Capítulo 1

1755 Words
Después de tantos años todavía le robaba el aliento el solo verlo. Tantos años y su corazón latía como un estúpido solo porque estaba parado a unos cuantos pasos de su lugar. Mierda, en algún momento de su vida debía replantearse el dejar de ser patética, además la chica a su lado le recordaba que no estaba solo, que ya llevaba un tiempo sin estarlo, que a ella jamás la miró con esos ojitos llenos de amor. —Si no dejás de mirarlo así se va a dar cuenta — le susurró Sofi a su lado. Ella la miró con una sonrisa afectada y bebió un poquito más de Fernet. —Está re hasta las manos con ella, ¿no?— preguntó con timidez. Sofi la miró con, mierda, con pena. —No querés que te lo diga — respondió en su lugar y sonrió más amplio al ver a Alejo acercarse a ellas. —Bellas mías — saludó el hombre con esa sonrisa de galán. —Feliz cumple — saludó Pilar antes de abrazarlo con suavidad. —Gracias, preciosa. Pilar se volvió a desconectar de la charla de sus amigos y siguió hundiéndose en ese sentimiento masoquista de enamoramiento eterno. Sí, en definitiva a ella jamás la había sostenido con esa suave fuerza que marcaba un buen límite para cualquiera que se quisiera acercar a la linda minita que tenía agarrada como si su vida dependiera de ello. —Ey — llamó Alejo a su lado. Pilar hizo el esfuerzo y se concentró en su amigo, ignorando las mejillas coloradas de Sofía. —Perdón, ¿me decías algo? — indagó y volvió a beber de su vaso. ¡Carajo! Sofía lo había preparado demasiado fuerte. —Pregunté si querían comer algo — dijo señalando una mesa repleta de sanguches de miga, pernil y jamón crudo. —Sí, ahora vamos — respondió Sofía y comenzó a tirar de ella. Alejo las siguió con la mirada, con ese semblante divertido que siempre tenía, pero que, esta vez, se mezclaba con algo que Pilar desconocía por completo. —¿Qué mierda te dijo? — le susurró a su amiga que se volvió a encender de la vergüenza. —Nada, después te cuento — respondió llegando a la mesa —. Jodeme — gruñó la rubia mientras se preparaba un sanguche. Pilar levantó la vista de su propia comida y contempló a su amiga con el entrecejo fruncido y luego… Luego él. —Hola Pilar — saludó con esa enorme sonrisa mientras la morocha a su lado se le pegaba distraídamente al brazo. Es que la mina solo miraba la mesa de comida mientras que ella se moría de ganas de ocupar su lugar y poder sostener la enorme mano de Matías entre sus delgados dedos —. Hola Sofi — saludó a la rubia. —Hola Maty, tanto tiempo — respondió Sofía al notar el momentáneo estado de estupidez de su amiga. —Sí, hace mucho no las veía — respondió demasiado feliz —. Les presento a Ivonne, mi novia. Listo. La mató. Si no salía de ahí en ese preciso momento lloraría, lo sabía porque así de estúpida era. Solo necesitaba… —Pilar — La voz de Cristian le llegó al mismo tiempo que sintió el enorme peso de ese morocho sobre sus hombros. Giró el rostro a su hombro izquierdo y ahí estaba él, muy cerca de su cara, con esa sonrisa de dandy, pero ocultando algo más detrás del brillo de sus ojos. —Hola Cris — saludó ella intentando alejar un poco su rostro. —Ivy, Sofi, chico que no conozco — saludó a todos sin dejar de mirar a Pilar en ningún momento. Bueno, eso era un tanto incómodo. —Cristian — saludó la morocha y extendió su sonrisa. Antes de que él pudiese saludarla vio ese largo brazo, perteneciente al idiota de Matías, extenderse hacia él, plantando un límite invisible. Cristian tomó la enorme mano de aquel tipo y la apretó con fuerza moderada. Luego volvió su atención a la tímida chica que tenía debajo de sus brazos. —Sofi, ¿por qué tu amiga no come?¿Acaso no le gusta esta comida? — indagó viendo que la castaña tenía solo un poco de pan y algo de lechuga entre ellos. —Es vegetariana — respondió Matías. Carajo, ¿acaso no podía ser un mal tipo por una vez? ¿Acaso no podía olvidarse de sus gustos así ella no se sentía especial? —Ah, cierto que Alejo me dijo que trajera la bandeja de verdura. Vení, vamos a buscarla — dijo tirando de Pilar hacia la enorme cocina dentro de esa gigantesca casa quinta. Pilar lo siguió, no solo porque no tenía escapatoria, sino porque si seguía allí estaba segura que continuaría con su patético rol de ex novia enamorada. —Ahí está — indicó el hombre a su lado, soltándola de repente, cambiando ese buen humor de hace unos momentos por otro más frío, más distante, todo mientras se separaba de ella y le señalaba la bandeja repleta de berenjenas, zapallitos y choclo —. Servite lo que quieras — dijo con mal humor y salió por una puerta lateral hacia vaya a saber dónde. Pilar suspiró y utilizó la soledad de la cocina para poner su mente en orden. Debía volver a salir, tenía que enfrentarlo y enterrar, de una buena vez, todos los estúpidos sentimientos que tenía. Ya era hora de dejarlo atrás, aunque doliera como la mierda, ella tenía que avanzar. —Pilar, ¿encontraste la bandeja? — preguntó Alejo entrando en la espaciosa cocina. —Sí, Cris me dijo que estaba acá — indicó tomando las verduras y cambiando su estado de ánimo, no iba a echar a perder el buen ambiente en el cumpleaños de su amigo. —Buenísimo. Vamos afuera que ya llegaron Emma y los demás, por lo menos vas a poder hablar con más gente — explicó sonriendo. —Genial, hace mil que no los veo — dijo sonriente. Era difícil verlos con todo el trabajo que siempre tenía. Es que entre la facultad y su trabajo como moza, poco tiempo libre tenía, es más, ese día lo había tenido liberado gracias al mismísimo Alejo, su jefe y amigo desde hace años. Pilar estudiaba Veterinaria y debía pagar las altas cuotas de la facultad. Sus opciones habían sido estudiar en la única Universidad, privada, por cierto, que ofrecía la carrera en Mendoza o mudarse a Córdoba y estudiar en una pública en aquella provincia. En ambos casos sus padres iban a tener que pagar mucho para que pudiese seguir su pasión por lo que iba a tener que trabajar. Justo en el momento que ella cayó en aquella realidad, Alejo abría su primera cafetería, ubicada en el centro de Mendoza, cerca de la plaza Italia. Por supuesto su amigo le ofreció un puesto en el lugar y horarios flexibles, algo que le venía sumamente bien para acomodar sus horarios de trabajo a los de cursado. En el mismo lugar de trabajo conoció a Emma, amiga de Gastón, Marco y Emanuel, y fue casi instantánea la amistad que se forjó entre ellas. Resulta que Emma tenía una historia de vida bastante peculiar y Pilar sospechaba que algo pasaba entre ella y Rodrigo, el hermano de Marco. —¡Pilar! — gritó Emma, una muchacha de rizos revueltos y mirada encendida, corriendo directo a abrazarla —. Mierda, no sabía que Matías iba a estar acá — le susurró al oído. —Parece que la novia es amiga de Alejo — explicó Gastón llegando a su lado —, por eso vino él. —No quiero hablar de él — susurró poniendo su mejor cara de cachorrito —, prefiero que me expliquen por qué llegaron tan tarde, pensé que ya no venían — exclamó con diversión. —Te cuento después — murmuró Emma y se pegó a su amigo quien la abrazó con suavidad por la cadera. Pilar estrechó los ojos y los miró bastante extrañada. A ver, Gastón era un tipo lindo, pero jamás Emma se metería con él, nadie en su sano juicio se metería con él. —¿Y esto? — indagó ella señalando el brazo del hombre. —Digamos que alguien merece una buena lección — gruñó Emma y desvió rápidamente su mirada hacia una esquina de la quinta, al otro lado de la pileta. Pili siguió la mirada de su amiga y se topó con Rodrigo, apretando su vaso con fuerza mientras clavaba sus furiosos ojos oscuros en la muchacha que tenía frente a ella. —¿Qué te hizo? — murmuró con odio la castaña. —Esta vez se fue bien a la mierda. Gastón se propuso para esta arriesgada misión donde puede terminar bien cagado a piñas, pero él también se lo merece — explicó Emma mirando a su amigo con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro. —Bien, me he perdido una buena parte de la historia, pero espero que después me cuenten todo — dijo Pilar riendo —. Voy a llevar la bandeja a la mesa, me preparo algo de comer y vuelvo — explicó antes de alejarse de aquel par que, parecía, jugaba a ser una pareja. La noche ya había caído pero el calor no aflojaba, bueno, en realidad en verano, el calor nunca aflojaba, por eso varios de los invitados aún se paseaban en maya. —¡Al fin volviste! — exclamó Sofía. —Perdón, me encontré con Gastón y Emma. —Pero Ema está allá — dijo su amiga señalando un punto a lo lejos. Pilar siguió el dedo de su amiga y vio a aquel lindo castaño de preciosos ojos avellanas conversando con, nadie más ni nadie menos, que Marco. —Ese Ema no, estaba con Emma, la mina — explicó riendo. —Mierda, eso de que se llamen iguales me confunde — dijo la otra dando un buen mordisco a su comida. —¿Marco no es gay? — indagó Pilar sin dejar de mirar aquel intercambio entre su amigo y el otro chico. —Sep — respondió Sofi sin dejar de masticar su comida. Sí, todo una lady cuando quería. —Esto va a ser interesante — murmuró ella antes de comer algo, ya llevaba varios tragos y comenzaba a sentirse un poco mareada por el alcohol que circulaba en sus venas. —Sep — respondió su amiga y desvió la mirada hacia Gastón. Esto se iba a poner realmente interesante.
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