En el bar, la atmósfera estaba cargada de risas y música, pero Ethan se sentía atrapado en su propio mundo de desconsuelo. Ya había bebido más de la cuenta y, con lágrimas en los ojos, se desahogó con Chris. —No puedo más, amigo —sollozó. —Isabella no me quiere. Mis piernas inmóviles son una carga para ella. Nunca podrá amarme de verdad. Chris, sintiendo una profunda pena por su amigo, lo miró con empatía. —Ethan, por favor, cálmate. No todo está perdido. Con el tiempo, tal vez se enamore de ti. Además, ¡van a tener trillizos! Inseminados o no, esos son tus hijos. Eso es algo increíble. Ethan se secó las lágrimas con la mano temblorosa y, a pesar de su tristeza, esbozó una pequeña sonrisa. —¿Trillizos? ¿Te lo imaginas? ¡La he embarazado de tres! Y ni siquiera me he acostado con el