"¿Qué es?", pregunta. "Un chocolate”, respondo. Ella levanta la vista como si yo le estuviera jugando una mala pasada. "Es en serio", dije. "Pero, ¿de dónde lo has sacado?" Pregunta ella, sin comprender. Ella mira hacia abajo como si un asteroide acabara de aterrizar en su mano. No la culpo: ya no hay tiendas, no hay gente alrededor, y no hay ningún lugar a menos de ciento sesenta kilómetros, donde yo pudiera encontrar una cosa así. Le sonrío. "Santa Claus me lo dio para ti. Es un regalo de Navidad anticipado". Ella frunce el ceño. "No, en serio", insiste. Respiro profundamente, al darme cuenta de que es hora de decirle lo de nuestra nueva casa, lo de mudarnos de aquí mañana. Trato de pensar en la mejor manera de expresarlo. Espero que se emocione tanto como yo, pero con los niños,