«Voy a morirme»
«No quiero morirme»
«Arturo, no quiero morirme»
Mis dedos temblorosos presionaban mi área estomacal intentando detener el sangrado, mis lagrimas caían por mi rostro. La iluminación se habia perdido, todos esos disparos destruyeron la mayoría de las luces.
El vestido blanco que traía en esa ocasión se habia manchado en una tonalidad carmesís, tan vivido, húmedo por la sangre que resbalaba entre mis dedos. Con mi mano izquierda hacia presión donde habia recibido el disparo mientras que con la derecha sostenía aquella pistola que le retire a uno de los cadáveres al lado de barco desde donde me estaba escondiendo. Respiraba con dificultad, todo eso me estaba mareando. Mi corazon martillaba, el pánico, el horror, el temor de haber estado rodeada de dos monstruos que estaban colisionando, destruyendo mi mundo a mas no poder. Uno era temido por la mafia, y el otro era temido por los asesinos.
—Sal ahora Arturo, o tu linda colibrí morirá en mis manos—una macabra, ronca, y ahogada risa hacia eco en aquella iglesia— ¿No saldrás? Arturo, no me dejas de otra que tener que encargarme de tu bella prometida—su tono se enronquecía sonando más malévola—Quería robarte a tu novia, que me vieras llevándomela mientras morías desangrando, pero al parecer la historia cambio —rio de manera desalmada— Ahora, quiero matar a la novia.
El frio metal del arma se habia calentando en mis manos, la sostenía como si fuese mi único seguro de vida. Tras aquella declaración comenzó a retumbar mas disparo. Desde donde me encontraba pude ver a mi lobo disparar. Sus ojos miel se iluminaban a una intensidad impresionante que simulaban el carbón encendido, una llamarada que podría acabar con todo el planeta si se lo planteara.
Mas sonido de disparo retumbaban, sonidos ahogados de hombres cayendo al suelo tras ser disparados. Volvía a agachar mi cabeza intentando relajarme de todo ese caos, imposible, ellos se matarían y con ellos moriría yo si no salía de ese lugar. Aquella iglesia donde se suponía que solo debía actuar como la novia perfecta se habia arruinado, esa actuación se me estaba saliendo de las manos. Agachaba mas mi cabeza hasta llegar al suelo sintiendo el frío del, me sentía a salvo, tranquila, pero era jaloneada por mi pie derecho con una fuerza desgarradora donde apenas pude reaccionar.
—¡Suéltame!
Chillaba con fuerza para alertar a Arturo. Intentaba patearlo algo que fue denegado al el tomar ambas piernas. Mis ojos observaban la macabra sonrisa del diablo que me observaba con una mirada penetrante, sus ojos que brillaban como un diamante. Mi vestido se manchaba aun mas por mi sangre, el velo se ensuciaba por la suciedad del suelo. Mi cuerpo era arrastrado siendo el dolor amortiguado por la falda del vestido.
—¡Ayudame!
Su cruel sonrisa se vislumbraba mientras me sacaba del banco de la iglesia. Me levantaba con dificultad con objetivo de escapar, pero era detenida cuando este con fuerza me jalaba del cabello para obligarme a levantarme. Con el arma en mi mano intenté dispararlo pero solo fui recibida con un golpe en la mano von su pie que me obligo a soltar el arma por el impacto.
—Arturo —agarrándome con fuerza por el cabello me sometía con su mano izquierda mientras con su mano derecha me apuntaba en la cabeza— te doy tres segundos para que aparezcas…….1……2……
—Suéltala—un tono tan frio como el glacial retumbo en la iglesia— déjala ir, tengo a tu hermana.
—Suelta a mi hermana.
—Entonces déjala ir, ella no tiene la culpa de nada.
El soltaba mi cabello sonriendo levemente aun apuntándome—Bien, vete pequeño colibrí.
Con dificultad me levantaba caminando hacia donde estaba el arma que Dimitri me habia quitado. Mi corazon iba a mil, tomaba el arma comenzando a caminar hacia mi amado, mi rey de las penumbras, el rey del inframundo. Él se mantenía apuntando a Dimitri, mientras Dimitri me apuntaba. Llegaba a su lado notándolos mirarse de manera intensa. Toda la iglesia cubierta por sangre, la salpicadura habia revotado en los bancos, en el oratorio, y los escalones. Eran alrededor de quince hombres muertos en todo el lugar, siendo apenas iluminados.
Dimitri me observaba con una sonrisa perversa, estaba tan cerca de Arturo que podría besarlo, abrazarlo, pero lo que hice fue levantar mi arma hacia el desviando levemente mi mirada hacia un lado. Me sentia llena de bochorno, era una cruel mentirosa que jugo como titiritera con el.
—Linaris, que estas haciendo—su voz sonaba ronca.
—¡Ja! Hazlo perra, encárgate de tu trabajo ¡Hazlo! Mátalo ¡Mátalo y mándalo al infierno! —rio a la distancia en carcajada Dimitri— Arturo ¿Acaso la mataras? Porque tendrás que matarla si no quieres que ella te mate a ti.
Escuchaba todas esas palabras del las cuales se clavaban en mi piel, supe desde el principio cual era mi misión.
Entonces
¿Por qué dolia?
Me daba pavor levantar si quiera la mirada pues el imaginar los ojos de decepción de Arturo eran suficiente para congelarme. El corazon me martillaba de maneras impresionantes.
—Linaris —su voz se mantenía impenetrable, fría, sombría— ¿Tu objetivo era matarme? —continúo mirando fijamente a Dimitri sin bajar el arma hacia el.
El silencio entre nosotros solo era interrumpido por la despiadada risa de Dimitri.
—Linaris, responde.
—Yo..yo…—tartamudeaba— Arturo yo….
—Linaris, si vas a matarme hazlo bien —con su mano libre elevo mi arma a su cabeza— Hazlo de una vez, jala el gatillo y mátame, porque si no lo haces juro que te encontrare hasta en el último rincón del infierno, te arrastrare, y acabare contigo yo mismo—sus ojos se mantenían fijo en Dimitri el cual no dejaba de apuntarme.
—Arturo….yo…..
—Linaris, hazlo, porque no responderé a lo que voy a hacerte.
Mi mano izquierda hacia presión en mi herida, mi mano derecha se mantenía en el gatillo de mi arma.
—Vamos Julieta, mata a tu Romeo —rio Dimitri— ¡Hazlo! ¡Mátalo! ¡Tienes que hacerlo! ¡Ahora!
Un jalón del gatillo.
El sonido de tres amas se escuchó.
Dos cuerpos cayendo.
Aquella iglesia que habia sido testigo de las atrocidades de la oscuridad, de la guerra, del dolor, por fin se mantuvo en silencio.