«¿Por qué no admite que contrató a alguien? ¿No le da vergüenza?». «Todavía tiene el valor de escribir una tesis en público. En verdad no sé de dónde viene su autosuficiencia». «¿Habrá sufrido algún daño cerebral cuando era niña o tendrá el cerebro de un cerdo? ¿Cómo tiene cara para presumir semejante basura?». «No se le puede pedir más a esa tonta». «Nunca ha habido una estudiante tan pretenciosa como Sheryl Taylor en el Departamento de Finanzas. ¡Sheryl Taylor eres una vergüenza!». Eran tantos los insultos que Sheryl no pudo seguir leyendo. Abrió una ventana que mostraba el contenido de su tesis y, cuando lo leyó bien, de repente se puso pálida. No entendía lo que estaba pasando. Estaba tan enfadada que le temblaba todo el cuerpo, ya que ella no había escrito la tesis qu