Narra Gabriel
Salí de la empresa casando de tanta mierda. Solo asistia de manera presencial a mi propio negocio cada tres meses y solo lo hacia para conocer el estado financiero y que todo marchara bien. Prefería mil veces estar en mi hacienda, alejado de todos.
Traté de concentrarme en el camino a través de la ventana mientras mi chofer conducía. Chester era mi guardaespaldas, él detuvo el auto cuando el semáforo se puso en rojo. Las personas aprovecharon el momento para pasar, en ese instante el tiempo se detuvo cuando vi una mujer muy hermosa, de cabello oscuro que caía suelto sobre sus hombros hasta sus mejillas rosas y sus labios pintados de rojo que la hacian parecer una muñeca de porcelana, se destacaba del mar de personas que caminaban. Con una simple mirada, hacia el auto me dejó sin aliento y quería saber su nombre. No era frecuente que queria salir de mi mundo para entrar en el de ella. Mi nuez de Adán se balanceaba en mi garganta como si la emoción hubiera subido a mi garganta. Era demasiado preciosa. Demasiado inocente.
Le pedí a chester que la siguiera, necesitaba saber más de ella. La vi entrar a una guardería, la vi hablar con otra mujer que llevaba puesto una gabacha de plástico, como las que usaban las maestras de primaria. Ella también se puso una similar e ingresó a un salón. Le pedí a mi chófer que se bajará y averiguara su nombre y a partir de ahí contactaria a mi investigador privado para conocer cada detalle de ella.
Unos días después...
Gerson me miró con duda. Él era mi Mayordomo y también lo consideraba mi amigo. No usaba uniforme, estabamos en una hacienda con animales y vegetación, esa vestimenta formal no era necesaria. Era ya algo mayor, pero todavía tenia muchas energías.
—¿Estas seguro de darle tanto dinero? —me preguntó.
Me encojí de hombros.
—Dos millones de dólares no es nada para mí. Además, parece ser una mujer decente—dije—.Me haré cargo de los gastos médicos de su abuela—agregue. No hay duda de que me va a despreciar por mi aspecto, pero espero que con el tiempo le agrade.
—Bueno, eso lo sabrás si ella firma. Espero que ese documento con tu propuesta no la haya asustado—mencionó. Prefieriendose al documento que hace dos días le había enviado a Soledad Baltimore. Ese era su nombre. En este le propuse que se cansará conmigo a cambio de ayudarla con los gastos médicos y también recibiría dos millones para ella. Solo tenía que devolverme el documento firmado a mi correo postal. Los planes de algún día casarme nunca estuvieron en mis metas, pero todo cambió cuando la vi: Soledad era la mujer con la que deseaba formar una familia, quiero tener hijos con ella. Aunque no quería que ellos crecieran sin amor, mucho menos que pasaran lo que yo sufrí con mi padre. Pasé un infierno a su lado, él descargaba su irá con quien se interpusiera en su camino. Me pasé la mano por la cara, sintiendo las cicatrices irregulares que se extendia por el lado derecho, sin mencionar las otras que tengo en la espalda.
—En el caso que ella firme ¿Debo preparar una de las habitaciones de invitados?—preguntó Gerson.
—No, ella va a ser mi esposa y se quedará en mi cama—respondí—.Nos casaremos en cuanto ella pise esta hacienda. No quiero darle tiempo para cambiar de opinión. Demonios, podría hacerlo en el segundo en que vea mi cara—dije con amargura. Que mujer se quería casar conmigo por su propia voluntad sin algo que le beneficiaria. Solo es de ver mi rostro—le pedí a Gerson que me dejara solo. Así lo hizo. Cuando se fue, me recosté en mi silla, saqué la fotografía de Soledad, una de las que el investigar me habia dado del cajón—.Estoy seguro que firmaras—dije. Pasé mi dedo por su rostro, apostando todo lo que tenia que era más suave que cualquier cosa que haya tocado—.Tu serás mia, Soledad—mencioné con esperanza en mi corazón.