Hace tres noches que Jarl no va a la mansión Grimlore a dormir, pero él suele faltar a casa, eventualmente, debido a muchas reuniones o viajes de las que debe participar antes de ser declarado alfa de la manada, que según tiene entendido Katrina, será en tres lunas más.
Treinta minutos después, Katrina estaciona su viejo cacharro en el estacionamiento de las oficinas de Sofisthy y toma el ascensor que lleva hasta el piso donde está la oficina de su esposo.
Todos los empleados la miran extrañados cuando las puertas metálicas se abren. Su atuendo informal y aspecto desaliñado contrasta totalmente con la suntuosa e impoluta oficina con pisos pulidos, techos altos, y para completar, asistentes perfectamente uniformadas y peinadas. Katrina lleva un pantalón corto de mezclilla en tono rosa claro y una playera también rosa con diseño de emojis de corazón en el pecho, con unas sandalias deportivas blancas.
Su largo pelo y rubio lo tiene atado en una coleta desprolija que deja caer sobre su rostro algunos mechones. No lleva nada de maquillaje. Nunca le ha gustado usarlos porque su madre le enseñó que era más bonita siendo natural.
—Buenos días, señorita. Vengo a ver a Jarl Fenrisson —le dice con una sonrisa a la recepcionista.
—¿Tiene alguna cita reservada, señorita? —pregunta la mujer sin darle mayor importancia—. El presidente Fenrisson únicamente recibe a personas importantes y con cita previa. No creo que tenga tiempo para recibirla.
—No hice ninguna cita, de hecho, vengo para darle una sorpresa —Katrina le muestra esperanzada su bolso donde lleva la comida que había preparado para él—. ¿Podría llamarlo y decirle que estoy aquí? Por favor.
La mujer hace una llamada corta tras la insistencia de Katrina antes de autorizarla a pasar.
Unos minutos después, ella va por unos pasillos donde se encuentran las oficinas de los principales jefes. A cada paso que da, su ansiedad se acrecienta, sus manos empiezan a temblar con anticipación.
Jarl Fenrisson se encuentra atareado con una hermosa y esbelta mujer en su oficina cuando su secretaria llama a su puerta para avisar que alguien pide reunirse con él.
—¡Te ordené que nadie me interrumpiera! —gruñe el castaño dando un fuerte golpe a su mesa, evitando de esa forma que la joven le diga algo más.
La secretaria, llena de rabia y con ganas de interrumpir su caliente reunión con esa mujer, indica a recepción que dejen pasar a Katrina.
Lizzie y Jarl vuelven a besarse apasionadamente mientras él la toma de la cintura y la acuesta encima del elegante sofá para quitarle las bragas.
Para nadie en Sofisthy es un secreto la fama de mujeriego del futuro alfa. No hay una sola empleada a la que no haya follado al menos una vez en cualquier lugar que se le antoje. Su hambre de sexo es tal que ni siquiera es capaz de controlarse frente a su suegro.
A pesar de que es un hombre recientemente casado con la hija de la fallecida Alfa Lauren, se comporta como si realmente no lo fuera. Todos se preguntan cómo es que la hija de la líder de una de las manadas más fuertes del país puede aceptar tales tratos.
Katrina mira a ambos lados del pasillo antes de llegar a una gran puerta de madera que lleva el nombre de su esposo. Una mujer hermosa detrás de un escritorio, la mira con una sonrisa bastante fingida y le indica con los dedos que siga.
—Hola, vengo a ver a…
—Al presidente Fenrisson —La mujer, que es la secretaria de Jarl, termina la frase por ella—. Él está en la oficina esperando por usted. Puede pasar directamente sin tocar.
Katrina le agradece y camina hasta allí sosteniendo muy emocionada el recipiente de comida en una mano y en la otra la prueba de embarazo.
Toma la perilla para abrir como le había indicado la joven, pero unos ruidos extraños, provenientes desde adentro, la detienen bruscamente. Duda en seguir, por unos segundos, pero al final se arma de valor y la abre.
El bolso de comida cae de sus manos al suelo al ver la escena tan grotesca. Se lleva ambas manos a la boca para apagar un grito de rabia al descubrir a su esposo y a su media hermana, teniendo sexo en pleno horario laboral, en el sofá.
—¡¿Qué mierda estás haciendo aquí?! —le grita Jarl, mientras trata de subir su pantalón. Su hermana se levanta lentamente del sofá sin darle mucha importancia a lo que acaba de pasar. Peina su brillante cabello rubio con los dedos antes de ajustar su vestido de diseñador y tomar sus bragas del suelo.
—¡¿Qué es esto, Jarl?! —pregunta entre sollozos ahogados, Katrina—. ¿Qué haces con Lizzie? ¿Este es el gran oficio que cumples en Sofisthy?
—Para empezar, no grites, que vas a alborotar a los empleados y deja el show dramático para cuando estés en tu casa —responde, Lizzie, mientras se acerca a ella con una sonrisa de arrogancia en el rostro—. Aquí nadie tiene que soportar tus estúpidos ataques de celos. Ni que fuera para tanto.
—¿Ni que fuera para tanto? ¡Te encontré teniendo sexo con mi esposo! Tú, mi propia hermana ¿Qué clase de prostituta hace eso con su sangre? —Una bofetada fuerte cae sobre la mejilla de Katrina que la deja aturdida por unos segundos.
—Ni se te ocurra volver a insultarme, inútil —Lizzie señala con el dedo a su hermana—. Mejor agradece que aún tienes esposo. Absolutamente, nadie en la manada Alba Noctis quiere estar con una mujer como tú. Solo mira tu facha, pareces una mendiga de la calle, ni siquiera te peinas. ¿Crees que Jarl va a desearte así? ¿Qué va a querer hacerte el amor?
Katrina se seca las lágrimas con rabia y mucho dolor mientras observa a su esposo sentado en su silla, despreocupado por la situación. Su pesadumbre se acrecienta al darse cuenta de todo lo que estaba ocurriendo en sus propias narices.
—¿No vas a decir nada? —le pregunta ella a Jarl, entre sollozos—. ¿Es cierto lo que dice Lizzie?
—Lizzie no dijo nada que fuese mentira, Katrina. Eres una mujer poco, por no decir nada agraciada. No pretenderás que viva en la amargura solo porque me casé contigo. Resígnate y acepta que esto pasó y seguirá pasando, te guste o no, si quieres seguir siendo mi esposa.
Lizzie mira a Katrina con un placer indescriptible antes de acercarse a Jarl y dejar un beso corto en sus labios mientras Katrina se siente morir frente a sus ojos.
Con un temblor evidente en todo su cuerpo, ella asiente. Mete la prueba de embarazo en el bolsillo de su pantalón corto y sale corriendo del lugar.
Ni siquiera pasa por el estacionamiento a recoger su auto, sale del edificio y empieza a correr por la avenida con un dolor en su pecho que la ahoga.
¿Cómo pudieron Jarl y su hermana hacer eso? ¿Cómo pudo ser tan tonta para creer en el amor que él decía sentir por ella?