-4- El Dolor del Pasado

1034 Words
«¿Cómo se supone que me debo vestir para tomar un café con Santiago?» La situación es un tanto incomoda, no es como si no nos conociéramos, todo lo contrario, nos conocemos demasiado bien. Diría que es el primer hombre que me ha conocido tan bien. Me miro en el espejo una vez más y me termino de convencer que los pantalones cortos de jean que elegí y la blusa blanca que llevo puesta son una buena elección —Es un vestuario casual para este clima de verano— Me digo mirándome al espejo y luego cambio las cosas de bolso y ya estoy lista. Justo al mismo tiempo que escucho el timbre. Inmediatamente voy hacia la puerta y abro, allí esta él con sus ojos negros mirándome de frente —Hola— Lo saludo tratando de normalizar toda esta situación. Él me mira por un instante —Hola ¿lista?— Pregunta y asiento. —Claro...— Contesto y salgo del departamento para después cerrar la puerta. Caminamos el pasillo hasta subir al elevador en absoluto silencio y es que en verdad la situación es un tanto extraña —¿Ya has visto a tu familia?— Me pregunta de la nada y supongo que lo hace para romper el silencio. —No, ellos están de vacaciones. No regresan hasta casi dentro de un mes.— Le respondo sonriente. —¡¿Un mes!? Vaya vacaciones que se han tomado...— Me dice riéndose. Salimos del edificio y dejo que él guie el camino —Si, han ido a visitar a nuestros parientes en Francia...— Explico. —Si, me acuerdo de ellos. Nunca olvidare esas vacaciones.— Comenta y noto un rastro de melancolía en su voz. —Fueron unas vacaciones muy especiales.— Añado mientras seguimos caminando. Sus ojos se clavan en mí y no sé si es una buena idea que continuemos hablando de esto. —Las mejores. El recuerdo de aquella noche sigue grabado en mi mente.— Expresa y de verdad esto se vuelve incomodo a cada momento que pasa. —No quiero que hablemos de eso Santiago.— Digo intentando de que no siga entrando en detalles de nuestra primera noche, es muy incómodo en este instante. Él me lanza una leve sonrisa —Perdóname. Entremos, es aquí.— Me explica. Entramos al café que ha elegido y tomamos asiento en una mesa alejada de las demás. —Es raro esto de ser alguien reconocido ¿no? desde que saliste en las revistas, todos saben quien eres y a que te dedicas— Le pregunto viendo que intenta ocultar quien es y que no solo lo han catalogado como uno de los mejores arquitectos, sino que uno de los más guapos. —No era esto lo que esperaba de mi carrera, pero ha tocado así y no puedo hacer nada.— Dice sonriente. —Te entiendo... ¿y tu novia sabe de que estas aquí conmigo?— Inquiero cambiando de tema. —No. Si le digo quien eres querrá mudarse conmigo.— Me responde y luego se ríe. Lo miro entrecerrando mis ojos y realmente no entiendo porque no le ha dicho que me conoce, aunque ahora que lo pienso, yo tampoco sé si le diré a David quien es Santiago. En realidad, nunca le conté a nadie lo de la perdida de nuestro hijo. —Me imagino...— —¿Y tú?— Pregunta de la nada. —¿Yo que?— Cuestiono. —¿Tienes novio?— Su pregunta me toma por sorpresa. —Eh si... si tengo.— Respondo algo nerviosa y ni siquiera sé por qué. —¿Vive aquí en Tampa?— Presiona y me siento en una especie de interrogatorio. —¿Acaso me trajiste aquí para interrogarme?— Le pregunto entre risas. —Lo siento, es simple curiosidad. Es que hace tanto tiempo que no nos vemos...— Se disculpa avergonzado. —Lo sé...— —Sabes... me gustaría que pudiéramos hablar de lo que sucedió.— Me dice cabizbajo y sin poder mirarme esta vez. —Santiago, yo no sé si pueda... ni siquiera sé si quiero.— Le confieso. —Jaz, desde aquel día que no hablamos. Tú te fuiste y nunca supe más nada de ti. A mí también me dolió mucho lo que sucedió.— Dice esta vez mirándome. Mi ánimo automáticamente cambia al recordar todo —Santiago, cuando sufrimos el accidente y perdí él bebé yo me fui a Londres. Necesitaba distancia de todo, pero sobre todo de ti.— Le explico. —¿De mi?— Me pregunta sorprendido. —Si, no era fácil verte. Yo te he culpado mucho por lo que me paso.— La tristeza se vuelve a ponderar de mí y puedo sentir como las lágrimas se acumulan en mis ojos. —Tú sabes que yo no tuve ninguna responsabilidad en el accidente, que fue el conductor del camión el que cruzo el semáforo en rojo ¿no?— Me pregunta casi en un susurro. Las imágenes de ese día vuelven a mi mente —Si, lo sé, pero también sé que ese día te dije que no quería ir a aquella fiesta.— Le recuerdo y su rostro cambia automáticamente. —Lo sé... tienes razón...— Responde muy triste. —Quizás si no hubiéramos ido yo no habría perdido a nuestro hijo, pero ya paso Santiago... de verdad no quiero hablar más de eso. Me duele mucho.— Admito sin poder continuar. —A mí también me duele mucho. Ese día no solo perdí a nuestro hijo, pero también te perdí a ti. No sabes cuánto he sufrido, cuanto me ha costado superarlo.— Confiesa con mucha melancolía. —Yo intenté quedarme a tu lado, pero no pude... lo siento. Por favor, Santiago, no volvamos a esos recuerdos. Miremos hacia delante, nuestras vidas han tomado rumbos distintos y el volvernos a encontrar no tiene por qué afectarnos. Como tú dijiste hoy, intentemos ser amigos.— Propongo. Él asiente —Tienes razón, no podemos cambiar lo que paso. Miremos adelante, seamos amigos.— Me responde y luego pide otro café para que sigamos conversando, aunque sé que es difícil
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