——NARRACIÓN DEL AUTOR——
Él quedó tan hipnotizado como ella, ambos se sentían como dos piezas de metal atraídas por un imán o una fuerza magnética más allá de la imaginación; el mundo para ellos había dejado de existir, era como si flotaran en el espacio.
Sus corazones daban vuelcos y en su abdomen se sentía aquella sensación llamada “Mariposas en el estómago”. Ninguno de los dos había experimentado tal exaltación al ver a alguien; mucho menos ella, ya que no creía en el amor, y él solo se había dedicado por completo a su profesión, con el único objetivo de ayudar a las personas.
—Mucho gusto, Bruce Campbell —se presentó con el afán de saber el nombre de la rubia de ojos azules, a la cual había chocado accidentalmente. Él no solía presentarse de una manera tan abrupta, al contrario de ello siempre era muy prudente, pero sus impulsos le ganaron esta vez y se olvidó por completo de la cita que tenía con la señorita Davis.
Por otro lado estaba Raven, que en cuanto escuchó el nombre del hombre alto, cabello oscuro, esbelto, pero a la vez acuerpado y con barba seductora, supo que tenía que entrar en el papel de Raquel Davis y mentirle a aquel hombre de ojos gentiles que ni por medio segundo había mirado su cuerpo, solo se había concentrado en mirar sus bellos ojos azules, al igual que aquel inexperto jovencito de 18 años que una vez quiso salvarla, pero esa era una historia tan triste que ella prefería no recordar.
—Mucho gusto, Raquel Davis —mintió Raven, cumpliendo así, con el favor que le había pedido su amiga.
Bruce sonrió sintiéndose afortunado, porque la mujer de la cita, a la cual sus padres actuando de casamenteros le insistieron tanto en ir, había resultado ser la mujer que a simple vista había flechado su corazón. Pensó que tendría que despedirse de la señorita frente a él e ir a cumplir su cita con la señorita Davis, pero en vista de que estas eran “la misma persona” no pudo evitar sonreír aún más.
—¡Wow, así que usted es la señorita Davis! —expresó extendiendo su mano hacia ella, quien sin dudar la tomó mientras él sonreía con alegría. Ambos sintieron como debido al contacto de sus manos corrientes electrificantes recorrían sus cuerpos.
—¿Decepcionado? —preguntó ella siendo tan directa como siempre.
—¡No, no, para nada! Es todo lo contrario —respondió apresuradamente aquel hombre de piel un poco más clara que el tono de la canela.
—Bueno vamos a sentarnos, aquí estorbamos el paso —pronunció Raven tomando la iniciativa de deshacer el agarre de la mano de él y la suya.
Él asintió con una sonrisa, aún estaba perdido en los encantos de la joven, quién caminaba hacia una mesa vacía completamente negada e inflexible a cualquier sentimiento o emoción que el hombre de ojos color ámbar le provocara.
————NARRA RAVEN————
Ambos nos sentamos uno frente al otro, siendo separados por una mesa un poco más que pequeña. La tensión podía sentirse en el aire y por alguna extraña razón me sentía demasiado nerviosa.
—Antes de empezar a hablar para conocernos un poco más, quiero saber si te obligaron a estar aquí —expresó Bruce con seriedad.
Su pregunta me tomó por sorpresa y no sabía que debía responder.
—Si quieres no respondas, solo lo pregunté porque me gustaría que todo quede muy claro entre nosotros, y para eso debo decirte que yo si me sentí un poco obligado, mis padres llevaban dos semanas insistiendome para tener esta cita, así que para complacerlos dije que si y ahora no me arrepiento de haberlo hecho —confesó con una hermosa sonrisa que deja visualizar su perfecta y blanca dentadura.
—Bueno yo vine aquí en parecidas circunstancias pero me alegra haberlo hecho —dije con sinceridad.
—Okey con eso basta —sonrió— Pero ahora que te parece si empezamos de cero, como si fuéramos dos desconocidos que se encontraron por casualidad en esta cafetería, así borramos de nuestro historial el hecho de que esta cita haya sido forzada —sugirió mientras yo aún no podía entender como era que su voz me transmitía tanta paz y felicidad.
—Me encantaría —expresé con una sincera sonrisa.
—Bueno —pronunció levantándose de su asiento— Señorita disculpe interrumpirla, yo soy Bruce Campbell, un pobre hombre hambriento que solo busca un asiento y una mesa para ordenar su comida, ¿Me permite sentarme con usted? —preguntó fingiendo ser un recién llegado.
No puedo evitar reír impresionada por su imaginación. Decido seguirle la corriente y miro hacia todos lados y le señalo una mesa vacía.
—Señor Campbell, lo invito a voltearse para que se de cuenta que detrás de usted hay una mesa vacía —le contesté.
—Me declaro culpable, solo era una escusa para sentarme con usted, la ví justo en el instante en el que entré y mi conciencia grito de inmediato, ¡Wow, esa mujer es muy hermosa, parece tener el cielo y el mar en sus ojos! —exclamó con un gesto un poco exagerado.
Una carcajada se escapó de mis labios y rápidamente coloqué mis manos en mi boca, pero de repente Bruce tomó mi manos y con delicadeza las retiró de mis labios, mientras sus ojos me miraban con una inesperada intensidad. Mi cuerpo se estremeció, al igual que mi corazón y por alguna razón tenía la sensación de querer huir y a la vez quedarme.
—Por favor no cubra su sonrisa, no prive al mundo de ver tan hermosa expresión de sus labios, eso sería un gran delito, aunque irónicamente, también debería ser ilegal mostrarle al mundo tan perfectos y preciosos hoyuelos, cualquiera podía morir de tan solo verlos, como yo justo ahora, creo que estoy agonizando —dijo casi susurrando. Su voz era el mejor sonido que había escuchado y cuando su tono era bajo, adoptaba un ronquido encantador y endemoniadamente sexy.
Tragué saliva sin saber que responderle, me sentía tan inocente ante él que podía jurar que la impureza de mi alma se iba por completo.
«Siempre soy tan hostil e indiferente a todo, ¿¡Qué rayos me pasa con él!?» me pregunté en mi cabeza completamente alterada.
Bruce besó suavemente los nudillos de mis manos y al mirarme nuevamente me guiñó su ojo derecho y me sonrío.
—Pensándolo mejor creo que sí deberías sentarte aquí conmigo…
El sonido de un celular empezó a escucharse, lo cual me interrumpió, Bruce soltó mi mano y sacó un celular de su bolsillo.
—Permíteme un momento por favor —dijo y en cuanto asentí respondió la llamada.
Mientras estaba al teléfono, sus palabras fueron: “¿Pero está bien?” y después de un breve silencio dijo: “Okey, voy de inmediato” y colgó.
—¿Todo bien? —no pude evitar preguntarle al ver su cara de preocupación.
—No, el estado de salud de un niño de 5 años al que le realice una operación de corazón abierto, empeoró, por eso tengo que irme, lo siento —informó con una mezcla de tristeza y seriedad en su expresión.
—Pobre criatura —expresé conmovida— No te preocupes, ve con él —añadí.
—Este es mi número, por favor llámame, así no tendremos de mediadores a tus padres y mucho menos a los míos —dijo entregandome su tarjeta profesional. Asiento y por unos segundos él me mira como si estuviese indeciso; yo frunzo el ceño confundida.
—¿Pasa algo? —le pregunté.
—Discúlpame por lo que estoy a punto de hacer, pero no me puedo ir de aquí si no lo hago —expresó con seriedad y de repente se acerca a mi, me da un tierno beso en la mejilla derecha y sin agregar nada más se va.
Ahí me quedé con mis labios entre abiertos completamente sorprendida y mientras sentía como el calor subía a mis mejillas haciéndome sonrojar. Parpadeo varias veces al mismo tiempo que una sonrisa se dibuja en mi rostro y llevo mi mano derecha a mi mejilla.
Minutos después me fui de la cafetería con una sonrisa de tonta, pero para mí desgracia el sol ya se estaba ocultando en el horizonte, recordándome así que la noche estaba por llegar y con ella el momento de ir a cumplir con el trabajo más denigrante que puede tener una mujer.
Una, dos, tres caladas profundas y aún no podía relajarme, esta noche más que las otras, no quería salir al escenario.
—¡Señoras y señores, se viene lo mejor de la noche! —anunció Vélez, el presentador— A petición y para el placer de ustedes, ella es ¡BE!
Tiré mi cigarro y me tragué en menos de un segundo el shot que traje; tire el mini vaso a un lado y el sonido de éste fue opacado por la música que sonaba en todo el lugar. Respiro profundo una vez más antes de que las cortinas se corrieran y en cuanto éstas lo hicieron mi rostro fue iluminado por el reflector de siempre.
Siguiendo el ritmo de la música, empiezo a caminar seductoramente por la pasarela del escenario. Una lencería transparente es lo único que llevo puesto; mis pechos y v*gina pueden notarse a través de esta y si dijera que me incómoda estaría mintiendo, estoy tan acostumbrada a usar esta m*erda que ya me da igual.
Como prepago te acostumbras a muchas cosas, pero jamás dejas de sentir asco por los que te miran, por los que pagan por ti, por los que te tocan, y mucho menos dejaras de sentir asco por ti misma.
Froté mi trasero con el frío tubo de pole dance y empecé mi lujurioso acto para satisfacer a la multitud de cerdos, mafiosos, asesinos, políticos corruptos y empresarios “respetables” que me observan sin dejar de gritarme palabras obscenas y lanzarme dinero.
Eché mi cabeza junto con mi torso hacia atrás manteniendo mi pelvis pegada al tubo mientras me agarraba de el con ambas manos y movía mi torso una y otra vez haciendo una especie de olas con mi cuerpo.
Finjo una expresión de exitación al mismo tiempo que fuerzo una mueca que podemos definir como una sonrisa sensual. Vuelvo a acercar mi cuerpo por completo al tubo y cierro mis ojos por unos segundos mientras paso lentamente mi lengua por este.
Al abrir nuevamente mis ojos, mi cuerpo se paraliza al verlo a él entre público, mientras habla con un hombre que no reconozco.
—No puede ser —susurré estupefacta y con ganas de salir corriendo antes de que me viera.