Cásate por tu libertad

1834 Words
Pasaron dos días desde la visita de Lorna al ático, y Elizabeth permaneció encerrada como casi siempre, incluso si le prohibían salir, ella se quedaba obedientemente en ese frío lugar como si ya hiciera parte de ella, algo que no está lejos de la realidad. —Elizabeth. La voz fría de Enzo sacudió a la débil muchacha, y la puso poner de pie inmediatamente, con la cabeza en dirección hacia abajo, solo mirando sus pies. —Padre —lo mencionó, pero sentía que esa palabra hacía mucho peso en su boca, como si sus dientes se convirtieran en un duro metal —¿Qué lo trae por aquí?. Ella no se atrevía a alzar la mirada, en repetidas ocasiones que se atrevía a hacerlo, recibe una bofetada inesperada, esa acción siempre es hecha por su hermana Lorna, pero las raíces del miedo ya están apoderadas de Elizabeth. —Alza la cabeza —le exigió su padre, ahora con un tono más amable, algo que hizo que el corazón de Elizabeth diera un brinco abrupto —obedece, mírame. Al escuchar la segunda insistencia de su padre, Elizabeth se atrevió a mirarlo, pero con el máximo miedo que se pueda reunir en el mundo de las almas que se han atrevido a presenciar la muerte. Algo como eso. —Padre...—lo pronunció por segunda vez, y un pequeño rayito de esperanza, de recibir un poco de amor, se encendió en su maltratado corazón. —Elizabeth —la engañosa sonrisa del hombre se hizo presente —has sido una buena niña, y muy obediente. Harás todo lo que papá te diga, ¿Verdad?. —Si...padre. Elizabeth puede parecer muy sumisa a las personas de su alrededor por el ambiente en que se ha criado, bajo maltratos y sumisión, sin embargo, sabe cuándo las personas tienden a ponerse una máscara para conseguir lo que quieren, una máscara engañosa, que cualquiera que no haya pasado por caminos espinosos, podrían ser envueltos. En este caso, Elizabeth apagó su último rayito de esperanzas al ver que su padre se ha puesto aquella máscara para por fin, darle uso a esa niña obediente. —Quiero que te cases, Elizabeth —soltó su padre sin tanto rodeo—cásate con un hombre millonario. La petición de su padre dejó a Elizabeth un poco desubicada, sin embargo, muy poco sabía de ser esposa de alguien, o lo que significaría algo como eso. —¿Casarme? —ella solo se mostraba confusa, pero sabía que eso implicaría algo grande —¿Que quiere decir exactamente?. Su padre ensanchó una sonrisa, y guardándose el asco para sí mismo, se sentó en la vieja y sucia cama de Elizabeth, para luego invitarla a su lado también. —Elizabeth, ¿No desearías salir de este sucio lugar? —le preguntó, esperando que Elizabeth mostrara un aspecto luminoso, pero nada de eso pasó, en el rostro de ella no hay vida —. Creo que sí lo deseas. —Padre... —Si anhelas libertad, puedes tenerla, pero con una condición —le puso una mano en el hombro —cásate, Elizabeth, tienes que casarte, y así podrás tener la libertad que deseas. Si en algo es experto Enzo, es en el arte de manipular, y una chica tan ingenua como Elizabeth, podría creerle fácilmente. —¿Y si no quiero?. La frase tan despreocupada de Elizabeth, sorprendió al hombre, al tan punto que ya no podía ocultar la mirada de desprecio. —No tienes esa posibilidad, debes hacerlo, es por tu bien. Para no decir que para el bien de la familia. Era como un sacrificio, le entregan a la ilegítima, y toman una buena recompensa, solo es carne inservible para vender. —...esta noche habrá una cena, quiero que estés presente. Los ojos de la pelinegra se abrieron de par en par, sería la primera vez en su vida que se sentaría en el comedor con los Jones, siempre come en el ático, y no comida, sino sobras. —¿Enserio, padre?. —Si. Te van a preparar muy bien, vamos a recibir un invitado especial, tu prometido, con el que te vas a casar. El tono de voz de su padre cambió, su actuación no duraría mucho tiempo más, es difícil demostrarle cariño a alguien por quien sólo sientes desprecio. Solo cuando te será de utilidad. —Pero, padre... —Ya te dije que no tienes opción de negarte, no creo quieras recibir un castigo, ¿No es así?. —No. —Entonces, has lo que te digo —se levantó de la cama, acomodando su elegante saco n***o — si no quieres seguir en este lugar por el resto de tu vida, acepta este matrimonio sin objetar. Solo has lo que te diga, y no me hagas quedar mal delante de alguien tan importante. El hombre estaba apunto de marcharse, pero se detuvo en seco, se volvió hacia la chica que estaba sentada en la cama, y le tomó el mentón con fuerza. —...y algo más, Elizabeth —su tono endureció aún más —cuando te cases, tienes que evitar un divorcio a toda costa, si algo como eso llega a pasar por tu inutilidad, volverás a este hueco de ratas nuevamente, y serás tratada aún peor. ¿Eso es lo que quieres?. —N-no, padre. —Bien —la soltó abruptamente —vendrán más tarde sirvientas a prepararte para esta noche, no lo arruines, Elizabeth. La última palabra salió tan fríamente que dio unos cuantos golpecitos dolorosos en el pecho de Elizabeth. No la llama «hija» así como hace con Lorna, los tratos son totalmente diferentes en todos los aspectos. Al cerrarse la puerta, Elizabeth pudo soltar todo el aire retenido en sus pulmones, sus manos y piernas estaba temblando. Eso se debe a que su padre solo va al ático cuando quiere castigar a Elizabeth por algo, pero esta vez resultó ser diferente, ahora ni siquiera hubo gritos. La mente de la joven empezó a procesar toda la información, debía casarse para ser libre, según las palabras de su padre, o sino se quedaría toda su vida en ese frío y oscuro lugar soportando golpes y maltratos, algo que cualquiera en su lugar no podría soportar. Elizabeth ya lo había aceptado desde que su padre dijo la primera frase «quiero que te cases», ya estaba decidido, no por ella, sino por su padre, ella ni siquiera tenía voz para negarse, así que es como si el receptor de su mente estuviera en luz verde a cualquier petición fuera de su voluntad. Sin embargo... Elizabeth vio esto como una oportunidad para escapar de su cruel destino, y ese de seguro sería morir a golpes. Si se casa, podría salir de la casa Jones, aunque no sabe si lo que le espera será peor, pero aún así, no haya nada que hacer, simplemente aceptarlo. *** La casa Jones estaba echa un caos, desde el estudio de Enzo se podían escuchar los reclamos de Lucrecia, la cual, fue una de las primeras que se opuso al matrimonio en cuanto escuchó la noticia por boca de su esposo. —¿¡Como es que puedas elegirla a ella, Enzo!? —cuestiona la mujer, sin bajar la guardia —¡No lo acepto!. —Esa no es asunto tuyo, Lucrecia, basta de escándalos innecesarios, me duele la cabeza —Enzo tomó asiento, sintiéndose fastidiado por los reclamos de la mujer. —¿¡Que tiene de bueno esa mugrosa, para que la escojas como esposa de Callum Winston!? ¿¡No pensaste en Lorna!?. —Lorna ya está con Axel, además, si estuviera en mis manos, escogería a Lorna, pero no fue mi decisión—el hombre soltó un suspiro cansado. —¿Como?. —No fui yo quién escogió a Elizabeth, fue el mismo Callum Winston, no yo. Además, aquí lo que importa es el crecimiento de nuestra empresa, ¿Te das cuenta de todo de lo que nos vamos a beneficiar? Nuestras familias se unirán, y cuando mencionen el apellido Winston, también estará el Jones. —Espera un momento —la mujer tomó asiento, procesando lo que su esposo le acababa de decir —¿De donde conoce el señor Callum a Elizabeth? Ella ni siquiera tiene permitido salir de esta casa, y un hombre tan importante como él no se fijaría en cualquier mugrosa. —No lo sé, y tampoco me importa, aquí lo importante es que él escogió a Elizabeth y, a cambio, nos dará un contrato beneficioso con su empresa, ¿Lo entiendes?. Lucrecia guardó silencio, sus manos se cerraron en un puño, tanto que las uñas estaban hiriendo su palma, imaginar que Elizabeth sería la esposa de Callum, y no su hija Lorna, la hace enfurecer demasiado. Pero lo que no entiende de todo esto, es como sería posible que ese hombre conociera a Elizabeth, si tiene totalmente prohibido salir de la casa, no tendría oportunidad ni siquiera de mirarlo de lejos. —Enzo, cariño —la voz de la mujer cambió a una más suave y pasiva —¿No podemos hacer que cambie de opinión? Recuerda que a nuestra hija siempre le ha gustado Callum, era su sueño casarse con él, podemos hacer algo. Esa era una de las debilidades de Lorna, Callum Winston, ella siempre fija su mirada en peces gordos, y él era uno de esos. No sólo por el estatus, sino también por lo guapo que se dice ser en los medios de comunicación. —¿De qué se trata este juego, Lucrecia? Se supone que Axel y ella están juntos —cuestiona Enzo, un poco fastidiado por la conversación. —Eso no es algo serio, querido, son solo amigos. Puedes convencerlo para que cambie de opinión con respecto a Elizabeth, y así escoger a Lorna, piénsalo, además, sabes que tu hija no pertenece al mundo social, ¿Que pasa si nos deja en ridículo?. —Veré que puedo hacer, esta noche hay una cena, y el señor Callum es el invitado especial. —¿Elizabeth también asistirá?. —Por supuesto, tiene que estar presente ya que por el momento es la prometida. —Pero cariño, si él ve a Lorna en vez de a Elizabeth, tal vez cambie de opinión, nuestra niña es muy linda, seguramente el señor Callum la escogerá. —Si es así, entonces no veo por qué Elizabeth no deba estar presente, si el señor Callum se enamora de Lorna, y no de Elizabeth, entonces se arregla la boda con ella y punto. —Pero Enzo... —No se discute más el asunto, Lucrecia, ambas estarán presentes. Ahora retírate. Lucrecia se tuvo que resignar a que Elizabeth estuviera presente en la cena, pero iba a hacer todo lo posible para que no sea la favorecida, sino su hija Lorna. No permitirá que le ocurra a Lorna lo mismo que a ella, y es que una la hija de la ex amante de su esposo, le robe el lugar a su prestigiosa hija.
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