Cita de una noche

2658 Words
No era que estaba en un mundo aparte y jamás me hubiese masturbado en mi vida, por lo menos que recuerde la última vez fue a mis veinte. Siendo algo tan normal para una mujer muy poco lo había practicado. Sabía que era la pornografía, pero jamás, jamás creí que el simple hecho de pensar en alguien en específico tendría ese efecto y mucho menos de casi un desconocido. Me dio la sensación una vez mas de que me había estado perdiendo de algo mas en en el sexo de lo que había tenido hasta entonces, o puede que después de Cal haya sido el único hombre que se me acercara tanto y por ello tenía cierta influencia, o indiscutiblemente había algo en él, una sensación deliciosa y excitante que no sabría descifrar. Había algo en su mirada que desviaba mis pensamientos y lo deseara como un niño al caramelo. Al día siguiente cuando me levanté con resaca sentí como si hubiese vivido una noche entera de pasión, porque entre mis breves sueños mi mente seguía recordándome a ese hombre. Me convencí de que no era él en realidad y que era solo las ganas acumuladas por tanto tiempo. Alcancé mi teléfono, descargue la mentada app, puse unos datos demasiado básicos y aburridos decidida a encontrar mi cita de una noche. Cuando me pidió fotos resoplé y casi desisto, no tengo fotos sola y mucho menos selfies prefiero tomar panorámicas a un paisaje, plaza o calle que me parece precisa. Necesitaba adaptarme a esta nueva forma de conseguir sólo sexo sin comprometer sentimientos, porque después de todo no estaba lista ni quería hacerlo. Recordé la voz aterciopelada del hombre que había hecho fantasías en mi mente. "Estoy seguro de que muchos hombres serían afortunados de tenerte Mara. Eres preciosa y debes salir allá afuera para demostrarlo" Coloqué una de mis mejores fotos muy "normales", nada sensual y entré a la subasta de noches con un click. Casi inmediatamente me cuestioné. Para ser honesta en el fondo detestaba esa parte de mi que me hacía reservar tanto y decidí que aún era una mujer joven que debía vivir la experiencia para poder cuestionar si es buena o mala. Esa era la Maraí que quería ser. Era sábado, tendría que preparar mis clases de la semana y no podía siquiera levantarme de la cama en mi debate interno por resolver como si fuera una ecuación de tres partes. Resoplé finalmente y me levanté para desayunar. Regina me sirvió el desayuno mirándome con una mueca. - ¿Y…. tienes algún plan para esta noche? - Ver una película y beber vino - ¿Sola? - hice una mueca y Regina puso los ojos en blanco - Deberías salir, ¿no tienes nuevos compañeros de trabajo? - Son todos mayores de cincuenta, con hijos, esposos, en fin… Descargué esa app - ¡¡Eureka!! yo saldré esta noche tienes la casa para ti sola. ¿Por qué no simplemente haces match y lo invitas a compartir el vino? - alzó las cejas y esta vez fui yo quien puso los ojos en blanco Habían muchos hombres, la mayoría sacados de una revista muy apetecibles y otros sacados de alguna "friendzone" eterna. Seguía deslizándome a la izquierda con fastidio casi obligada por la necesidad y las circunstancias. Por la tarde mi mente me presionaba con elegir a cualquiera repitiéndome que era una selección simple para una noche, no para toda la vida. Me debatía entre mi arcaica moral acerca de lo que es normal y las ganas de probar algo nuevo fuera de lo común. Me escribí con algunos de los que no estaba segura si lo que querían era una cita, o hacerme una encuesta para probar que tanto encajábamos arruinando la selección simple, un algoritmo básico por el que tenía que dejarme arrastrar. Al poco rato me aburrí y preferí escoger mi película favorita con mi pijama rosada de ositos. Mas allá de la calentura eso me hacía feliz. Después de descartar varios candidatos para una noche, el martes finalmente dí con un simpático publicista con el que acepté una cita. Yo escogí el lugar. Me puse mi mejor atuendo que seguía sin ser sexy a mi parecer y me maquille muy delicadamente dejando mi cabello oscuro perfectamente peinado y suelto. Me miré al espejo, mi vestimenta era parecida a la que usaría para una entrevista de trabajo, no era nada coqueta ni exhibicionista y nunca me sentí tan extraña de pie frente a mí misma. La antigua yo nunca aceptaría una cita a ciegas, además algo dentro de mi había cambiado y apenas comenzaba a notarlo. Ese bartender tenía razón, debía demostrarme y demostrar allí afuera de que estaba hecha. Con entusiasmo esa noche entré al bar, mis ojos inmediatamente se posaron en la barra. No había olvidado a ese hombre y suspiré para mis adentros recordando por un instante la sensación de pensar que era una especie de imán toda su aura. Me senté sigilosamente del otro lado de la barra mientras él conversaba con un grupo y les servía tragos con una sonrisa preciosa, una camisa a cuadros verde oscura y jeans desgastados. Tan jovial y perfecto. Se vería bien con cualquier cosa que llevara puesta, se vería genial desnudo. Sacudí ese pensamiento inapropiado y miré a mi alrededor como si lo hubiese gritado a viva voz, no debería estar mirándolo de esa forma cuando sólo trató de ayudarme una vez en mi momento mas patético. Decidí concentrarme en contestar el mensaje a mi cita e inesperadamente escuché su voz. - Regresaste - alcé mi rostro sobresaltada y su sonrisa cercada por esa barba incipiente pelirroja me quitó el aliento - creí que jamás volverías. Esperaba más que un simple gracias en una servilleta. - ¿Más?.. es que no estaba lista para una cita esa noche a pesar de tus esfuerzos porque me viera decente. Quizá aún no lo esté - musité nerviosa - Hoy te ves mejor - me miró un par de segundos en silencio - estas preciosa. ¿Te sirvo algo? - ¡No!. Tengo una cita - como si beber en un bar estuviese prohibido. No sé por que reaccioné de aquel modo, no tenía por que aclarar que hacía allí. - Frunció el ceño y se recargó de la barra acercándose demasiado - Pedirá alcohol para desinhibirse y para que te desinhibas, es mejor que te adelantes o pensará que sólo estarás con él si te emborracha. Por cierto... ¿es muy temprano o él es un impuntual? - Llegué antes - Entonces viniste a verme  - Sus ojos aceitunados brillaron sin perder esa sonrisa y mi corazón dio un vuelco causando una onda que me recorrió la entrepierna, debió notarlo - es una broma Mara. Me alegra que tengas una cita pienso que lo necesitas - acarició mi barbilla y el olor a limón me impactó como el recuerdo bajo la ducha, podría beber tequila de sus manos sin dudarlo, lamer la sal de su boca o de su ombligo. Se alejó para atender a los clientes, estaba convencida que me había dejado con la cara de tonta y se podía ver a kilómetros. Ese efecto lo tendría con cualquier mujer y si ese hombre tenía novia o esposa debía ser la chica más feliz del planeta. - ¿Maraí… ? Giré y mi cita había aparecido. Para ser honesta las fotos eran de un hombre simpático, pero en persona era mucho más atractivo. Besó mi mejilla y se ajustó los anteojos. Le pidió al bartender un par de cervezas sin consultarme, sentí implícito en su sonrisa un "te lo dije" mientras mi cita de una noche se dispuso a hablar preguntándome si tenía hijos, él tenía uno de cuatro años. ¿Era correcto indagar sobre la vida personal en una cita s****l? Lógicamente era mejor no tener que beber para darme valor de ir al punto, tampoco quería hablar de mi. Tenía cero experiencias en citas sexuales , pero era normar y hasta comprensible asegurarse de que no éramos un psicópatas. Le iba respondiendo animadamente o eso trataba, mi mirada se perdiera de vez en cuando al fondo de la barra, en las expertas manos grandes que exprimían el limón y servían tragos. Cuando me miraba de reojo sentía la sangre arder, me ponía nerviosa, me agitaba la respiración. A pesar de estar conversando con mi cita sentía su presencia y su mirada cada tanto, ¡y vaya que me causaba placer!, uno que trataba de ahogar con las cervezas que mi cita creyó me desinhibirían. Era absurdo, ni siquiera sabía su nombre y era la segunda vez que lo veía, la verdad esto se me estaba saliendo de las manos causándome una incontrolable ansiedad que debería estar sintiendo por mi cita.. - ¿Quieres ir a otro lugar? - lo interrumpí de pronto - quiero decir, si quieres... - ¡Vaya! Yo…   ¡Claro que quiero! - Basta de prólogos, éramos adultos y era mejor que fuéramos al grano. Además me sentí de maravilla proponiéndolo - de hecho me sorprendió que eligieras este lugar, casualmente mi departamento está a dos cuadras de aquí llegué caminando - Mi auto está en el parking del bar así que podemos irnos ahora Salí de su mano y no miré atrás, dejé de pensar. Deseaba que llegáramos lo más pronto posible, estaba muy ansiosa y poco me importó el sitio, apenas le eché un vistazo al departamento, sólo supe que era amplio y tenía muchos aparatos con cables. Aquel hombre era mi cita de una noche y yo necesitaba hacerlo de una vez por todas, así que me salté cualquier protocolo normal que conociera o que hubiese aplicado en mi vida y lo besé. La ropa fue sobrando, se quitó sus anteojos sin dejar de tocarme. Encontré en su boca el escape que necesitaba, en sus manos las caricias que me hacían falta, finalmente cuando llegamos a su cama lo miré y por un segundo cuando rozó mi boca con sus dedos percibí ese aroma a limón, aunque en realidad no estuviera. Cerré los ojos con fuerza abocándome a disfrutar del cuerpo que tenía entre mis manos, el hombre que me deseaba con fiereza despertaba mis bajos instintos y se sentía tan bien, era un estado tan placentero que por alguna razón inexplicable no pude mantener dentro de mi, duró unos segundos, no lograba concentrarme. Había pasado mucho tiempo y era la primera vez que simplemente tenía un arrebato como ese. Su boca humedecía mi vientre y mucho más abajo al tiempo que rogaba por mucho más, en algún momento dejó de ser el conato de algo primitivo para volverse... delicado y sutil acallando mis pensamientos irracionales y salvajes. Devolviéndome a una conciencia tonta moralista. Traté, pero no era suficiente en algún punto me perdí dejando de disfrutarlo. ¡Que estúpida!. Tenía a un hombre apuesto entre mis piernas y quería que terminara de una vez el balanceo sobre mi. Su respiración agitada me indicaba que eso ocurriría pronto, no era nada raro que me acordara de Cal y que me pareciera el mismo acto a pesar de que según yo a él lo amaba y este era un completo desconocido. No faltó el momento de juzgarme por estar allí. Cuando se desplomó sobre mi yo también estaba cansada, mental y ridículamente agotada de creer que me sentiría mejor si tenía sexo con cualquier hombre. No sé si para todas las mujeres es igual, pero yo necesitaba más y ese mismo planteamiento lo había tenido muchas veces, incluso estando con Cal. Pensé que probablemente yo estaba fallando, por ello se buscó una amante. Pues precisamente esto tuve con mi ex y terminaba de la misma forma, desecha en pensamientos e insatisfacción. ¿En donde estaban esas historias en donde el orgasmo era una pequeña muerte? y no es que no lo disfrutara, era en el fondo un vacío, algo insuficiente que nunca me llevaba al estasis. No fue para nada un mal polvo yo era un problema. ¿Qué demonios era lo que necesitaba?. - Gracias por esta noche - dije mientras me vestía apresuradamente y él se veía tan plácido desnudo en la cama que sentí una ligera envidia. - ¿Por qué no te quedas? - me sonrió dulcemente, pareció por un segundo que era buena idea exigir algo de eso, pero él no era una de esas citas para acurrucarse. Había determinado que tenía un "problema" que resolver con el sexo y ya no podía seguir buscando más por esa noche. - Mi hermana me está esperando para cenar y… - Podemos vernos este fin de semana - se acercó paseando sus manos insinuantes por mi cintura pegándose a mi cuerpo y besando mi cuello. Podría hacerlo, podría intentarlo de nuevo. Era muy guapo, dulce y no me costaría en absoluto - Puede ser - gemí - Fue un placer.. - reí y él también - me gustó mucho conocerte Jim - Eres deliciosa Maraí y quiero volver a tenerte - no a verme pensé, así deberían ser las cosas y deseaba adaptarme a ese modo netamente s****l. Me alejé tomando mi chaqueta y colocándomela sin ningún pensamiento. No necesitaba acurrucarme, era mucho más y tenía que descubrirlo, pero no esa noche. Lo último que le dije antes de salir como si hubiese pagado por su servicio y se acabó mi turno fue en escueto "hasta pronto". Y mientras me alejaba lentamente por la calle me pregunté si podría manejar a partir de ese momento todo de ese modo. Una noche de sexo y un adiós sintiéndome miserable por no saber darle a mi cuerpo lo que pedía agritos. ¿Valía la pena?. Antes de los cuatro años con Cal salí con Brad por un año y medio, antes de eso me dediqué a estudiar y a ser un ejemplo para mi hermana además de un orgullo para mi madre y mi abuela. Perdí mi virginidad en la universidad y nunca fui afecta a las fiestas, tragos o drogas. Había estado sólo con 4 hombres a mis 32 años y ninguno un desconocido, era yo quien no tenía la experiencia para pasar sólo una noche y obtener el máximo de placer, sin embargo era todo lo que quería dar. Resople perdida en mis pensamientos hasta mi auto, me iría a casa y olvidaría toda esta locura de encontrar lo que no sabía que quería. - Ese auto tuyo es una belleza - estaba apoyado de la pared del parking a un lado del bar fumándose un cigarrillo, le dio una última calada y lo tiró al suelo - ¿Si tú estás aquí quien sirve los tragos? - pregunté tontamente mientras se acercaba - Es mi descanso. ¿Tan mal estuvo tu cita? - No estuvo mal, simplemente terminó. - Te invito un trago en la barra, parece que fue muy mal si te dejó pensando y caminando.. sola hasta aquí - sonrió y entendí perfectamente su doble sentido - Gracias, pero ya debo irme a casa. Eres muy amable…. - Peter Me extendió la mano con una sonrisa y la tomé registrando su nombre en mi mente junto con la palabra delicioso. La apretó ligeramente tardando demasiado en soltarla y es que no era de extrañar que yo tampoco quisiera que lo hiciera. Me aparté para abrir la puerta muy desencajada. - Adiós Peter - Espero que puedas venir el viernes, hay un karaoke y para ti desde el primer trago será gratis - Me lo pensaré - le sonreí La forma en que me miraba, cómo tomó mi mano. No eran ideas mías, quizá esa sensación extraña también la sentía y aunque no le di importancia en ese momento, tomé la decisión de aceptar esa invitación por el simple hecho de tenerlo cerca y que esa aura poderosa que emanaba me envolviera, aunque fuera por solo unos minutos.
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