Lo miré fijamente analizando intensamente sus ojos, y procedí a hacer mi tercer intento. —Ya sé, eres un mafioso —supuse y Fabricio se rió. —¿De verdad crees que parezco un jefe de la mafia? —preguntó burlándose. —Bueno, yo no dije jefe, pero bien que puedes ser un lacayo del jefe —le dije sin compasión. —Uh, eso fue un golpe bajo. Pero para su información señorita, yo sería un excelente jefe de la mafia —afirmó levantando el mentón con altivez. Giré mis ojos y tomé otro sorbo de vino. Aunque parece increíble, Fabricio y yo, estamos sentados charlando con tranquilidad. Yo no estoy intentando sacarle los ojos y él no está insinuándose, aunque eso último solo duró unos pocos segundos. Sin embargo, cada vez lo tolero más. —Es mi turno —señaló. —Bueno, eso no sería justo, tú ya conoces