CAPÍTULO DOS —Entonces, los agentes; ¿qué hacemos a continuación? —preguntó Barton. —¡Solo hay una cosa que se puede hacer! —Se sorprendieron cuando escucharon esa voz. Sentado al extremo de la mesa estaba Masterman, quien hasta ese momento, no había contribuido a la discusión. Su voz era profunda y con un estilo de autoridad militar. Era una voz que resolvía discusiones. Los cuatro burócratas de Inteligencia se voltearon hacia su colega, pero solo habló el jefe. —Continúa, Stephen, tienes una sugerencia. Masterman los miró. —Gracias, Sir Richard. Me parece claro que no podemos ir donde los estadounidenses con el sombrero en las manos y decirles que tropezamos, aunque inadvertidamente, con una de sus operaciones. Eso comprometería nuestra exitosa red de agentes dobles. ¿Correcto? —A