Ese día se sintió rara todo el tiempo, ligera, como si un enorme peso abandonara su cuerpo, incluso ansiosa y con una opresión en el pecho, le faltaba el aire y se sentía flotar. Quizá se había resfriado o tal vez fuera por la tormenta, por que corría un viento helado. La ventana se abrió de par en par y ella se despertó sobresaltada, se levantó de prisa y la cerró con seguro. Ya no volvió a conciliar el sueño, el viento y la lluvia azotaban con fuerza los cristales, se fue la luz y ella recordó cuando nacieron los gemelos, una noche de tormenta como esa. Tal vez se sentía así por eso, odiaba las noches de tormenta y no estar con Gerardo para acurrucarse contra su pecho, pero lo prefería a que Marco estuviera en casa. Eran apenas las doce de la noche y ella estaría a la mitad del infierno