CAPÍTULO 45: PECADOR. Antes de que Liana pudiera procesar lo que acababa de escuchar, la besó con una pasión salvaje, devorándola. La besó con la urgencia de alguien que ya no podía contenerse, su lengua reclamó la de ella en un ardiente y profundo beso. Liana sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor, donde todo lo que existía era Artem y el deseo abrumador que la consumía. Él siguió besándola descaradamente, su lengua recorriendo cada rincón de su boca. Y en un movimiento fluido, la agarró de las nalgas, Liana le rodeó la cintura, su vestido corto subiendo más arriba de sus muslos. Comenzó a caminar con ella en dirección al altar. Liana no prestó atención y, en realidad, no le importaba; estaba demasiado perdida en sus sensaciones. Con un solo gesto, Artem derribó todo lo que