Recostado sobre su estómago en la cama de su pareja, Asher observaba no muy felizmente las gomitas de ositos que Caden había dejado para él. Como aparentemente había comido en la madrugada, no tenía derecho a comer demasiadas durante el día, ya que demasiada azúcar era mala.
—Como si hubiera un límite de cuantos ositos de gomita puedo comer —resopló Asher.
Y aun así, a pesar de sus palabras, no se levantó de la cama ni buscó el paquete que Caden ocultó de él en alguna parte en la cocina.
—Bien, te haré caso solo por hoy. Pero que sea la última vez que me dejas solo seis ositos, Caden Knox —advirtió a la nada.
Retrocediendo para sentarse en la cama, los labios de Asher se torcieron en una ligera mueca cuando todo su cuerpo protestó en respuesta. Tanto sus costillas por los golpes que ha
