«¡Sinvergüenza! Tuviste tiempo para esperar a Sheryl, pero no tienes tiempo para cenar conmigo. Samuel Frank, ¡Sheryl te tiene embobado!», pensó Rainie y volvió a la oficina. No paraba de darle vueltas al asunto y estaba furiosa. Miró la tesis que tenía en la mano y resopló con desdén. —Sheryl Taylor, con tu nivel, ¿qué cosas buenas podrías escribir? Estoy segura de que contrataste a alguien para que te ayudara. Si apruebas, ¡dejo de llamarme Rainie!, ¡ya lo verás! De repente, recordó que, para garantizar la equidad y la justicia, Samuel también participaría en la puntuación de la tesis. Aunque Rainie estaba segura de que Sheryl no produciría nada sobresaliente, temía que Samuel se parcializara y le diera una puntuación alta. En ese momento, abrió con prisa la tesis y la leyó con c