—Creo que estás un poco confundido —dice Jarl mirándolo fijamente, algo en la mirada de él deja temeroso a Mauricio. Los ojos de Jarl se tornan de un color pardo claro, tornando a naranja, y su voz se vuelve más ronca—. Yo no te pregunté si estabas de acuerdo o no. —¿De qué estás hablando, Jarl? ¿Acaso perdiste la razón? Tú eres el presidente de Sofisthy, pero yo soy el dueño, soy yo el que decido que se hace y qué no. —No estás entendiendo nada, suegro —responde Jarl golpeando sus dedos impacientemente por el pulido escritorio—. No necesito tu permiso para nada porque tú no eres el dueño de absolutamente nada. Los ojos de Mauricio se abren de par en par, mientras que la sonrisa de Jarl se ensancha. ¿Acaso él sabe del testamento de Lauren? —No sé qué pretendes, pero no pienso perder mi