Capítulo 1: Quiero verla

488 Words
Angelo –Angelo, hemos localizado a Santino en Nápoles. Se está alojando en una casa a nombre de su abuela materna. Terminé de beber hasta la última gota del vino en mi copa. Detestaba el alcohol en situaciones de tensión como esa, sin embargo, algo dentro de mi presentía que se aproximaba una gran ventaja. Con el mero instinto en el corazón me animé a celebrar de forma prematura. Era momento de llevar a cabo todos mis planes. –¿Qué se supone que hace nuestro amigo Santino en Nápoles? Cuestioné con cierto tono burlesco, disimulando un poco la emoción. –Está preparándose para una boda, se casará dentro de cuatro días con la hija única de la familia Ferrara. –¿Ferrara? ¿Los joyeros? Alonzo asintió, confirmando lo que tanto me complacía. Enviar a una persona tan eficiente como él en esta búsqueda fue lo más acertado. –Al parecer planean una boda íntima que no levante la sospecha de los medios o conocidos. Elevé una sonrisa chueca, llena de malicia y pensamientos cargados de terribles intenciones. Mi cerebro había maquinado durante mucho tiempo todas las posibles formas de reducir a mi enemigo, hasta el punto de verlo rogar por preservar su inservible vida. –Creo que es momento de viajar a Nápoles para darle una sorpresa. Averigua qué tan importante es esa chica para él, si existe algún beneficio tras la unión y arregla un encuentro con ella. Quiero conocer a la futura señora Testa. Mi confiable hombre de seguridad dio un par de órdenes a través del intercomunicador. Se oyeron unos murmullos en respuesta y tras una breve plática volvió a darme la cara. –El jet está preparado. Si salimos dentro de una hora podremos llegar a Nápoles en la noche. Me puse de pie. Abotoné el saco de mi traje antes de acercarme a la chimenea para observar con atención el fuego. Algo en el universo me decía que finalmente, todas las cosas que llegaran a mi vida se pondrían a mi favor. Alonzo me dedicó un breve gesto de espanto, supuse que se debía al brillo particular, vivaz e impetuoso que abrazó mi mirada fija en las llamas haciendo cenizas la leña. Me importó poco o nada. El tremendo sosiego que me provocaba saber que por fin, tras tantos años obtendría la ansiada venganza, era más fuerte que las reacciones de mi acompañante. –Angelo –insistió Alonzo– ¿Partimos dentro de una hora o esperamos otras órdenes? –Partimos dentro de una hora, –confirmé bebiendo la copa recién llena de un solo sorbo– alista todo y a todos. Necesito sigilo total, nadie debe enterarse de nuestra llegada, mucho menos la chica de la familia Ferrara. –Entendido, pasaré por ti en treinta minutos. –Alonzo, –llamé por última vez, antes de que se retirara– averigua en dónde estará la señorita Ferrara, quiero verla mañana mismo.
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