Me había tomado solamente una semana aprender las cosas del restaurante, a pesar de que nunca había trabajado en nada igual. Mas bien en nada. Me acostumbré a las bandejas, a preparar el café, después de casi intoxicar a nuestro cliente mas recurrente, tirarle una bandeja encima y caer sobre el. ¡Por suerte fue sobre el! El pobre Connor, como me había ducho que se llamaba, no se cómo podía seguir viniendo aquí después de todas las cosas que yo le había derramado o las veces que me equivocaba con su orden. Me había acostumbrado a muchas cosas, como a la pequeña casa donde vivía, a caminar y esperar el autobús en vez de tomar un taxi, al dolor de estómago, a los mareos y al hambre incontrolable que a veces me daba. No sabia que iba ser tan sencillo para mi acostumbrarme a tantas cosas.