Narra Gabriel Cenamos en una mesa pequeña en la terraza al caer la noche. Comenzó a refrescarse mientras navegábamos por el océano, pero el área estaba calentada, así que nos mantuvimos calientes. Después de que nuestra comida fue retirada, un camarero sacó una canasta y la colocó al lado de la cama del salón que yacía al pie de un gran jacuzzi. Despedí al personal por la noche y guié a Soledad hasta las almohadas de felpa. La volteé para que me mirara de frente y miré fijamente sus increíbles ojos mientras le quitaba el cinturón a su túnica negra. No me molesté en intentar controlar la erección que cobró vida cuando revelé su exquisito cuerpo. El traje de baño se mantenía unido por múltiples cuerdas que se entrecruzaban sobre el estómago y la espalda, los pechos y el coño cubie