, ella, Damaris se había casado y yo sentía que iba a morir del dolor. Por primera vez en mi vida había decidido dar ese paso y, la persona que elegí terminó lastimándome, destrozando mi corazón y dejándome sin ganas de amar, pero sí de beber.
Mis padres. Ellos están tan enojados conmigo por haber cambiado drásticamente mi forma de ser. Es que un mal amor arruinó mi vida. Por mucho que me esforcé en demostrar que no me dolía su engaño y que todo estaba bien, terminé colapsando.
No es fácil. Es muy difícil ver como la mujer de tu vida, aquella que le entregaste el corazón se casa con otro cuando no hace mucho tiempo planificaba nuestra boda.
¿En qué momento la perdí? ¿Cómo fue que permití que eso pasara?
Yo debí perdonarla, darle una nueva oportunidad, quizás ahora estaría casada conmigo y no con ese imbécil. Pero mi orgullo. Mi gran dignidad no me permitió hacerlo. Creí que había tomado la decisión correcta, pero ahora me doy cuenta de que no, que no era eso lo que quería.
Ahora estoy aquí, aplacando las penas con la bebida— ¿¡Puedes dejar de beber!? —reprocha mi madre al acercarse. Nos encontramos en una reunión de médicos y, de todos soy yo el que más bebé.
—El vino está muy bueno, deberías probarlo.
—¡Rolan Kaya, para! —su voz se eleva. Con eso atrae la mirada de los demás. Le sonrío a todos, levantando la copa brindada por la perra y jodida vida que estoy teniendo.
Mi padre me arrebata la copa de vino y pide al chofer me lleve a casa. Este me guía a la puerta y, ahí a fuera le quito las llaves y me subo al auto.
—Señor, no puede manejar.
—Puedo hacerlo —le digo y me alejo.
No es la primera vez que bebo, no es la primera vez que subo a un coche borracho. Desde que Damaris mi traiciono me he escapado a beber. Pero fue después de su boda que me volví un alcohólico descarado. Ya no me importaba que mis padres me vieran tomar, menos llegar borracho a casa. Estaba en una etapa de mi vida, que esta me valía madre.
Estacioné el coche en un bar, me adentré a este sitio para seguir bebiendo. Quería emborracharme hasta perder la razón y si tenía suerte, morir en el alcohol.
Una copa y otra copa era lo que me llevaba a la boca. Mientras bebía escuché una risa conocida, dirigí la mirada a la puerta y vi a la hermana de ese imbécil ingresar con un grupo de amigos.
Ella apenas era una universitaria. Estaba estudiando medicina. Cada vez que la topaba en el hospital, porque ahí realizaba sus prácticas, me comentaba lo que quería ser.
Aunque mi madre le pidió a mi padre que no la aceptara en el hospital, este no le hizo caso. Porque si algo tenía mi viejo era que, los problemas personales no interferían en lo laboral. Además, Eylin no tenía la culpa de que su hermano metiera a Alicia a la cárcel. Ella era inocente de todo aquello.
¿Por qué debían cerrarles la puerta de nuestro hospital? Eso iba contra la ética moral de mi padre y, este no estaba dispuesto a perderla.
Cuando Eylin me vio, me sonrió como cada vez que me veía. ¿Le gustaba?
Se acercó, me saludó con un beso en la mejilla—. Doctor Kaya ¿Qué hace aquí? —aparté la mirada y le pedí al barman me sirviera otra copa.
—Pregunto lo mismo ¿Qué haces aquí? Este lugar no es para niñas como tú.
—Ya no soy una niña. Tengo veintiún años.
La miré y bebí de la copa. Ante su persistente mirada dije— Este no es un lugar para una señorita de familia.
Ella pertenecía a una familia importante, no debía estar aquí donde había tantos hombres borrachos.
Sus amigos le llamaron, ella se fue por un momento y luego regresó. Cuando volví a pedir otra copa, ella también pidió lo mismo.
Sigilando la mano le dije al barman que no le sirviera, pero la señorita Mancini insistió—. Lo acompañaré a beber.
—No —intenté quitarle la copa, pero ella me la quitó.
Su cara fue un poema. Llevó la mano al estómago y se inclinó. Era fuerte, el líquido que se metió era sumamente fuerte. De seguro le quemó las tripas.
—Joder profesor ¿Qué es lo que usted bebe? —así me dice, profesor, porque soy como su profesor mientras hace las pasantías en el hospital.
—Te dije que no lo bebieras —pide otro. Vuelvo a decirle al barman que no le sirva y, mientras lo hago ella bebé de mi copa.
—Si sigue evitando que él me sirva otra copa, yo le quitaré la suya —asegura.
Curvo las comisuras en una media sonrisa. Termino entendiendo que ella quiere hacerme compañía. Permito que lo haga, total, ya es mayor de edad y supongo no es la primera vez que toma.
El barman nos sirve una y otra copa. Cuando han pasado unos cinco tragos, ella ya no puede ni hablar. Ríe por todo y eso me causa risa a mí. sus mejillas están rosadas, parece haber pasado un día entero en el sol.
—Profesor —dice rodeándome con sus brazos. Se acerca demasiado, tanto que me veo obligado a colocar las manos en sus caderas y empujarla desde ahí. Pero ella ríe y asienta su rostro en mi cuello lo que produce el levantamiento de mis vellos.
—Señorita Mancini, la llevaré a su casa.
—¡No! —levanta el rostro y me mira de muy cerca— No quiero ir a casa —me mira, la miro—. Quiero seguir con usted, aquí.
—Yo ya me retiraré.
—Entonces lléveme —asiento—, a su casa —dice riendo. Me pongo serio y ella musita muy cerca de mí—. Es tan hermoso que, no puedo dejar de soñarlo.
Joder, no puedo creer lo que escucho, me está declarando sus sentimientos.
No me juzguen, estoy tomado, un poco más consiente que ella, pero es inevitable rechazarla al momento que me besa. Lo intento, pero mi cuerpo reacciona a su beso y… dejo que fluya la pasión que desencadena ese beso.
Media hora después estamos en un hotel, quitándonos las prendas con rapidez. Ella intenta quitar mi camisa sin soltar los botones. Trata de sacarla por arriba.
La lanzo a la cama, seguido suelto los botones de la camisa y, a medida que suelto estos la miro. ¿Qué pecado puede haber cogerme a la hermana del hombre que me quitó a mi novia? Ninguno. Ella es soltera, yo soy soltero y podemos coger los miles de veces que queramos.
Abro la camisa, la ruedo hacia atrás dejando ver mi cuerpo. Ella muerde su labio y eso me prende más. Rápidamente me deshago de mis pantalones, me acerco a ella y ruedo los suyos dejándola solo en panti. Subo acariciando sus piernas gruesas y suaves. Al llegar a su abdomen aprieto la tela de su blusa, la cual contiene botones. Tiro con fuerzas y hago que estos vuelen de la tela.
Ella sonríe, toca mi rostro y me acerca a ella.
Me acomodo sobre su cuerpo y devoro su boca con primicia. Suelto sus labios, bajo por su cuello, retiro el brasier y me prendo de su bubi.
Joder que están deliciosas. Son apretadas y muy exquisitas. Ella se remueve, gime, aprieta mi cabeza y me apega más a su cuerpo.
—¡O, profesor! —tartamudea.
Termino de sacar su panti, descubro mi m*****o y, en ese momento recuerdo que no tengo condón, que contengo nada de aquello porque no suelo coger con nadie que no sea mi pareja. Es la primera vez que voy a cogerme a alguien sin tener una relación.
Ella lee mis intenciones de no continuar. Con astucia me besa, me devora la boca y poco a poco me va llevando sobre ella.
No puedo resistirme. Es imposible parar.
Me acomodo sobre ella, al sentir su humedad me empujo. Ella tiembla debajo de mí. algo está mal. Me empujé, pero no entré. No puedo creerlo, ella aun… aun es.
—Quiero que sea usted el primero hombre, quiero que sea usted quien me haga el amor por primera vez. Por favor, no se detenga continue.
Obvio que continuaré. Debo quitarme estas ganas porque de lo contrario mañana no podré ni pararme. Me entrego al exquisito placer que esta niña me está dando.
Ahora que sé que es su primera vez no habrá problema en que lo hagamos sin protección. Mañana con una pastilla no habrá sorpresas.
No paro de hacerle el sexo en toda la noche. La pongo en varías posiciones. Le enseño lo que es el placer y ella sigue mis movimientos, aprendiendo cada uno de ellos.
Caemos exhaustos, agotados, pero satisfechos. Al menos yo lo estoy. Tenía meses sin intimar y, resulta que vengo hacerlo con la hermana de ese imbécil.
Me di un baño mientras ella seguía en la cama. Al salir estaba dormida, faltaba poco para que amaneciera y decidí irme. No quería estar cuando despertara, no quería hablar de lo que pasó. Al menos no por ese momento.
Llegué a casa, me lancé en la cama y me quedé dormido en ese mismo instante. Abrí los ojos con el toque en la puerta. Mi cabeza dolía. Cerré los ojos al momento que las cortinas se abrieron. Mi madre entró, abrió las cortinas produciéndome aún más el dolor de cabeza.
—Tu padre te espera en el despacho.
—¿No pueden esperar un poco más?
—Ya es medio día.
Joder. No puedo creer que haya pasado toda la mañana durmiendo—. Ok, mamá, me daré un baño, ya bajo.
Se fue. Ella salió y yo me introduje al cuarto de baño. Me metí en la ducha y dejé que el agua rodara por mi cuerpo. Mientras me bañaba recordaba lo que pasó anoche. Caray. ¿En serio estuve con esa chica? Eso era inmoral. No debía hacerlo. Está prohibido bajo la ética moral del hospital tener relaciones amorosas entre el personal. Incluso relaciones sexuales. Ahora sí que estoy en grabes problemas.
—Firma este papel. Si continúas bebiendo te daré de baja y quitaré tu licencia.
—¿En serio le vas a hacer esto a tu hijo? ¿Vas a arruinarle su carrera?
—Eres tú quien la está arruinando. Date cuenta de que el alcohol solo te traerá problemas a futuro. Eres un médico, estudiaste medicina y debes saber las consecuencias del alcohol, sobre todo, como puede afectar hasta a tus pacientes. No voy a esperar que de aquí a mañana alguien salga afectado por tu negligencia.
—Padre yo nunca he llegado borracho al trabajo.
—Pronto lo harás. No voy a permitir que dañen la imagen del hospital.
Si firmaba ese papel y fallaba terminaría perdiendo mi licencia. Debía evitar alcoholizarme. Mi padre tenía razón, el alcohol solo arruinaría mi carrera. Mi imagen ya estaba dañada, pero no podía permitir que mi carrera se arruinara.
Decido firmarlo porque solo así puedo evitar caer en el alcohol. Soy un hombre responsable que nunca faltaría a su palabra si había un papel de por medio.
Salgo del despacho de mi padre y voy directo a la cocina, me preparo unas frutas y con la bandeja subo a la habitación. Luego de comerlas continúo durmiendo hasta que la noche llega.
Bajo a cenar y encuentro a mis padres tristes como cada noche. Observan el lugar de Alicia, no pueden dejar de extrañarla. Era aquí donde volvía a lamentar haber metido en mi vida a esa mujer. Ella solo vino a destruir nuestra familia.
Le habían dado cinco años de prisión por intento de asesinato y manipulación a un menor de edad. Según yo, era muy poco para alguien que se atrevió a manipular a un niño de esa edad. Pero era mi hermana, y si le hubieran dado menos, me sentiría contento. Alicia no es una mala persona, ella solo se obsesionó con ese hombre. Sé que luego de que reciba la ayuda que está recibiendo y, salga, volverá a ser la misma de antes.
Lunes por la mañana voy al trabajo, miro a ambos lados evitando encontrarme con ella. Carajo, debo hacerle frente a lo que hice, pero no me siento con el valor para hacerlo.
Al llegar a mi consultorio dejo el bolso a un lado, mientras me acomodo la bata tocan la puerta. Miro el reloj y sé que aún no es hora de las consultas pediátricas y, me pregunto quien será.
—Adelante —ella entra con una sonrisa. Yo muestro seriedad porque no estoy contento con lo que pasó. Ante mi seriedad la sonrisa se le borra.
Yo procedo a ir a la puerta, la abro y miro que nadie esté cerca, seguido cierro y la miro—. Señorita Mancini, por favor no vuelva a venir a mi consultorio —sí, sé que soy un maldito miserable por tratarla así después de que fui su primera vez, pero carajo, no quiero que ella confunda las cosas —Lo que pasó esa noche fue un error —veo como sus ojos se empañan— Estaba borracho…
—Entiendo —dice y sale.