Norah salió del despacho junto a Francesco, y sus miradas se cruzaron como dardos afilados. Maximiliano ya se había marchado hacia la empresa, dejando tras de sí un ambiente tenso. Francesco abandonó la mansión como si huyera de un fantasma, tras la acalorada discusión que había mantenido con Norah sobre su hijo, Maximiliano. Era una verdad que solo ellos conocían. Al marcharse Francesco, Norah entró en la habitación de Abigail, quien estaba inquieta y curiosa por lo sucedido. —¿Qué pasó, Norah? —preguntó Abigail, con los ojos brillantes de curiosidad. — ¿Quién era ese señor? —Es el padre de Maximiliano —respondió Norah, tratando de mantener la calma. —No me gusta ese señor —dijo Abigail, frunciendo el ceño. Norah, con una sonrisa pícara, le preguntó: —¿Estabas espiando, quizá? Abi