Dominic entra a la mansión evidentemente molesto, su rostro endurecido y su silla resonando en el mármol. La puerta se cierra con un estruendo que hace eco en los corredores. Juliette, quien estaba a punto de subir las escaleras casi corriendo, se detiene al escuchar su voz firme y cortante. —Juliette —dice Dominic, su tono gélido deteniéndola en seco. Ella se gira lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y temor. Las luces del vestíbulo iluminan su rostro, revelando una expresión ansiosa. Dominic avanza hacia ella con decisión, su mirada fija en la de ella. —¿Qué quieres, Dominic? —pregunta Juliette, tratando de mantener la compostura. Dominic se detiene a unos pocos pasos de ella, su postura tensa. El silencio entre ellos es palpable, cargado de una tensión que