El bolígrafo giraba una y otra vez entre mis dedos mientras mis ojos permanecian fijos en los documentos que ahora, dentro del auto, me daba la tarea de revisar. El reloj marcaba cinco minutos para las ocho de la mañana y posiblemente llegaría tarde a mi desayuno matutino con el recién llegado equipo de Suecia, un desayuno de bienvenida que no estaba dispuesta a perderme pues estaba obligada moral y laboralmente a hacerlo. El lugar de la reunión era un modesto pero elegante restaurante de Copenhague, Alchemist, después de intentar convencerlo de que debía llevarse a cabo en un lugar de élite Axel se negó abiertamente, pues alegaba que su equipo posiblemente se sentiría incómodo debido a las formalidades, sin duda era un hombre considerado. —¿Cuánto tardaremos en llegar?—Pregunté al chófe
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