Un mes después. Sasha estaba mirando por la ventana de la sala de reuniones de una de las empresas de su padre en Nueva York, mirando la ciudad mientras que pensaba en Sol. Sasha había podido mantenerse alejado de Sol y del club durante un mes, porque no podía borrar de su cabeza aquellos ojos empañados y la indignación que había ellos. Él había estado con diversas mujeres y todas terminaban satisfechas y con una enorme sonrisa, pero Sol había sido la primera que había llorado con él y no podía sacarla de su cabeza. –Me gustaría pensar que esta cara que llevas últimamente es por el poco cuidado que tuviste con tu esposa. – Murmuró Scott Hoffman acercándose a su hijo refiriéndose a su moto, ya que Sasha le había contado que lo de la moto había sido un accidente. –Ya te lo dije papá, la