CAPÍTULO 93: CABALLO DE TROYA. Sentado en una silla de metal oxidada, Michell apenas podía mantener los ojos abiertos. Su rostro hinchado por los golpes le hacía difícil ver al hombre que lo observaba desde las sombras, pero el olor a tabaco lo delataba. El humo envolvió su rostro, y entre las volutas de humo apareció Mijail Vasiliev, inclinado lo suficiente como para que Michell sintiera la frialdad en sus ojos, la falta absoluta de compasión. —Tú y yo teníamos un acuerdo —dijo Vasiliev en voz baja, pero implacable—, y no cumpliste tu parte. Michell intentó hablar, pero las palabras murieron en su garganta. Porque antes de poder formular una respuesta coherente, Vasiliev continuó, con su tono mortalmente tranquilo. —Y por eso… —dijo acercándose más, dejando que el miedo impregnara cad