Solo sé que nunca la lastimaría
Me despierto muy temprano, más de lo habitual, me pase casi toda la noche pensando en ella, en su inocencia y dulzura.
Rebeca sigue dormida, no hago ruido para no despertarla, no quiero que me moleste tan temprano, termino de arreglarme y salgo del departamento, llego a la oficina y comienzo a revisar mis pendientes.
La verdad es que sigo sin poder concéntrame del todo, siento tantas ganas de bajar al quinto piso y volver a verla, pero no tengo ninguna excusa para hacerlo, no quiero que se den cuenta que estoy loco por ella, aunque creo que ya es demasiado tarde para eso.
La mañana pasa y llega la hora de la comida, Rebeca entra a mi oficina, con arrogancia y prepotencia, ella siempre ha sido así, no tiene ni una pizca de sencillez o inocencia, su mirada es soberbia y altanera, nada que ver con Angeles y sus tiernos ojos marrones.
—Alex, invítame a comer – dice Rebeca parada frente a mí
—Voy a comer con Roberto – digo secamente, ella se acerca y me toma de la nuca, acerca su curvilíneo cuerpo al mío y me besa apasionadamente, al principio no le correspondo pero después el beso se vuelve más violento, la tomo de la cadera, bajo mi mano hasta su trasero y lo presiono fuertemente, nos seguimos besando más ardientemente, de pronto imagino la dulce sonrisa de Angeles, lo hermosa que se ve cuando se sonroja, y su hechizante mirada llena de pureza e inocencia, me separo bruscamente de Rebeca, ella aun jadea y me mira desconcertada por mi reacción,
— ¿Qué demonios te pasa Alex? – dice molesta
—Nada, se me hace tarde – digo y trato de salir de la oficina pero me toma del brazo
—Primero me rechazas cuando quiero tener sexo contigo y ahora ni siquiera quieres besarme – dice casi gritando, estoy empezando a irritarme
—Rebeca deja el dramatismo – digo y me suelto de su agarre, doy un paso pero ella se interrumpe
— ¿A dónde vas? – pregunta con frialdad
—Ya te dije que voy a comer con Roberto– digo con irritación y salgo de la oficina, no sé porque me está pasando esto, ¿porque no dejo de pensar en ella?, apenas la conocí ayer, ¿porque provoca tantas cosas en mí?
Almuerzo con Roberto, y le cuento el drama de Rebeca, la verdad está empezando hartarme, si sigue así tendré que terminar lo que sea que tengamos de una vez.
Al regresar a la oficina Rebeca no está, que bueno porque no tengo paciencia para seguir discutiendo con ella, me siento en mi escritorio y trato de ordenar mi cabeza, ¿qué es lo que me pasa?, hace mucho que no sentía la necesidad de estar tanto tiempo cerca de una mujer, solo he estado con mujeres por placer, para desahogar mis necesidades, nunca porque de verdad me importaran, además la mayoría solo habían sido cosa de una noche o dos, a excepción de Rebeca, aunque es exactamente lo mismo, solo sexo vacío y sin sentimientos.
Pero de verdad necesito verla y se me acaba de ocurrir el pretexto perfecto, tecleo en el teléfono la extensión de Raúl, suena un momento y después escucho la voz de él.
— ¿Que pasó Alex? – dice Raúl con naturalidad
—Raúl no sé qué le pasa a mi computadora, está demasiado lenta ¿podrías darle una revisada? – digo y se perfectamente que Raúl esta hasta el copete de trabajo, seguramente mandara a Angeles a revisarla, tengo todo fríamente calculado.
—Claro, mira ahorita estoy atorado con algo, te mando a Angeles para que la revise – dice Raúl y sonrío al instante
—Claro, pero que sea pronto porque tengo mucho trabajo pendiente – digo tratando de ocultar la emoción por saber que la volveré a ver, Raúl me conoce y si se entera de mis verdaderas intenciones jamás va a dejar a Angeles cerca de mí.
—Ok, en un momento sube – dice Raúl y le agradezco, cuelgo el teléfono mientras sigo teniendo una enorme sonrisa en mi rostro.
Me levanto de mi escritorio, arreglo un poco mi traje, debe llegar en cualquier momento.
Inés anuncia su llegada y le digo inmediatamente que la haga pasar, me vuelvo a sentar en mi escritorio, la puerta se abre y ahí está ella, me levanto y me acerco lentamente, me mira fijamente, como he extrañado esos dulces y brillantes ojos.
—Hola Angeles, estaba esperándote – digo y le tomo la mano, ella me la da, puedo sentir su suave piel en la mía, parece estremecerse por nuestro contacto, eso significa que no le soy indiferente, y hace que una sonrisa se asome en mis labios
—Hola, vine a revisar su máquina – dice y quita su mano de la mía
—Sí, no sé qué le pasa, está un poco lenta – digo sin quitar mi fija mirada, se acerca a la computadora y la sigo, le hago señas para que se siente en mi silla, ella lo hace y comienza a trabajar, tiene puesto el uniforme de la empresa, le queda muy bien, la falda se entalla a su esbelto y delicado cuerpo.
—Veo que tienes puesto el uniforme, te queda muy bien – digo con sinceridad y ella se sonroja al instante, pero no me mira, tiene fija la vista en la maquina
—Sí, me lo entregaron anoche – dice y continua con la reparación, me paseo por la oficina con los brazos cruzados, quisiera tenerla aquí todo el tiempo, solo observándola, tengo que hacer algo para seguir viéndola, para seguir escuchando su dulce y hermosa voz
La miro y ella agacha la cabeza, estaba mirándome también, me acerco a y me inclino hasta que mis ojos quedan a la altura de los suyos, miro la máquina, ella se pone nerviosa, puedo ver cómo le tiemblan los dedos al presionarlos contra el teclado, me muero por saber que piensa, que quiere, o con que sueña.