CAPÍTULO SIETE Darius se encontraba en el campo de batalla, empuñando una espada hecha de acero y miró a su alrededor, contemplando el panorama. Tenía una naturaleza surreal. Aunque lo estaba viendo con sus propios ojos, no podía creer lo que acababa de suceder. Habían derrotado al Imperio. Él, solo, con unos pocos centenares de aldeanos, sin armas reales -y con la ayuda de los pocos centenares de hombres de Gwendolyn- habían derrotado a este ejército profesional de cientos de soldados del Imperio. Ellos habían llevado las armaduras más finas, habían empuñado las armas más finas, habían tenido zertas a su disposición. Y él, Darius, apenas armado, había dirigido la batalla y los había derrotado a todos, la primera victoria contra el Imperio de la historia. Aquí, en este lugar, donde había