–Señor, traigo malas noticias. Hugo Russo se presentó frente a su jefe mostrando la imponencia que era típica de los hombres grandes y fornidos como él. Santino, quién se encontraba desayunando plácidamente junto a su madre, Cesarina Testa, dejó de lado las tostadas que tanto le encantaban. Sabía que tener a su mayor hombre de confianza para darle un simple recado no representaba nada bueno. –Dímelo de una vez, no me gusta ser interrumpido cuando estoy junto a mi madre. –Lo tengo en cuenta –respondió tan parco como al inicio– mi presencia aquí es debido a un asunto importante. –continuó cuando recibió una mirada de consentimiento por parte de su superior. Podía soltarlo todo frente a la señora Testa– El laboratorio principal ha sido tomado por los hombres de Lino Cantoni, se armó un