Horas después, al llegar a casa, los pensamientos de Castell comienzan a hacer juicios en su cabeza y descubre que Elisa no es la mujer para él. Se da cuenta de que es muy atrevida y desenfrenada para su gusto, y es todo lo opuesto a su difunta esposa. Luego posiciona sus pensamientos en Abigail, a quien solo vio durante unos minutos, y sostiene que solo un segundo bastó para saber que es un ángel. Y que Maximiliano Lombardo tiene mucha suerte de tener a una mujer como ella a su lado. «¿Qué estoy haciendo?», se pregunta Castell, paseando por su apartamento vacío. Se pregunta a sí mismo: «Elisa es una mujer increíble, pero no es la mujer para mí». Es demasiado fuerte, demasiado independiente. Necesito a alguien más dulce, más tierno, como Abigail. Castell se sienta en el sofá y cierra