Al día siguiente, el recuerdo del coche que lo había estado siguiendo regresó a su mente como un umbral que distorsionaba sus pensamientos. Max se dirigió directamente al centro de operaciones Lombardo, sintiendo la presión de llevar el peso del negocio casi por completo solo, ya que su padre no daba señales de vida. Junto con Elliot, estaba al frente de la organización criminal, además de cumplir con sus compromisos como director ejecutivo del sector turístico. Se preguntaba cómo encontraría el tiempo para ocuparse también de su familia y, sobre todo, para enamorar a su mujer. Al llegar, se encontró con Elliot en el centro de operaciones. —Max, ¿todo bien? Te veo un poco distraído —comentó Elliot, frunciendo el ceño. —No estoy seguro. Ayer sentí que alguien nos seguía, y eso me tiene