CAPÍTULO DOS
Aunque Kristen DeMarco era significativamente más joven que Kate (había cumplido veintisiete hacía apenas una semana), a Kate se le hacía difícil pensar en ella como en una muchacha. Incluso ante el excitante inicio de un nuevo caso, lograba poner en remojo la emoción en el caldo de la lógica y la gravedad de los hechos.
Eso hacía ahora, mientras ella y Kate se dirigían en dirección oeste hacia el pequeño pueblo de Deton, Virginia. Kate nunca había pasado por Deton pero había escuchado acerca del mismo: una pequeña localidad rural, en medio de una cadena de pueblos similares que punteaban el borde noroccidental del estado en el límite con Virginia Occidental.
Aparentemente, DeMarco también sabía que el pueblo no era nada más que una pequeña mancha en el mapa. Había excitación en su voz mientras recorría los detalles del caso, pero sin un verdadero sentido de urgencia o expectación.
—Hace dos noches, un pastor de Deton visitó la residencia Fuller. Le dijo a la policía que estaba allí para recoger unas viejas biblias de Wendy Fuller, la esposa. Cuando llegó, nadie respondía pero escuchaba que el televisor estaba encendido. Intentó abrir la puerta principal, la halló sin el pestillo pasado, gritó entonces hacia el interior de la casa para anunciar que estaba allí. De acuerdo con el pastor, vio sangre en la alfombra, todavía húmeda. Entró a revisar y encontró a Wendy y Alvin Fuller muertos. Su hija de quince años, Mercy, no estaba por ninguna parte.
DeMarco se detuvo por un momento y apartó la vista del expediente que se había traído desde Washington. —¿Te molesta que haga esto? —preguntó.
—¿Hacer una exposición del caso? Para nada.
—Sé que parece necio. Pero me ayuda a retener la información.
—Eso no es necio —dijo Kate—. Yo solía llevar conmigo una grabadora de voz. Haría exactamente lo que tú estás haciendo ahora y estaría grabando todo el tiempo. Así que, por favor, continúa. Los detalles que Durán me dio por teléfono fueron escasos, por decir lo menos.
—El informe del forense dice que la causa de las muertes fue múltiples heridas por arma de fuego, hechas con un rifle de caza Remington. Dos disparos al padre, uno a la madre, que fue también golpeada, probablemente con la culata del arma. La policía local ha revisado los registros de cacería y puede confirmar que el marido, Alvin Fuller, era un cazador registrado y poseía el mismo tipo de rifle. Pero no se consiguió en la escena.
—¿Entonces el asesino lo mató con su propia arma y luego la robó? —preguntó Kate.
—Así parece. Aparte de esas notas, la policía local no consiguió nada, y la policía estatal tampoco ha hallado verdaderas pistas. Basado en el testimonio de familiares y amigos, los Fuller eran considerados buenas personas. El pastor que descubrió los cuerpos dice que iban a la iglesia casi todos los domingos. Estaba colectando las biblias de los Fuller para enviarlas a misioneros en Filipinas.
—Las personas buenas no siempre atraen a otras buenas personas —señaló Kate.
—Pero en esta clase de pueblo… todos se conocen entre sí. Lo que me hace pensar que si nadie ha suministrado ninguna clase de evidencia o de teoría, el asesino podría venir de afuera.
—Eso es probable —dijo Kate—. Pero creo que el hecho de que una niña de quince años esté desaparecida podría ser más importante. Los residentes locales van a presumir por supuesto que la niña fue raptada. Pero si apartamos ese filtro de pueblo pequeño y no suponemos que todo el mundo sea una buena persona, ¿qué otras teorías hace surgir eso?
—Que la hija quizás no ha sido raptada —dijo DeMarco. Hablaba lentamente, como si estuviera considerando la idea con mucho cuidado—. Que ella puede haber huido. Que ella puede ser la asesina.
—Exactamente. Y yo he visto este tipo de cosas con anterioridad. Si llegamos a Deton exponiendo esa teoría, vamos a conseguirnos con caras agrias y puertas cerradas.
—Eso supongo.
—Eso no quiere decir que no lo tratemos como un caso de secuestro desde el inicio. Pero tampoco podemos empezar asumiendo que la hija es la asesina.
—No hasta que sepamos más de ella —dijo DeMarco.
—Eso es correcto. Y siento que es donde necesitamos comenzar. Porque si todos en el pueblo ven a los Fuller como buenas personas, puedo asegurarte que nadie estará pensando en la hija como sospechosa.
—Entonces por allí comenzamos —dijo DeMarco.
—Sí, pero quizás de manera discreta. Si averiguan que vemos a la hija de los occisos como principal sospechosa, este caso va a ser mucho más difícil de lo que tiene que ser.
La premonitoria declaración pareció más real al pasar junto a un letrero que indicaba que Deton estaba a solo siete millas.
***
Deton no era tan pequeño como Kate suponía, pero sí bastante rural. Parecía como si cualquier negocio de cierta importancia estuviera ubicado a lo largo de la principal arteria vial que atravesaba el pueblo. No había Calle Principal, solo un tramo de la Autopista 44 que corría a través de él. Caminos secundarios partían de la 44, y serpenteaban hacia el área menos poblada de Deton.
El grueso del pueblo consistía en un Rite Aid, un Burger King, un Dollar General, y varios negocios locales más pequeños. Kate había visto cientos de pueblitos como este durante una carrera que la había llevado a todo lo largo del país, y le parecía que todos lucían igual. Por supuesto, eso no significaba que la gente y su cultura fueran las mismas. Pensar tal cosa sería un gran error.
La residencia Fuller estaba situada como a tres millas de la principal vía del pueblo, en uno de los caminos secundarios. Era una sencilla casa de dos pisos que necesitaba nuevo tejado y revestimiento. Su aspecto rústico desmentía las otras cosas que Kate y DeMarco notaron mientras la primera se estacionaba en la vía de acceso.
Una van del noticiero estaba aparcada en la vía de acceso. La atractiva reportera y su camarógrafo conversaban delante de la van. Una solitaria patrulla se encontraba también allí, con un agente sentado en su interior. Vio llegar a Kate y DeMarco y lentamente salió del auto.
La reportera levantó la vista cuando Kate y DeMarco se apeaban del coche. Como diligente sabueso de inmediato corrió hacia ellas. El camarógrafo se echó al hombro el equipo, y trató de seguirla, pero se quedó un poco atrás.
—¿Son ustedes detectives? —preguntó la reportera.
—Sin comentarios —gruñó Kate.
—¿Están autorizadas para estar aquí?
—¿Y usted? —preguntó a su vez Kate, de manera incisiva.
—Yo tengo la responsabilidad de reportar las noticias —dijo la periodista, apelando a un lugar común.
Kate sabía que en menos de una hora la reportera sería capaz de averiguar que el FBI había sido llamado. En consecuencia, le pareció bien mostrar su placa al tiempo que ella y DeMarco caminaban hacia la casa.
—Somos del FBI —dijo Kate—. Tenga eso en mente si se le ocurre seguirnos hasta adentro.
La reportera frenó, tan de súbito que el cámara casi chocó con ella. Detrás de ambos, venía el oficial. Kate vio por la identificación y la placa prendidas en su uniforme que era el sheriff de Deton. Este hizo una mueca a la reportera al pasar junto a ellos.
—Ya ven —le dijo a la reportera de manera más bien gruñona—. No soy solo yo. Nadie los quiere por aquí.
Se unió a Kate y DeMarco, y las condujo hasta la puerta principal. En voz baja, añadió: —Ustedes conocen las leyes tan bien como yo. No puedo sacarlos a patadas porque técnicamente no están haciendo nada malo. Los condenados buitres esperan que un pariente o alguien más venga.
—¿Cuánto tiempo llevan estacionados allí? —preguntó DeMarco.
—Ha habido al menos un equipo reporteril aparcado aquí desde que esto sucedió hace dos días. Hubo un momento ayer en que estaban tres. Todo este asunto ha resultado por aquí una noticia importante. Las vans de los noticieros y sus equipos han estado apostados también alrededor de la estación policial del condado. Es algo que saca de quicio.
Pasó el pestillo de la puerta principal y las hizo entrar. —Soy el Sheriff Randall Barnes, por cierto. Tengo la desgracia de ser quien está a cargo en este asunto. Los estatales se enteraron de que el Buró venía en camino y decidieron hacerse a un lado. Todavía llevan a cabo la búsqueda de la hija, pero dejaron en mi puerta la parte del homicidio.
Kate y DeMarco pusieron sus pies adentro al tiempo que se presentaban. No entablaron conversación, sin embargo. La vista que tenían enfrente, aunque no era ni de cerca tan mala como otras escenas de homicidio que Kate había visto, era sobrecogedora. Las manchas parduzcas, ya secas, sobre la alfombra azul, eran el foco de la atención. Había una sensación desoladora en el lugar, algo que Kate había percibido en escenas como esta —algo que había intentado describir sin éxito en incontables ocasiones.
Sin ningún motivo, pensó en Michael. Había intentado una vez explicarle esta sensación, afirmando que era casi como si una casa pudiera sentir una pérdida y que esa sensación desoladora en el aire era la reacción de la casa. Él se había reído y dicho que sonaba casi espiritual en una forma extraña.
Para ella estaba bien... principalmente porque era exactamente lo que sentía al echar un vistazo al hogar de los Fuller.
—Agentes, voy a devolverme al porche —dijo—. Para asegurarme que no haya fisgones. Griten si necesitan algo. Pero les diré algo… cualquier cosa que quieran saber que no esté ya en los reportes que enviamos va a tener que venir de uno de mis otros oficiales, un hombre llamado Foster. Aquí en Deton, no estamos muy acostumbrados a casos como este. Estamos descubriendo lo poco preparados que estamos para estas cosas.
—Nos encantaría hablar con él después de esto —dijo DeMarco.
—Le llamaré y me aseguraré que esté en la estación, entonces.
Salió discretamente por la puerta principal, dejándoles la escena. Kate dio unos pasos alrededor de las manchas de sangre de la alfombra. Había algunas en el sofá, también, y otras en la pared encima del mismo. Una pequeña mesa de café se hallaba delante del sofá y unas pocas cosas sobre ella parecían desparramadas —unas facturas, una taza de plástico vacía y volteada, y un control remoto. Posible indicativo de una breve lucha, aunque de haber sido así, no fue particularmente encarnizada.
—No hay verdaderas señales de lucha —dijo DeMarco—. A menos que su hija fuera muy fuerte y atlética, no veo cómo pudo haber hecho esto.
—Si fue la hija, puede que ellos no lo hayan visto venir —opinó Kate—. Pudo haber entrado a la habitación, llevando el arma oculta detrás de ella. Uno de ellos pudo haber sido muerto antes de que el otro tuviese idea de lo que estaba sucediendo.
Estudiaron el área por unos minutos, sin hallar nada extraordinario. Había fotos en la pared, varias de las cuales eran familiares. Era la primera vez que veía a la chica que presumía era Mercy Fuller. Las fotos la mostraban en distintas etapas de su vida: desde alrededor de cinco hasta su edad actual. Era una linda niña que probablemente se convertiría en una hermosa chica al llegar a la universidad. Tenía el cabello n***o, ojos pardos, y una radiante sonrisa.
Luego se internaron en la casa, llegando a una habitación que obviamente pertenecía a la adolescente. Un deslumbrante diario se hallaba colocado sobre el escritorio, cubierto con bolígrafos y papeles. Una piña rosada de porcelana se hallaba en el borde del escritorio, una especie de portaretrato con un sujetador de alambre en la parte superior, y la foto de dos chicas adolescentes, sonriendo abiertamente ante la cámara.
Kate abrió el diario. La última entrada era de hacía ocho días y era acerca de cómo un chico llamado Charlie la había besado fugazmente en la escuela, durante el intermedio entre una y otra clase. Revisó entradas anteriores y encontró que eran notas similares: comentarios sobre un difícil examen, el deseo de que Charlie le prestara más atención, que a la necia de Kelsey Andrews se la llevara por delante un tren.
En ningún lugar del interior de la habitación había indicaciones de un intento de homicidio. Revisaron a continuación el dormitorio de los padres y lo encontraron igualmente falto de interés. Había unas pocas revistas para adultos ocultas en el closet, pero aparte de eso, los Fuller parecían rechinar de limpios.
Cuando salieron de la casa al cabo de veinte minutos, Barnes estaba todavía en el porche, sentado en una vieja y desgastada tumbona, fumando un cigarrillo.
—¿Encontraron algo? —preguntó.
—Nada —respondió DeMarco.
—Aunque me pregunto —añadió Kate—, ¿encontraron ustedes o la policía estatal un celular o un portátil en la habitación de la hija?
—No. Ahora bien, con respecto al portátil… eso no es de sorprender. Quizás se pueda afirmar por el estado de la casa, pero los Fuller no eran exactamente el tipo de familia que pudiera permitirse la compra de un portátil para su hija. En cuanto al teléfono, el plan de p**o de los Fuller muestra que Mercy Fuller tenía de hecho el suyo. Pero hasta ahora nadie ha sido capaz de rastrearlo.
—Quizás está apagado —dijo DeMarco.
—Probablemente —dijo Barnes—. Pero aparentemente, y esto es nuevo para mí, incluso cuando un teléfono está apagado, puede ser rastreado hasta el lugar donde fue apagado… el último sitio donde estuvo encendido. Y los estatales determinaron que la última vez que estuvo encendido fue aquí en la casa. Pero, como ustedes han señalado, no se encuentra en ningún lado.
—¿Cuántos hombres trabajan activamente en el caso? —preguntó Kate.
—Tres en la estación en este momento, pero básicamente conduciendo entrevistas e indagando en cosas como las últimas compras, los últimos sitios que se sabe que visitaron y cosas así. Hay un hombre de los estatales que fue dejado aquí y está ayudando, aunque no está muy fe!iz que digamos.
—¿Y tiene otro hombre en la fuerza que usted considera está a cargo aparte de usted?
—Correcto. Como dije, ese es el Oficial Foster. El hombre tiene una mente como de caja fuerte.
—¿Nos podría llevar a la estación para una breve reunión informativa? —preguntó Kate— Pero solo usted y este Oficial Foster. Mantengámoslo entre unos pocos.
Barnes asintió con una mueca, al tiempo que se levantaba del asiento y tiraba la colilla en el patio. —¿Quieren considerar a Mercy como sospechosa sin que lo sepa mucha gente. ¿Correcto?
—Pienso que es tonto descartar la posibilidad sin indagar —dijo Kate—. Y mientras lo hacemos, sí, tiene razón. Mientras menos personas lo sepan, mejor.
— Llamaré a Foster de camino a la estación.
Bajó las escalinatas, observando a la reportera y a su cámara. Eso hizo a Kate preguntarse si él había tenido algún serio altercado con algún equipo reporteril, en los últimos dos días.
Al subirse ella y DeMarco a su auto, lanzaron al equipo de noticias miradas de desconfianza. Sabía que en comunidades como Deton, un asesinato como este hacía temblar la tierra. Y debido a ello, sabía que los equipos reporteriles en estas zonas por lo general no se detendrían ante nada para conseguir la historia.
Ello hizo que Kate se preguntara si había más historia aquí que lo que estaba viendo —y si era así, que necesitaría para conseguir todas las piezas.