Al caer la noche, las voces en la cabeza de Isabella comenzaban a recobrar vida y le recordaban que había llegado muy lejos al quedarse embarazada de forma artificial. Ahora llevaba tres embriones gestados en su interior. Se encontraba en el dormitorio con su madre, compartiendo sus miedos e inseguridades. —Mamá, no amo a Ethan y jamás lo haré, eso creo —le confesó, con la voz temblorosa. —Lo quiero como a un hermano, pero no puedo imaginarme teniendo una relación íntima con alguien en silla de ruedas. Eso me resulta impensable. Su madre, Elvira, la miró con una mezcla de preocupación y pragmatismo. —Isabella, debes entender que esto es por el bien de nuestra familia. Ethan tiene millones y esa herencia podría cambiar nuestras vidas. No puedes dejar que tus sentimientos se interpongan