Capítulo 4
Ambar
Íbamos en la van de papá. Oliver a mi lado pendiente de su videojuego, mamá mirando el camino y papá hablando demasiado alto.
—Tenía que ser hoy —farfullaba—. Teníamos que ir a la playa hoy. No el lunes ni el martes. Hoy que es la final del fútbol e iba a beber en la taberna con Luis.
Mamá respiraba profundo. Si la mirabas bien podías ver que contaba con los dedos de las manos.
—Quiero orinar —susurré.
Mamá volteó hacia mí y sonrió. Como si hubiese estado esperando que alguien dijera algo.
—Falta muy poco para llegar, cielo —me aseguró sonriendo.
—¡Y ahora la latosa quiere ir al baño! —el tono en el que lo dijo me asustó.
Debió verse en mi rostro, porque entonces Oli, sin vernos, dijo —: Papá, ¿Puedes parar? Yo también quiero orinar.
—Tranquilo, hijo. Debió ser el batido que preparó tu madre en el desayuno —contestó conciliador acercándose a la orilla de la carretera. Entonces, mamá bajó, Oli también y abrió la puerta de mi lado. Papá se quedó buscando su juego en la radio.
Nos acercamos a un monte y, detrás de un árbol, mamá me ayudó a orinar. Oli se quedó lejos. Cuando terminé, mamá le dijo —: Puedes venir.
Pero Oliver se encogió en hombros y respondió —: Nunca tuve ganas —entonces comenzó a caminar a la camioneta sin soltar su juego.
La brisa en mi pelo me despertó. Seguimos en la carretera y la foto de mamá está pegada a mi corazón. Miro a Oliver a mi lado. Como siempre, parece tranquilo. Su rostro tostado, con sus profundos ojos marrones, transmiten paz.
Pero, hoy algo cambió, su nariz está enrojecida y las uñas parecen mordidas.
—¿Qué pasó?
—¿Perdiste la memoria? —me mira y, en vez de conciliador, parece molesto.
—Con mamá —Me acomodo en mi asiento.
Parece pensarlo. Como si no estuviese seguro de decirme algo.
—Me llamó la policía. Era su contacto de emergencia. Llegó acuchillada esta mañana al hospital —lo último lo dijo sin muchas ganas de hablar.
—¿Esta mañana? Pero, ella salió esta mañana a…—de repente, todo encaja en mi cerebro— ¿Dónde la encontraron?
—A un lado de la vía. Casi llegando al aeropuerto —arrastraba cada palabra.
—¿Por qué no me llamaron más temprano?
Inhala y exhala. Detiene el auto en medio de la noche en la autopista y me mira.
—Escucha —pone un brazo en el volante y el codo en el asiento— Te estuve escribiendo varios mensajes todo el maldito día. Puedo parecer frío, pero Morgan fue la única madre que conocí en toda mi vida y… No quería hablar al respecto. Necesitaba avisarte, pero no quería despegarme de su cuerpo en el hospital.
Respira.
—Entonces, llamé a Erick y parecía enloquecido —retiene las ganas de llorar y mira hacia adelante— y me confesó todo —quiero saber qué es todo, pero no quiero interrumpirlo—. Me dijo que iba a matarte y me asusté. Salí directo a la casa y te encontré. Entonces, llegamos y, conociendo al viejo borracho y cobarde, si fracasó, se largó a beber a cualquier bar para olvidar toda la mierda que es su vida.
—También tengo derecho a saber qué pasó y qué estamos haciendo —susurro entendiendo que no quiera hablar al respecto y sintiendo culpa por no responder los mensajes que sentí vibrar en mi móvil.
—Solo lo diré una vez ¿Vale?
Asiento.
—Erick tiene una condición en la que en su semen no hay espermatozoides. Prestó dinero a la gente equivocada para volver a examinar su semen. Cuando por fin lo confirmó, se dio cuenta de que no es tu padre —pasó su mano por su cara.
Las ganas de llorar arremolinan lágrimas en mis ojos.
—Entonces, le tendió una trampa a mamá. Me dijo que le pagó a alguien para matarla por infiel y… —tragó seco— Ahora ese alguien le está cobrando. Si no le paga con dinero —soltó una risa y negó con la cabeza—, te matará. Como él no tiene problema con tu muerte, decidió matarte él.
Oficialmente, rompo a llorar. Demasiada información choca con mi cerebro.
—Nadie nos buscará en mi casa por un tiempo. Papá contrató a un principiante si ese alguien le hizo un trabajo sin cobrar primero. Se cansarán de buscarte —aseguró.
—Pero ¿Por qué matarme a mí y no a él o a ti?
—Porque pocos saben que existo y porque, si lo matan a él, perderán el seguro de que el trabajo se pagará —respondió poniendo en marcha la camioneta.
—¿Adónde vamos?
Pasó un rato en silencio que yo respeté. Hasta que la carretera se convirtió en una avenida, que dio paso a casas alumbradas. Finalmente, dijo —: Los papás de mamá me dejaron la casa. Ellos creen que la vendí para pagar mis estudios cuando cumplí 18 y pude disponer de ella. Pero, vivo aquí y me ocupo de mis asuntos.
—¿No estudias? —dije con asombro.
—Trabajo y no voy a decir nada más —me miró como sentenciando el tema.
—¿Por qué le dejaron la casa a un niño?
—Porque amaba visitarlos, fui el único nieto que conocieron porque murieron antes de que nacieras y… Porque sabían que mamá, su única hija, no se haría cargo de la casa.
—¿Y quién la cuidó mientras creías? —pregunté mientras giraba a una calle llena de casas de estilo victoriano, pasto en frente y ceras alumbradas.
Pasamos frente a una pintada de gris, con una cerca blanca de madera y una farola justo encima de la puerta.
—El señor Jeremías —dijo con simpleza.
Me lo quedé mirando sin entender demasiado. A lo que él completó estacionándose en frente de una casa celeste, pequeña y acogedora, con piedras de gravilla en el césped y una escalera de madera que lleva al pórtico. Al fondo se ve un pequeño bosquecillo.
En el jardín hay varias figuras, un cisne, un pato, una rana y varios gnomos. Un árbol inmenso, parecido al de mi casa, tiene un columpio gigante que parece que nadie usó en años.
—El vecino —suspiró bajándose de la camioneta y abriendo la puerta de atrás para sacar mi maleta.
—¿Vienes? —preguntó.
Oliver me abrió la puerta a la casa de una sola planta. Dos habitaciones, una cocina, un garaje y un baño.
La casa huele a galletas de jengibre y vainilla. Está más limpia de lo que me esperé, tratándose de un hombre viviendo solo. Puso mi maleta en el pasillo y solo dijo —: Última puerta a la derecha, tu cuarto. En frente está el baño. Nunca entres al garaje y…Mamá te dejó dinero en el banco.
Lo último me choqueó, pero solo lo miré y asentí. Arrastré mi maleta hasta la habitación, encendí la luz, cerré la puerta y me lancé a la cama.