Susana se movía muy bien, no iba negarlo, ella era una mujer hermosa al punto que cualquier hombre en el mundo se sentiría honrado de tenerla a ella como su prometida, sin embargo, en ese instante Axel no era “cualquier hombre”, ya que él no tenía ojos para nadie más que no fuera aquella elfa de baja estatura, cuerpo de muñeca, piel de porcelana y rostro angelical. Meridia se había impreso en el cuerpo de Axel de una forma tan profunda, que incluso le molestaba que cualquier otra mujer lo tocara, es por eso que el alfa, aunque deseaba empujar a Susana, y decirle que se hiciera a un lado, no podía porque ella por el momento no podía saber que su corazón ya le pertenecía a otra mujer, la más prohibida de todos en su especie: una elfa. Sin embargo, mientras Axel continuaba forzándose en mant