CAPÍTULO CINCO En aquella fría noche de marzo, Caitlin apretó el paso vigorosamente por una calle lateral. Su corazón todavía latía con fuerza tras el episodio con su madre. El aire helado le pegaba en la cara; pero se sentía bien. Era tranquilizante. Respiró hondo y se sintió libre. Nunca más tendría que regresar a aquél departamento, nunca más tendría que volver sobre esos pasos. No tendría que volver a ver ese vecindario, ni poner un pie en aquella escuela. No tenía ni idea de a dónde iría pero, al menos, sabía que sería muy lejos de ahí. Caitlin llegó a la avenida y se asomó para buscar un taxi. Después de esperar un par de minutos comprendió que no pasaría ninguno. Su única opción era el metro. Caminó hasta la estación de la calle 135. Jamás había abordado un tren en la ciudad de N