A salvo en su escondite favorito en lo alto de un acantilado, por la mente de Chase pasaban al menos una docena de planes mientras miraba con tristeza las olas que se extendían más abajo. La mayoría de ellos consistían en huir y empezar una nueva vida en otro lugar. Pasó diez minutos convencido de que acudir a la policía era su mejor opción, hasta que se dio cuenta de que no tenía precisamente la mejor reputación entre la policía local, ni siquiera en los mejores momentos. Si acudía a la comisaría alegando que su director podía controlar el tiempo y le había dado una paliza porque se había colado en su cosa de visión-memoria, probablemente le detendrían por hacer perder tiempo a la policía. Eso o parecer un absoluto maníaco y acabar golpeado de por vida en algún tipo de institución. No es