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1936 Words
Estar embarazada era tan hermoso, pero a la vez tan cansado. Cualquier embarazada estaría de acuerdo conmigo, traer al mundo a un bebé no era nada fácil. Me había llenado de películas y documentales, junto con libros para estar preparada para el parto. Nada de eso funcionaba, me ponía más nerviosa ver a las mujeres en la sala de parto pujando con dolor, cómo su rostro se distorsionaba cada vez que gritaban, eso debe doler. Y ahora me veo siendo una cobarde cada vez que pensaba en ello, Angie me había dicho que sería eternamente doloroso las siguientes horas, y eso me ponía más asustada. Llevo la cuchara de helado a mi boca y saboreo el rico sabor vainilla mientras miro una escena de una pareja llorando porque su amor es imposible. Estaba algo sentimental ese día, Freddy estaba en el trabajo, y yo estaba la mayoría de la mañana y tarde sola viendo mis películas de amor y comiendo. Era buena la vida hasta que alguien tocó a la puerta. Me sostuve del mueble para levantarme, porque con mi panza ahora ya grande, estaba siéndome imposible moverme sin ayuda de alguien o de un objeto, a esto se reducía mi vida. A depender de alguien. Camino hasta la puerta hasta que encuentro a mi amiga también embarazada. Alza las bolsas que estoy segura están llenas de más helado y un montón de calorías. Sonrío. —Bienvenida. —Abro la puerta para que entre. Me saluda y pasa a la cocina donde deja las bolsas y comienza a sacar las cosas. —¿Una tarde de chicas? —Sostiene un frasco de nutella y en la otra mano un bote de helado con chispas de chocolates. Mi estómago le agradece eso. —Cuando quieras, siempre que traigas comida. —Rio. Nos sentamos juntas en el sofá y con un montón de cosas que te harían engordar, cosa que no nos preocupaba porque ya estábamos más gorda de lo que necesitábamos. Vimos un maratón de películas románticas. Hermosa tarde pasé con ella hasta que se levantó del sofá y fue a depositar todo lo que había comido en el váter. Fue cuando la tarde de chicas perfecta se había ido por el retrete. Sostuve su cabello mientras ella volvía a depositar otra vez su comida. Lágrimas se filtraron por mis ojos, pero las sequé rápido. Cuando ella terminò, le di una toalla para que se limpiara. —Esto sigue siendo asqueroso —se quejó. —Tienes que ser fuerte por el bebé. —Me miró con cansancio, se veía pálida. —Lo soy, pero a veces las fuerzas se me van. La llevo a un abrazo y la mantengo ahí para que llore. La dejé llorar en mi hombro como cada vez que pasaba esto, ella estaba debilitándose cada día con el tumor. *** —Llévame al cine —le pedí a mi esposo. —¿Al cine ahora? —Asentí. Eran las ocho de la noche, así que teníamos tiempo para ver una película. —Tengo trabajo para entregar mañana —miré los planos en su mesa. Hice un mohín, quería ver mucho esa película de zombi. —Escogeré una buena película —aseguré. Él me sonrío. —¿Me llevas? —Le hice ojitos. Lo cual lo hizo sonreír más grande. Se levantó de su silla y caminó hasta tenerme en sus brazos. —Vamos a verla, el trabajo puede esperar, pero mi esposa y bebé no —besó mi coronilla y me llevó al cine. Pedimos un combo extra grande de palomitas. Yo comía muchas palomitas en el cine, y valía por dos. La película me hizo llorar al final, fue la primera película de zombi que me hacía llorar ¿extraño, no? Pero era sumamente diferente a todas las que había visto, “Estación zombi” la catalogaba en la mejor película de zombi. —¿Satisfecha? —Preguntó una vez que salimos del cine. Sacudí mi cabeza. —Tengo hambre ¿me llevas a cenar pizza? —Enseñé mis dientes en una sonrisa. Asintió. Me había casado con el mejor hombre en el mundo. Había tomado la mejor decisión de mi vida. Llegamos a casa a medianoche. Estaba muy cansada y solo quería dormir. Me fui directo a la cama. Cuando desperté en la madrugada para ir al baño, me encontré con Fredy en su mesa de trabajo dormido encima de sus planos. Lo había obligado a ir conmigo cuando él me dijo que tenía mucho trabajo y aun así fue porque me quería ver feliz. Y ahora tuvo que desvelarse para terminar su trabajo, eso me encogió el corazón. Fui de regreso a la habitación y tomé una manta, la puse encima de sus hombros para cubrirlo. Y ante el toque él se despertó. —No quería despertarte —tomó mi mano y la besó adormilado. —No te preocupes, lo terminé —sonrió. —Vamos a la cama. Se levantó y con las manos entrelazadas fuimos a nuestra habitación, se quitó la ropa y se subió a la cama en calzoncillos. Esa noche dormimos en cucharita. —Te amo —susurró en mi oído cuando el sueño me llegó. *** Fredy había salido con prisa que no pudo desayunar conmigo. Becky llegó temprano y desayunó conmigo, Randy su esposo, también había ido al trabajo y no quería desayunar sola. —¿Qué quieres hacer hoy? —Preguntó. —Comer y dormir —sonreí. Ella sacudió la cabeza. —Vamos de compras, quiero escoger ropa para el bebé. —¿Y dónde está Aileen? —Está quedándose con Angie, sabía que pronto estaría empeorando con los síntomas. Y no quiero que me vea en mi peor momento. —¿No te preguntó acerca de ese día? —Lo hizo, pero le dije que era a causa del embarazo. Supo entenderlo, es inteligente. Hubo un día donde solo estaba Becky y Aileen en casa, Randy estaba trabajando, así que no estuvo presente cuando ella se vomitó y se desmayó en el baño. Ese día yo llegué de visita y encontré a la niña llorando con el cuerpo de su madre a un lado, Becky estaba pálida y parecía muerta. Los ojos se me llenaron de lágrimas y me preocupé por el bebé y ella. Volvió en sí y le dije que teníamos que ir al hospital, se negó. Ella sabía que si íbamos al hospital todos se enterarían de su enfermedad. Llevaba en secreto con su doctor acerca del tumor, nadie de la familia, excepto yo lo sabía. Y me destrozaba ver como día a día se veía sin fuerzas. En varias ocasiones le supliqué que le dijera a su esposo y hermana, acerca de su tumor, pero siempre se negaba. Sabía que si ellos sabían podrían ayudarla más y estar al pendiente de ella y el bebé. —¿No crees que deberías decirle a Randy? Creo que ya es hora. —No quiero hacerlo sufrir más. —Lo necesita saber. Becky, piensa en tu bebé. Lágrimas se formaron en sus ojos. —No quiero destruir su vida, no quiero verlo llorar por mí. —Él te ama, comprenderá, buscará lo mejor para ambos. Es tu esposo, le juraste no decirle ninguna mentira. —¡Lo sé! —Lloró. —Lo sé, lo sé, lo sé. Pero no tengo opción. ¿Ves lo feliz que está con la llegada de nuestro bebé? Él piensa que nuestro final feliz ha llegado, que no habrá más dolor y sufrimiento, que no correrán lágrimas. Piensa que por fin podemos vivir juntos y felices. Siempre hay una sonrisa en su rostro cuando llega a casa, siempre está diciéndome lo mucho que me ama, lo feliz que está por recibir a Walter, me lo dice todos los días. Y cada vez que lo veo sonreír un pedazo de mi corazón se agrieta y apachurra con una punzada de dolor, porque en el fondo sé que no estaré ahí para él cuando el tumor me acabe. Cuando me consuma y me lleve, no estaré con mis hijos al verlos crecer, no veré en las personas que se convertirán. Y sé que Randy querrá morir cuando ese día llegue, cuando se entere sobre el tumor que tuve y nunca le dije. Llorará todo lo que no lloró cuando sonreía. Cada sonrisa será cobrada con lágrimas, y el dolor lo consumirá hasta hacerlo caer de rodillas, querrá gritar y arrancarse el corazón, y lo sé porque eso es lo que está haciéndome a mí. Estoy aguantando el dolor de todos en mi pecho, estoy sufriendo por ellos, y estoy sonriendo por ellos, cuando en el fondo mi corazón se marchita con el dolor que les causaré en el futuro. —Fui a ella y la abracé. Los llantos eran desgarradores, llenos de dolor y sufrimiento, sé cuánto daño le hacía, sé cuánto dolor aguantaba por no decirles la verdad. Ella tenía razón. Estaba salvándolos de un sufrimiento interminable, pero también estaba condenandolos al vacío de su presencia, a una cadena perpetua de lágrimas. De eso estaba segura. —Quiero regalarle un pedazo de felicidad, quiero que vivamos nuestro final feliz hasta que el momento llegue, ellos no lo sabrán. Mientras, seremos una familia feliz. Viviremos una mentira que les construí a ellos. Estoy ahorrándoles el dolor que vendrá después. Asiento, entiendo lo que dice y siente. No salimos de compras y nos quedamos a ver unas películas de amor, comiendo. Lloramos, pero sabía que no llorábamos por la película sino por nosotras. Por lo que sabíamos que pasaría después de que la muerte se la llevara. Porque, aunque no quisiera ver la realidad ahora, sé que el tumor avanzaba dentro de ella, y se negaba a tomar el tratamiento por el bebé. Y eso estaría costándole un precio alto. Pero ambas teníamos pequeñas esperanzas, y esperaba eso valiera mucho por hoy. Randy pasó a recogerla. —Hola ¿cómo estas con el bebé? —Me dijo una vez que entró a mi casa. —Comemos mucho —él sonrío. —¿Cómo le asentó la noticia a Fredy de que iba a ser una niña? —Amó saber que era una nena, porque quiere consentirla. Pero en secreto sé que también esperaba un niño. —Tal vez la próxima vez tenga suerte —sonrío divertido, entiendo su doble sentido en la broma lo que hace que ría. Becky nos mira con una sonrisa y melancolía en su rostro. Se lo que está pensando, pensará que una vez que Randy se entere del tumor de Becky, ya no sonreirá, espero que se equivoque, que Randy encuentre las fuerzas necesarias para sonreír mientras esté con ella. Le pregunté si le iba a decir una vez que tuviera a Walter y tomara la medicación para tratarlo. Ella dijo que hablaría con su neurólogo y le contaría a Randy. —Tenemos que pasar a recoger a Aileen a casa de mi hermana —comentó Becky a Randy —tenemos que irnos, nos vemos el próximo fin de semana —me dio un beso en la mejilla y se fueron. No sabía que lloraba hasta que sentí la humedad en mis mejillas. Esto era injusto. Ella debería tener más tiempo con sus hijos. Me negaba a dejarla ir. Era mi mejor amiga. Era como mi hermana a la que me estaban arrebatando. Lloré hasta que Fredy llegó. —¿Sucede algo? ¿Dónde te duele? —Sacudí la cabeza. —El dolor está aquí —señalé mi pecho. —Y no se va a ir. Fredy no sabía tampoco sobre Becky, solo yo era la única. La que cargaba con el dolor que ella sintió. —¿Qué pasa? —Estaba preocupado, ahora me sentía mal por hacerlo preocupar. —Esto no se aliviará tan fácil, solo es algo que debes en when me hace quedar sentada y quieta para que no duela tanto. Es un dolor que no puede ser descubierto, un dolor que no quiere dejarse ver —le doy una sonrisa triste. —Estoy bien, sé que ahora no me entiendes, pero me pasará. Es cosa de las hormonas de ser madre. Asintió no muy bien convencido. Quería contarle a cerca de mi amiga, de todo, pero no podía porque Becky me hizo prometerlo y era algo que no iba a romper tan fácilmente aun así mi vida dependiera de ello. Una promesa entre mejores amigas era algo que no se deshacía tan simplemente. Solo así. Y me guardé mi dolor.
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