Respiro hondo antes de que la puerta sea abierta, no me importa que tenga solo un pantalón de chadal, busco simplemente el calor de su cuerpo y es por eso que lo abrazo con fuerza enterrando mi rostro en su pecho. En la única persona que nunca me ha juzgado. La única persona que sin importar que tan dañada esté me sigue amando y no me ha decepcionado nunca. La persona que más amo en este jodido mundo de porquería; Miroku.
Él parece sorprendido mientras me corresponde el abrazo y sin decir ni una sola palabra acaricia mi espalda dejando que mis lágrimas mojen su cuerpo, claro que luego vienen los pequeños sollozos que sin control se escapan de mis labios, porque hay momentos como este que todo me supera, que ellos me superan.
Que a pesar de los años ellos me siguen lastimando.
Duele, duele mucho porque soy tan masoquista que durante tantos años esperé que algo cambiara en ellos, pero no se puede cambiar a una manzana podrida, porque no volverá a estar sana, simplemente dañará a quien la consuma. Así son ellos, son dañinos, son unos jodidos criminales que odio con todo mi corazón.
Miroku camina a paso lento y muy incómodo conmigo en brazos para luego cerrar su puerta. Trato de calmarme, pero no puedo, porque estar tanto tiempo en ese lugar me hizo recordar. Recordar muchas cosas que simplemente quería olvidar.
Eres bonita Kagome, de grande quiero ser como tú. Tu cabello es genial, me gusta peinarlo, ¿me dejas hacerlo más seguido?
Recordar su voz me lastima mucho, pero es lo mínimo que puedo hacer. La necesidad de torturarme aún sigue en mi pecho, duele mucho. Duele tanto que me cuesta respirar porque yo no quería, no quería que las cosas ocurrieran de esa manera, pero estaba tan lastimada que simplemente me estaba perdiendo a mí misma y los gritos de auxilio que daba, nadie los escuchaba. Tal vez si los escuchaban, pero todos lo ignoraban.
—¿Qué pasa Kag?—pregunta Miroku deslizándose por la puerta cerrada y haciéndonos sentar en el suelo. Trata de despegar mi rostro de su pecho pero me sujeto con fuerza—dime qué pasó cariño, no podré ayudar si no me dices, ¿debo golpear a alguien?—me separo lentamente. Me coloco frente a su rostro y la cara de Miroku cambia de preocupación a la furia—¡¿Quién se atrevió a tocarte Kagome?!—grita furioso tocando con suavidad mi mejilla, hago una pequeña mueca porque duele y la noto inflamada.
—Papá... me recordó que sigue siendo el mismo tirano—trato de sonreír, pero fallo y él respira hondo.
—Ese bastardo es un maldito, mira que hacerte esta bestialidad, tratemos de hacer algo, ¿duele mucho?—asiento, quiero añadir que el dolor en mi pecho duele más, pero me quedo en silencio. Él se moviliza por el lugar soltándome, me abrazo a mí misma esperando a que Miroku vuelva a acercarse—tienes que contarme qué ocurrió—mientras él trata con mi mejilla inflamada yo narro lo ocurrido en ese lugar que en algún momento de mi vida llamé hogar.
Miroku maldice, amenaza, pero al final me abraza recordándome porque sigo luchando; porque hay personas que aún me aman. Miroku puede ser un mujeriego que muchas mujeres detestan por no conseguir más que una noche con él, pero ellas no saben que es el hombre más amoroso, leal y comprensivo que he conocido. Es la persona que más amo y por regla. Miroku me da devuelvo el sentimiento con más fuerza.
—A veces... solo me pregunto si es correcto que siga siendo un estorbo—susurro abrazándolo con fuerza. Miroku se tensa por completo antes de que me aleje para buscar mis ojos y mirarme a profundidad.
—Escúchame atentamente Kagome—susurra mientras coloca ambas manos en mis mejillas—nunca, jamás pienses que eres un estorbo, eres una mujer grandiosa que merece grandes cosas. Tú eres mi mejor amiga y quiero que entiendas que no debe importarte lo que personas de mierda piensen de ti, no le des el poder de verte destruida cariño porque eres más fuerte de lo que ellos creen. Lucharás por tu vida, buscarás ser feliz, ¿bien?—me rio sin gracia mientras limpio mis húmedas mejillas.
—¿Feliz?—pregunto con voz temblorosa—Miroku, cuando creo que algo va bien todo se va al carajo. Ellos siempre serán como una maldita sombra sobre mí, cada vez que algo cae en su lugar para organizar esta locura que llamo vivir, ellos vienen y arruinan muchas otras. ¿Cuánto más deben arruinar para dejarme en paz?—cuestiono—¿Cuánto daño deben hacerme para dejarme en paz?—ataco con otra pregunta—no importa que tan lejos me vaya, ellos me encuentra, tienen el jodido poder para hacerlo. Toda la fortuna del abuelo, esa fortuna es enorme. Soy como un entretenimiento, ya sabes, jodamos la vida de Kagome hasta dejarla hecha mierda—niego con suavidad—cansa, agota mucho.
—Cariño—él me mira con ternura—no sé qué decirte Kagome, pero estamos juntos en esto. Soy tu escudo, aunque muchas veces falle en eso, pero puedes utilizarme para sufrir menos—vuelvo a abrazarlo.
—Me perdería si algo te pasara Miroku, eres lo más valioso que tengo en el mundo. Te amo—susurro dejándome abrigar en sus brazos.
—Yo también te amo con todo mi corazón Kagome, eres mi mejor amiga, mi hermanita, disculpa por no saber cuidarte correctamente—niego con una pequeña sonrisa, es débil, pero sentirse amada me hace feliz.
Para muchos un te amo no es nada, pero cuando sé que realmente lo sienten me siento la mujer más dichosa. Solo el abuelo y Miroku me han dicho esas palabras sin saber cuánto es para mí eso. Kikyo me ha dicho muchos te quiero que también atesoro mucho, también algunas veces unos Te amo, pero no se sintió tan real como las palabras de Miroku.
—No digas eso, soy afortunada de tenerte en mi vida Miroku, eres el mejor—él acaricia mi cabello con suavidad—lamento ser una mala amiga que no valora lo suficiente tu amistad y amor. Soy un desastre, soy como ellos—lo siento suspirar de manera profunda y me aparto de él para sentarme a su lado.
—No eres y jamás serás como esa gente—pego mi espalda a la puerta para sentarme bien y juego con mis dedos.
—Engaño a Kikyo, la traicioné Miroku, eso me hace ser tan baja como ellos—susurro despacio.
—Estabas ebria y drogada Kagome—limpio mi rostro y suspiro despacio.
—No, lo he hecho sobria—siento su mirada en mi—de hecho, toda esta semana me he estado acostando con él, ¿Qué clase de amiga soy? Estoy follando con su novio y duele engañarla, pero el deseo supera a mi razón—escucho una maldición de sus labios—estoy tentada muchas veces a ser sincera, pero sé que la perderé para siempre, no quiero perder nada más. Aunque sea egoísta, mala amiga, una horrible persona, una traicionera... no quiero perderla—levanto la mirada hacia él, su rostro totalmente serio me demuestra que no se siente bien con mis palabras.
—Ese hombre es un infeliz—niego.
—No le eches la culpa a él, yo soy peor. Soy su mejor amiga y la estoy engañando, pero cuando me entrego a ese hombre me dejo llevar Miroku. No pienso, solo disfruto. Es un placer que me hace olvidar todo, me hace bajar la guardia... me hace sentir vida—susurro mirándolo fijamente.
—Esas son fuertes palabras Kagome—comenta y asiento. Porque lo sé, sé que son fuertes, pero es lo que siento.
—No estoy amándolo, pero él me hace sentir viva—Miroku suspira.
—Aun así, deberías ser sincera con Kikyo—me levanto del suelo y camino. Escucho sus pasos seguirme, entro al baño y lavo mi rostro, cuando lo seco noto las líneas rojas que demuestran al mundo que estuve llorando.
—Lo sé, pero no sé cómo—Miroku me gira y me besa la frente con cariño.
—Hazlo a tu manera Kagome, pero hazlo—asiento despacio—¿quieres ver una película?—sonrío despacio y asiento. Aún sigo con mucho dolor en mi pecho y mi mejilla está muy inflamada.
Miroku ignora muchas llamadas mientras se mantiene a mi lado toda la tarde, me hace sentir mejor con los mimos que recibo, no negare que me agrada cuando me tratan con cariño. No soy de pedir las cosas, me gusta que a las personas le nazca el hacer las cosas por mí.
Me gusta sentir que en realidad si importo en la vida de alguien, que soy más que un simple estorbo.
Quiero muchas veces huir de todo, de mis padres, de Abi, de todo lo que pasé en esa casa que representa un momento de mi vida que no me gusta ni siquiera recordar. Lucho todos los días al levantarme, me cuestiono si estoy haciendo lo correcto... a veces quisiera simplemente desaparecer.
Cuando la noche cae recuerdo que tengo una invitación por parte de Inuyasha, aun cuando no estoy tan activa como siempre que pienso en él me apetece olvidar este día de mierda con él.
—Tengo que ir a resolver algo, gracias por todo Miroku—él acaricia despacio mi mejilla y sonríe.
—Bien, siempre estaré aquí para ti—me guiña un ojo antes de besar mi mejilla. Me pongo de pie y con una última sonrisa salgo de la casa de Miroku. Trato de alejar a mis padres de mi mente y mejor me enfoco en lo que pasará. No sé porque aún me creo expectativas que Inuyasha de manera experta supera.
Al llegar meto la llave en la cerradura y abro. La oscuridad inunda el lugar lo que me hace saber que Inuyasha aún no llega. Sonrío mientras enciendo todo y camino a la habitación perfectamente ordenada. Quito mi ropa y entro al baño a darme una ducha. No me importa mojar mi pelo mientras dejo que el agua recorra mi cuerpo, lo limpio con cuidado y al terminar me seco y salgo colocándome una camisa de Inuyasha sin nada debajo. Envuelvo mi pelo en una toalla y luego lo dejo suelto. Me acuesto en la cama a la espera de que Inuyasha llegue.
Una hora después es que escucho la puerta abrirse. Me siento de lado dejando el pelo a un lado de mi rostro cubriendo la mitad y me acomodo poniendo una pose sexy. Al entrar suspiro queriendo lamer de pies a cabeza su cuerpo.
El jean rasgado le queda genial con esa camiseta. Muerdo mis labios recorriendo ese cabello oscuro va alborotado, como sus labios se ven tan tentativos, como esos brazos se tensan al moverse y me enciendo con la mirada que me dedica ante la sonrisa traviesa que le regalo.
—Linda sorpresa—su voz suena baja mientras comienza a caminar hasta mi a paso lento, soy consciente de que estoy comiéndolo con la mirada, porque parece que nosotros siempre querremos más del otro.
Cuando llega a la orilla de la cama él sube sobre mi cuerpo sin quitar sus zapatos y me hace girar para que mi espalda pegue con las suaves sábanas con una sonrisa juguetona. Él lame la piel que los botones de la camisa dejan. Luego se acomoda para apartar el pelo que cayó en mi rostro.
La sonrisa que tiene cae mientras se incorpora en la cama mirándome con atención, veo como una furia desconocida comienza a extenderse por sus ojos dorados que parecen brillar más que nunca. Él baja de mi cuerpo para pasar las manos por su pelo.
—¿Qué te ocurrió?—cuestiona y frunzo el ceño—tienes la mejilla inflamada Kagome. ¿Quién te golpeó?—pregunta cruzando las manos a la altura de su pecho.
—Nada importante—respondo con tranquilidad.
—¿Nada importante? ¡te golpearon!—grita sobresaltándome.
—Sí, ¿Qué con eso?—él gruñe y se acerca.
—¿Quién te pegó?—vuelve a preguntar.
—Mi padre, tuvimos una discusión y se pasó de mano floja—respondo viendo como su mandíbula se tensa.
—Ese hombre es una maldita basura, ¿Cómo se atreve a golpearte?—cuestiona tocando con una suavidad impresionante mi mejilla—la única forma de golpear a una mujer es cuando están en la cama y a ella le gusta que la azoten—dice dándome una mirada, es inevitable que sus palaras me hagan sonreír—quiero romperle la mano a ese animal, ¿duele mucho?—niego despacio, no sé porque miento.
—No duele tanto—él suspira con fuerza—olvidemos eso, quiero disfrutar—él asiente y me mira a los ojos.
—¿Te gustan las sorpresas?—pregunta con una sonrisa.
—No—él frunce el ceño.
—Arruinas los momentos divertidos Kagome—ruedo los ojos y sonrío al ver su cara de fastidio—¿te gustan que te regalen flores?—cuestiona y me encojo de hombros.
—No lo sé—respondo con sinceridad.
—¿Cómo que no lo sabes? Piensa en las veces que te regalaron flores, ¿te sentiste emocionada, enojada, aburrida?—me siento en la cama para mirarlo y trazo círculos en la piel desnuda de mis piernas.
—No se Inuyasha, nunca me regalaron flores en mi vida—la cara de sorpresa que tiene vale millones.
—¿Como que no?—pregunta—eres preciosa, algún idiota seguramente debió darse cuenta y te regaló flores—niego con suavidad y él no parece conforme con mi respuesta. Me tiende la mano y la tomo para levantarme y salir de la habitación. Miro sobre el mesón de la cocina el enorme ramo de rosas rojas que permanece sobre ella.
Camino a paso lento tomando el ramo con delicadeza y llevando rosas a mi rostro. Una enorme sonrisa se extiende por mi rostro y levanto la mirada hacia Inuyasha que parece complacido de mi reacción.
—¿Por qué me traes rosas?—cuestiono caminando hasta quedar frente a él.
—De camino para acá las vi y me recordaron toda la pasión que hay en ti, quise dártelas—le regalo una sonrisa que él me devuelve.
Ambos nos quedamos en silencio simplemente observándonos, simplemente allí, dejando que esa pasión que nos tenemos por el otro comience a extenderse.
—¿Quieres dormir Kagome?—pregunta Inuyasha.
—No, quiero que me folles una vez más—mi respuesta lo hace sonreír complacido, yo también me siento complacida luego de lo que él hace.