Matrimonio forzado.

1033 Words
—Annabella, ya está decidido, te vas a casar con Alexander Meléndez —dijo Rebeca. —No, no quiero casarme con él, vivimos en una sociedad libre, los matrimonios arreglados dejaron de existir hace mucho tiempo. —Callate —dijo Rebeca mientras le daba una bofetada a Annabella—. Has vivido bajo este techo y ¿de esta forma quieres pagarnos? Nuestra familia está pasando por una gran crisis económica, necesitamos dinero para que Dayana termine la universidad, encuentre un marido adinerado y volvamos a la gloria. —¿Acaso olvidas que yo soy tu hija? Si no fuera por mi padre no hubieras tenido nada en todo este tiempo, pero tú avaricia y la de ese tu marido nos llevó a la ruina. —Me harás caso, si no yo mismo me encargo de desfigurar ese rostro que tiene que me recuerda al inútil de tu padre y tú futuro estará arruinado. Jean Carlos entra al salón. —El señor Meléndez está llegando, todo está listo para que el trato de cierre hoy —dijo Jean Carlos emocionado, pues recibiría una gran cantidad de dinero como un dote. —No firmaré eso, están en contra de mi libertad —afirmó Annabella. —Es que no has entendido, no te estoy consultando, el matrimonio es un hecho. Un empleado baja con una maleta. —El día de hoy te irás de esta casa, ya no serás más un estorbo para nosotros. Anuncian la presencia del señor Meléndez. —Señor Meléndez, es agradable tenerlo por aquí. —¿Dónde está la jovencita? —pregunta el señor Meléndez. Jean Carlos la señala y le hace señas a Annabella que saludé, pero está se resiste. —Disculpe por los modales de nuestra hija —dijo Rebeca—, es solo que la noticia la ha dejado impactada aún. —Quiero hablar a solas con ella. Rebeca y Jean Carlos se quedaron viendo, dejar a Annabella a solas con el señor Meléndez podría traerles problemas, ella podría hablar de más. —No es una consulta, es una orden —afirmó el señor Meléndez. La pareja se salió del salón, dejándolo solos. —Se que esto te parece absurdo, tus padres han hecho su solicitud, pero yo quiero saber, ¿qué quieres tú para casarte con mi hijo? —Si mi disculpa señor Meléndez, hay muchos rumores de su hijo, quien se casé con él será un castigo, un hombre inválido y además que no puede cumplir sus obligaciones de hombre, es un castigo, además, yo no siento nada por él. —Entiendo tu punto de vista, pero de algo estoy seguro, tu familia aquí no te quiere, te han cambiado como si fueras mercancía, al menos conmigo no tendrás que seguir sufriendo por eso. —Si yo decido casarme, quiero terminar mi carrera y desarrollarme profesionalmente, no quiero ser solamente alguien que no sea capaz de valerse por si misma. —De acuerdo, ¿algo más que deseas? —No quiero que se haga pública mi situación como la esposa de su hijo, eso arruinaría mi futuro. —¿Algo más? —No, solamente eso. —De acuerdo, firma este documento y nos vamos. Annabella revisa el documento, era un acta de matrimonio. —Pense que aún no nos casaríamos. —No, hoy te vas conmigo como la esposa de mi hijo y esto es para siempre, no hay un acuerdo que indique un plazo. El sueño de Annabella era casarse con velo y corona, pero ahora se esta casando solo firmando un pedazo de papel. Tomó la pluma que el señor Meléndez le estaba ofreciendo y firmó el documento. Oficialmente era la esposa de Alexander Miller. —Deja tu maleta, no necesitas llevar nada de aquí. —Solo quiero llevarme algo, es un recuerdo de mi padre. —Esta bien, es de mucho valor sentimental para ti, pero no quiero que lleves ropa ni nada. Ella sube a su habitación, pero su madre la detiene. —¿Para dónde vas? ¿Has dicho algo indebido? —Voy a mi habitación, necesito recoger algo. —¿Que te ha dicho el señor Meléndez? —No te preocupes, me iré de esta casa, pueden hacer fiesta el día de hoy. Annabella sin dar tantas explicaciones, saca una pequeña caja, con estilo de cofre y baja hacia el salón, aquí ya se encontraban Jean Carlos y Rebeca. —Tal como hemos acordado, Quince millones de dólares en efectivo. —¿Dónde hay que firmar? —preguntó Jean Carlos. —Anna ya lo ha hecho, de ahora en adelante ya no será una carga más para la familia Rodríguez. —Annabella, esto que estás haciendo... —No vengas con mentiras, me vendieron por quince millones, espero que con eso sean felices, porque por mi ya no recibirán más dinero. Ya estoy lista, señor Meléndez. El señor Meléndez salió con ella, vio que llevaba un cofre y lo sostenía con mucha firmeza. —Solo una cosa más, Jean Carlos, estás despedido. El auto arrancó, saliendo de la casa que su padre con mucho esfuerzo había comprado. —Al fin se ha ido, se que te han despedido, pero son quince millones, con esto pagamos la universidad de Dayana. El salario de Jean Carlos en el grupo Meléndez era de apenas cincuenta mil dólares al año, ahorita han recibido 300 veces ese valor, no necesitarían trabajar en años, mientras su hija consigue un esposo adinerado. Dayana estaba recién llegando a la mansión. —¿Quién era ese que se acaba de ir? —El señor Meléndez, hemos cerrado el trato del matrimonio de Annabella, ganamos mucho dinero con ella. —Ya se ha ido esa aprovechada, ahora que hablan de dinero, necesito quince mil dólares, mis amigas quieren ir a Italia de vacaciones y lo harán en los mejores lugares. —¡Claro hija¡ El dinero aquí ya no hará falta —dijo Jean Carlos. Agarró del maletín dos fajó de billetes. —Aqui hay veinte mil dólares, tu te mereces todo lo que es de nosotros. —Yo no quiero efectivo, lo quiero en mi tarjeta, que por cierto a la par de mis amigas está parece de pobre.

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