—Siento no haber estado cuando me necesitabas amigo. Hace dos días me enteré de la noticia por mi madre y decidí regresar de Japón.
—No te preocupes Darío. Con tantas cosas sobre la cabeza se me había olvidado contarte lo que había sucedido aparte no pretendía arruinar tu viaje de negocios.
—Los negocios pueden esperar, los amigos y la familia no amigo.
—Todo pasó muy deprisa, luego ha caído lo de la custodia de Azad y eso me ha tenido muy ocupado.
—Pero no tanto como para casarte —Interviene —. ¿De dónde salió ella? Nunca me hablaste de su existencia.
—Kate llegó hace poco como mi chef personal.No pude evitar caer en sus encantos.
—¿Por eso decidiste casarte con ella?
—Kate es...diferente. Es todo lo que necesitas saber amigo.
—Entiendo lo que me dices, ¿pero cómo te casas tan pronto? Puede tratarse de alguien que quiere quedarse con parte de tu fortuna.
—Kate y yo nos queremos y queremos a Azad con nosotros. Ella es con la persona que más pasa tiempo y ha desarrollado una buena conexión, créeme no es una mala mujer amigo.
—¿Estás enamorado ? —Lo mira fijamente —. Es una chica muy atractiva y cualquier hombre lo haría.
—¿Te gusta?
Darío levantó las cejas, sorprendido por la pregunta directa de Dimitri. El silencio que siguió fue tenso, casi eléctrico. Finalmente, Darío sonrió con un gesto despreocupado, pero sus ojos brillaban con un destello de curiosidad.
—No estoy diciendo que lo haga —respondió, alzando las manos en un gesto defensivo—. Solo digo que cualquier hombre en tu posición podría sentirse así, especialmente si están tan cerca como dices.
Dimitri frunció el ceño y se cruzó de brazos, su postura claramente a la defensiva.
—Kate y yo nos queremos, es lo único que la gente necesita saber.
Darío lo observó en silencio durante unos segundos, inclinando ligeramente la cabeza como si estuviera evaluando la sinceridad de su amigo. Luego soltó un suspiro.
—Está bien, no estoy aquí para juzgarte. Pero te conozco, Dimitri. Sé que no harías algo como esto sin tener una razón de peso. Solo espero que estés seguro de que esta decisión no te traerá problemas más adelante.
Dimitri asintió lentamente, sin apartar la mirada de Darío.
—Estoy seguro de una cosa: protegeré a Azad, y Kate está de nuestro lado. Eso es lo único que importa.
El ambiente en la sala se relajó un poco, pero la conversación aún tenía un tinte de incertidumbre. Fue en ese momento cuando Kate apareció en la entrada, su expresión tranquila pero con una ligera curiosidad al notar la tensión en el aire.
—¿Todo bien? —preguntó, mirando de Dimitri a Darío con cierta cautela.
Darío, como si nada, se levantó y le ofreció una sonrisa cálida.
—Todo perfecto, Kate. Solo ponía al día a este gruñón sobre las cosas que me perdí mientras estaba fuera.
Kate sonrió, pero sus ojos se posaron en Dimitri por un segundo más de lo necesario, como si intentara leer algo en su expresión.
—Bueno, si necesitan algo, estaré en la cocina —dijo antes de desaparecer por el pasillo.
Darío esperó a que el sonido de sus pasos se desvaneciera antes de volverse hacia Dimitri con una mirada significativa.
—No puedes decirme que no te afecta en absoluto. La forma en que la miraste... hay algo ahí, aunque no quieras admitirlo.
Dimitri apretó la mandíbula, sus dedos tamborileando contra el brazo del sofá.
—No tiene sentido hablar de eso, Darío. Lo que siento o no sienta no cambia la realidad. Kate y yo tenemos un acuerdo, y eso es lo único que importa ahora.
Darío lo miró con escepticismo, pero no insistió.
—Como quieras. Pero te daré un consejo, amigo: los acuerdos suelen ser fáciles al principio... hasta que las emociones se meten en el camino.
Dimitri no respondió, pero sus ojos permanecieron fijos en el lugar donde Kate había desaparecido. Dentro de él, una tormenta empezaba a formarse, aunque no estaba dispuesto a enfrentarse a ella todavía.
Mientras tanto, en la cocina, Kate preparaba té, tratando de ignorar la sensación de que la conversación que había interrumpido era sobre ella. Pero las palabras de Darío resonaban en su mente, incluso aunque no pudiera escuchar toda la verdad.
Kate dejó escapar un suspiro mientras el agua comenzaba a hervir. Sus manos trabajaban de manera automática, pero su mente no dejaba de divagar. ¿Qué había en Dimitri que la hacía sentir tan inquieta últimamente? Desde el día de la boda, había notado pequeños detalles: una mirada que duraba un segundo más de lo necesario, un tono diferente en su voz cuando le hablaba, y ahora, la presencia de Darío parecía agitar aún más las aguas.
Mientras servía el té, la puerta de la cocina se abrió de golpe. Era Darío, quien entró con una sonrisa despreocupada y se apoyó contra el marco de la puerta, observándola con curiosidad.
—Eres más tranquila de lo que imaginé —dijo, rompiendo el silencio—. Dimitri siempre ha sido muy reservado, pero contigo... parece distinto.
Kate alzó la vista, sorprendida por la franqueza del comentario.
—¿Distinto? —preguntó, tratando de sonar indiferente mientras colocaba las tazas en una bandeja.
—Sí, como si estuviera... más humano, por decirlo de alguna manera —respondió Darío con una sonrisa ladeada—. Eso no es algo que uno ve todos los días en Dimitri.
Kate soltó una risa corta, intentando ocultar el ligero rubor que subió a sus mejillas.
—Creo que exageras.
Darío ladeó la cabeza, sus ojos verdes fijos en ella.
—¿Eso crees tú? —dijo, su tono ligero, pero con un dejo de seriedad—. Porque, desde fuera puedo observar otra cosa.
Kate negó con la cabeza y tomó la bandeja, dispuesta a salir de la cocina.
Antes de que pudiera salir, Darío le bloqueó el paso, aunque sin agresividad.
—Siento que tú y Dimitri me ocultan algo y me ofendería saber que es así cuando soy como su hermano.
Kate se quedó quieta, su mirada atrapada en la de Darío.
Este da un paso atrás y le permite pasar, pero sus palabras finales la siguieron como una sombra.
Cuando Kate regresó al salón con el té, encontró a Dimitri sentado en el sofá, con la mirada fija en el fuego de la chimenea. Su rostro parecía más sombrío que de costumbre, como si estuviera librando una batalla interna.
—Aquí tienes —dijo Kate, colocando la bandeja sobre la mesa.
Dimitri levantó la vista y le dedicó una leve sonrisa, pero sus ojos estaban cargados de algo que ella no pudo identificar.
—Gracias —murmuró, tomando una taza y bebiendo un sorbo.
Darío entró al salón poco después, su actitud relajada, como si no acabara de tener una conversación cargada de tensión con Kate.
—Me agrada estar de vuelta—anunció, dejándose caer en una butaca—. Extrañaba el clima de este lugar.
Dimitri asintió, pero sus ojos se desviaron hacia Kate, quien evitó su mirada al centrarse en servirle té a Azad, que acababa de entrar corriendo.
—¡Tío Darío! —exclamó Azad con una sonrisa, lanzándose a sus brazos.
La risa de Darío llenó el salón mientras levantaba al niño y lo hacía girar.
—¡Este chico ha crecido tanto desde la última vez que lo vi! —dijo, colocándolo de nuevo en el suelo.
Kate observó la escena, sintiendo un extraño nudo en el estómago. Había algo en Darío que la ponía nerviosa, aunque no podía precisar qué.
Dimitri, mientras tanto, la observaba en silencio. Sus pensamientos eran un caos: el peso del matrimonio falso, la amenaza constante de Adelia, y ahora la presencia de Darío, quien parecía decidido a indagar más de la cuenta.
Esa noche, cuando finalmente se marchó Darío y Azad se encontraba en su habitación, ellos van a la suya.
—Sé que Darío puede ser... directo —empezó, buscando las palabras correctas—. Y puede que sospeche de nuestra relación, pero no sabré cómo mantenerlo bajo control y lejos de este acuerdo.
Kate cruzó los brazos, mirándolo con una mezcla de incredulidad y algo más profundo que no podía definir.
—¿Eso es todo lo que somos para ti? ¿Un acuerdo? —preguntó, su voz más firme de lo que esperaba.
Dimitri dio un paso hacia ella, sus ojos clavándose en los de Kate como si intentara atravesar todas sus defensas.
—No quiero que te confundas, Kate. Lo que estamos haciendo es complicado, pero no significa que no lo valore.
Kate sintió que su respiración se aceleraba. Estar tan cerca de él era desestabilizador, como si algo invisible los empujara el uno hacia el otro.
—Dimitri... —empezó a decir, pero las palabras se le atascaron en la garganta.
—Solo quiero que sepas que puedes confiar en mí —dijo él, su voz apenas un susurro—. Pase lo que pase, siempre voy a protegerte.
El silencio que siguió fue cargado, como si ambos estuvieran al borde de algo que ninguno se atrevía a nombrar. Finalmente, Dimitri se dio la vuelta y entró al cuarto de baño dejando a Kate con el corazón latiendo a un ritmo frenético y más preguntas que respuestas...