Max salió de inmediato de la mansión, con la cabeza revuelta y los pensamientos desordenados. Había recibido una terrible noticia de Samuel y el resto del equipo: el centro de operaciones había sido atacado de forma inesperada, sin darles tiempo para reaccionar. Su mejor amigo y socio, Elliot Jones, había resultado gravemente herido. Sin perder un segundo, Max se dirigió rápidamente a la clínica para asegurarse de que Elliot recibiera la atención médica que necesitaba. Mientras viajaban en el coche con Samuel y los escoltas, Max no podía evitar lamentarse. —Todo me sale mal, Samuel —murmuró, mirando por la ventana. —Elliot está en el hospital y mi padre sigue sin aparecer para ayudarme con la organización. Estoy exhausto. Samuel, con una expresión seria, respondió: —Max, tenemos que m