No se sabía cuánto tiempo había pasado, pero el horizonte se teñía de azul y aquel duro momento por fin había acabado. Frederick separó su cuerpo del de Sheryl, se bajó de la cama y se puso un traje. Luego empujó la puerta y salió; mientras que Sheryl se quedó en la tranquila habitación, acurrucada en la cama, con las piernas cerradas y llorando en silencio. El cuerpo le dolía, pero más le dolía el corazón. No sabía qué había sucedido de principio a fin. No entendía por qué Frederick la trataba así. Se sentía muy agraviada por lo que acababa de suceder, mientras seguía diciéndose a sí misma una y otra vez que no podía llorar porque se había buscado todo aquello. Al mismo tiempo, recordaba que, en el pasado, había herido a Frederick y que él había sufrido mucho por su culpa. Hoy, solo