En sillas de ruedas.

1010 Words
Sentado en la sala con su estricto abuelo, Dominic se encontraba sometido a una tirante conversación sobre las obligaciones familiares. Con voz firme y severa, su abuelo le recordaba su deber como único nieto, advirtiéndole que desviarse de ese camino sería equivalente a ser desechado como basura cotidiana. —Está bien, abuelo. Me casaré con Nashla, si eso es lo que exiges —respondió con calma, exhalando profundamente. El abuelo estalló en risas burlonas, su eco resonando en las cuatro paredes de la habitación. —De ninguna manera. Jamás permitiré que eso suceda. Nashla no es la mujer adecuada para ti —replicó sin vacilar. Dominic llevaba tiempo enamorado de Nashla, y esta era su oportunidad para hacerla su esposa, pero su abuelo tenía otros planes en mente, planes de los cuales no le había informado. —Abuelo, Nashla es mi novia. Además, ha estado a mi lado después del accidente —intentó hacerle ver la situación. El abuelo, implacable, se levantó del sofá y, apoyándose en su bastón, se acercó a Dominic y lo abofeteó. El sonido de la bofetada resonó en la habitación. —No me importa. Ella no es adecuada para ti, y esa es mi decisión —reiteró sin piedad. Dominic se alejó, resistiéndose a la tentación de responder con violencia. En su despacho, cargado de emociones, maldijo a su abuelo una y otra vez en silencio. —¡No me derrotarás, abuelo! —exclamó en voz alta. Dominic solía ser un hombre de movimientos ágiles, pero desde el accidente automovilístico que lo dejó paralizado de cintura para abajo hacía tres años, había perdido esa habilidad. Nashla había permanecido a su lado, y por eso la amaba con todo su ser. Sin embargo, su abuelo ahora intentaba separarlos, y Dominic no lo permitiría. Decidió organizar una cena con sus abuelos. Telma, la abuela, contrastaba la severidad de su esposo Bermont. Ella anhelaba la felicidad de su nieto, pero sabía que su esposo se interpondría en el camino. Mientras los abuelos de Dominic estaban sentados a la mesa, él llegó tomado de la mano de Nashla. La mirada de desaprobación de su abuelo se reflejó en su rostro arrugado. —¿Qué significa esto, Dominic? —preguntó con calma desde su asiento. —Quieres que me case, y solo lo haré si es con Nashla. De lo contrario, no habrá boda —respondió con determinación. Su abuelo guardó silencio mientras Dominic invitaba a Nashla a sentarse. La cena transcurrió en silencio, con Nashla mostrando un ligero temor en su rostro, pero decidida a enfrentarlo por el amor de Dominic. Al cabo de cuarenta y cinco minutos, el abuelo se levantó, apoyándose en su bastón. —¿Es esta la mujer que deseas, Dominic? —preguntó con calma. —Sí, abuelo. Es el amor de mi vida. A pesar de mi parálisis, ella ha estado a mi lado —respondió, tomando la mano de su novia. —Muy bien. Que la boda sea en una semana —sentenció antes de retirarse. Dominic y su abuela Telma se miraron, sorprendidos. Su abuelo había tardado cuarenta y cinco minutos en aceptar la relación. Telma se levantó, radiante de felicidad, y abrazó a ambos antes de retirarse. Dominic rió, finalmente había doblegado a su abuelo. Ahora podía ser feliz con Nashla. —No puedo creer que tu abuelo haya aceptado nuestra boda. Estoy tan feliz, Dominic —dijo Nashla, aún asimilando la situación. —Mi abuelo tendrá que aceptarte, porque eres la única que amo y quien me hace completamente feliz —declaró, demostrando su amor. Después de obtener la aprobación de su abuelo, Dominic y Nashla comenzaron a planificar su boda. Sin embargo, había algo que preocupaba a Dominic: no se sentía capaz de satisfacer a Nashla en un aspecto importante. Sentado en su habitación, en su silla de ruedas, pensaba en cómo enfrentar este desafío. Desde el accidente, hacía tres años, no había tenido una erección, a pesar de los besos de Nashla. Dominic sabía que Nashla lo amaba y tenía paciencia, pero sentía la presión de complacerla. Una tarde, decidió buscar ayuda médica, esperando que algunas pastillas pudieran resolver su problema. Para Dominic, casarse con una falla en su cuerpo era suficiente; no necesitaba que su vida s****l también estuviera afectada. —Dominic, tus resultados han llegado —dijo el doctor al entrar a la habitación. —¿Y? ¿Hay alguna solución? —preguntó ansioso. —No hay nada malo contigo, Dominic. Todos los resultados son normales —explicó el médico, leyendo los informes. —No puede ser. Hace tres años que no tengo una erección —respondió, con una sonrisa irónica. El médico sugirió que podría ser un problema psicológico y recomendó ver a un psicólogo. Estas palabras molestaban a Dominic, quien salió del consultorio sin decir una palabra más. Mientras apretaba el botón de su silla de ruedas con fuerza, estaba convencido de que no necesitaba ayuda psicológica. Era solo cuestión de tiempo. Sin prever las consecuencias de su distracción, Dominic provocó que una hermosa joven cayera al suelo, con papeles y chocolates dispersos a su alrededor. -Deberías prestar más atención por dónde caminas- reprochó la joven, algo molesta, mientras recogía sus pertenencias. El silencio de Dominic hizo que ella levantara la vista, quedando ambos en un breve compás de quietud. -¡Dominic!- exclamó ella. —"¡Juliette!- respondió él, sorprendido. -Hace mucho que no nos veíamos. Aún recuerdo cuando éramos niños y decías que yo sería tu esposa— comentó ella, con un dejo de nostalgia. Dominic no tuvo la cortesía de responder; simplemente, accionó el botón de su silla de ruedas y continuó su camino en silencio. Mientras Juliette lo miraba alejarse, estaba asombrada por el mal trato que había recibido. No era como el niño que solía recordar, ni como el hombre al que juró amar toda su vida. Dominic la había despreciado, y eso le dolía en el corazón. Aun así, decidió terminar de recoger sus papeles, aunque en su mente vagaba la incómoda reacción de su querido Dominic.
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