POV DE ARVID.
Mi padre me extiende los binoculares, le miro por unos segundos antes de tomarlos. Cuando le veo sonreí ladeo la cabeza, procedo a agarrarlos, le doy vuelta mientras los tengo en mis manos. Decido llevarlos a mi vista cuando escucho y veo al público levantarse y gritar su nombre. Le busco con la mirada entre los jinetes, cuando la veo pasar al segundo de atrás y el público vuelve a gritar, los vellos de mi piel se enchinan.
Aparto la mirada de los binoculares y se los devuelvo a mi padre, seguido paso mi mano por el cuello y suelto un suspiro dejando la mirada en mi mano. No la levanto hasta que dan por finalizada la carrera y al ganador.
Poso la mirada en ella y su majestuoso caballo. Hay que reconocer que es magnífico y montado por ella, se ve esplendoroso. Cuando se quedó atrás no me preocupé, sabía que terminaría en primer lugar. Si hay algo que sabe hacer Silvia Lefevre: es montar, y de ambas formas.
Por dentro sonrío, aunque por fuera mantenga una seriedad inexplicable. Nuestras miradas vuelven a compactarse, en esta vez ella sonríe, no muestra asombro de verme. Quien lo hace soy yo, al ver esas dos miniaturas uniéndose a su celebración.
Inconscientemente me levanto, no sé en qué momento llegué a la baranda, lo que, si se es que, deseo lanzarme por ese espacio, ir hasta ella y cuestionarle ¿Por qué tiene dos hijos cuando dijo que no quería ser madre a tan temprana edad?
—Arvid —miro a mi madre—. La carrera ha terminado, si quieres puedes irte a casa.
¿Irme a casa?
No quiero irme a casa. Por primera vez en la vida deseo quedarme a disfrutar de estas fiestas.
—Qué bueno —dice Lara y se levanta—. ¿Nos vamos? —me quedo por un segundo mirándola, vuelvo la mirada al frente y veo a mi ex recibir el premio junto a sus hijos.
—¿Por qué no se quedan un rato más? —dice mi padre—. Hay más programas en el pueblo, podemos disfrutar juntos de ello.
—Te tomo la palabra padre —digo al volver a mi asiento—. Nos quedamos un rato más.
—Ok —dice Lara. Siempre tan comprensiva —¿Me acompañas al baño? —le pregunta a una de mis hermanas, esta accede y se van.
Dejo caer mi cuerpo en el sillón y mantengo la mirada en mi ex y sus hijos.
—Esos niños ¿son de Silvia? —pregunta mi otra hermana—. ¿Qué edad tendrán? —eso también quisiera saberlo yo. Mi hermana habla sola, hasta que mi padre se une a la plática, diciendo que no lo saben, puesto que hace unas semanas Silvia no estaba en el pueblo. Llevaba más de cuatro años fuera de Valleral, la misma cantidad de tiempo que yo fuera del país. Lo que quiere decir, que ella no volvió a su pueblo después de aquella noche.
La veo alejarse de la tarima, cuando se aleja del grupo que la delicita me levanto—. Ya vuelvo.
—Nos encontramos en la plaza entonces —dice mi padre mientras me alejo.
Se donde va, lo que hace cada vez que termina una carrera y recibe el premio. Sin tener dominio de mi cuerpo me dirijo a las caballerizas, busco entre todos a místico, al encontrarlo me quedo recostado en la grande columna. Una vez que ella llega, procedo a salir, me paro detrás suyo lanzando el aire de mis fosas nasales en su cuello.
Tanto tiempo sin verte, Silvia Lenfevre. Digo para mí mismo. Sigue tan hermosa como siempre. La contemplo fijamente, deseando realizar varias preguntas, las mismas que me cuestiono antes de realizarlas.
¿Qué caso tiene preguntarle la razón que la llevó a hacerlo? ¿Quiénes son esos niños si ella ya no es importante en mi vida?
Ya no eres importante Silvia, ya no lo eres. Te superé, aunque me costó, pero logré olvidarte en los brazos de otra mujer.
Mi mirada se posa en sus labios temblorosos que pronuncian mi nombre, eso hace que me transporte al pasado, en ese pasado cuando repetía mi nombre al momento que la hacía estremecer entre mis brazos.
¿Por qué recuerdo eso si esa mujer ya no significa nada en mi vida?
Levanto la mirada y la conecto con sus ojos. Ella no puede mantenerme la mirada, seguro es por lo que hizo hace años atrás. Me da gusto que sienta remordimiento por eso, pensé que no lo sentía, pero parece que no ha olvidado la vergüenza que me hizo pasar esa noche con mis familiares.
—Arvid, mi amor, te estaba buscando.
No aparto la mirada de Silvia, la mantengo en ella hasta que Lara se para a mi lado, procedo a entrelazar su mano con la mía al momento que Silvia nos mira estas —¿Eres la ganadora? —pregunta mi dulce mujer, pero Silvia se limita a responder, por eso respondo yo.
—Lo es. Por eso estoy aquí dándole las felicitaciones. Excelente carrera, señorita Silvia Lenfevre, mi esposa y yo, queremos expresarle nuestras más sinceras felicitaciones —aunque Lara un no era mi esposa legal, ya vivíamos juntos, por lo tanto, era mi mujer. No iba a negarla delante de ella ¿Cierto?
—Ustedes ¿Se conocen?
—Claro que la conozco, es la hija de una empleada de nuestros vecinos.
No miento en lo que digo. Si se siente humillada por lo dicho, es su problema, no mío.
—Si. Soy Silvia Lenfevre, hija de la sirvienta de los Mohamed, y ex de su esposo —la dejo que hable porque es cierto que es mi ex. Me abstuve de decirlo para no tener que dar explicaciones a Lara de alguien que ya no significa nada en mi vida—. Agradezco sus felicitaciones, aunque esta vez sean muy diferentes a las anteriores, porque no es la primera vez que logro el primer lugar, menos sus felicitaciones, señor Mehmet —se va sin más, dejando su flagrancia en el aire.
—¿Tu ex? ¿No pensabas decírmelo?
—¿Tú no tienes ex?
Mi respuesta pareció molestarle. sin decir nada se fue, rasqué mi cabeza y me dirigí detrás suyo.
—La, lo siento, debí decírtelo.
—Quiero que me lleves a la casa.
Le tomo la mano y así nos dirigimos hasta el coche, estando dentro vuelvo a disculparme por ocultarle aquello. Le hago saber que Silvia es parte de mi pasado y que, no será un problema entre nosotros. Tal parece que se ha casado y formado una familia, la familia que se negó a formar conmigo. El hombre que la abraza mientras pasamos por delante de ella da crédito de que así es.
Llego a la hacienda, llevo a Lara hasta la habitación, mientras ella se baña doy vuelta en la habitación. Entre ratos miro hacia los bosques, detrás de esos árboles está el pueblo y todos divirtiéndose.
—La —digo tocando suavemente la puerta.
—Entra mi amor. Te estoy esperando...
—Vuelvo en un rato, voy al pueblo a recoger a mis padres.
Se queda en silencio, al segundo aparece completamente desnuda con varías espumas rodando por su cuerpo. Tiene un cuerpo esplendoroso que me vuelve loco, nomás que ahora mismo no tengo ganas de hacerle el amor.
—¿Me vas a dejar sola en esta casa?
—Solo voy por mis padres. Nos trajimos el auto que el chofer dejó en el pueblo. Ellos no tienen en que venirse...
—Ok. Me doy un baño y volvemos.
Sin decir más, entra de nuevo al baño y procede a terminar de bañarse. Mientras se arregla, tarda más de una hora, bajo al jardín y camino alrededor de este, cuando me dice que está lista, han pasado dos horas.
Llego al pueblo después de una hora ya que el ganado de no sé quién estaba en plena vía y no me dejaba pasar. Al llegar al pueblo busco a mi padre con la mirada, pero con quien me encuentro es con ella y sus hijos.
¿Dónde está el padre de esos niños? Necesito preguntárselo, siento que no voy a poder dormir si no conozco hoy mismo el hombre con quien decidió formar esa familia que se negó a formar conmigo.
Suelto a Lara cuando mi familia se acerca, procedo a acercarme en la tienda que se encuentran, me paro a su lado y observo su mano, no veo un anillo ni algo que la identifique como casada.
¿Los tuvo fuera del matrimonio?
—Mamá, quiero ese.
—Es difícil para una mujer conseguir ese premio —digo atrayendo la mirada de ese niño—. ¿Por qué no se lo pides a tu padre? Se necesita fuerza para conseguirlo.
—No tenemos papá —dijo uno de ellos.
—Tampoco tenemos una mamá cualquiera. Tenemos una campeona y siempre consigue lo que se propone para nosotros.
Giro un poco mi rostro hacia Silvia, la veo sonreí y su rostro expresa orgullo. Como si quisiera taparme la boca procede a realizar el reto para obtener el muñeco que su hijo quiere.
Ellos saltan al momento que su madre gana, uno de ellos me mira y se acerca—. Ves cuando te digo que mi madre es la mejor —se aleja con una sonrisa y procedo a aplaudir. Mientras lo hago me acerco a Silvia.
—¿Cuantos años tienen? —Ella me mira sobre el hombro, no responde y procedo a decir con seriedad—. Supongo que no pasan de cuatro, entre los meses de gestación y los años fuera de esta, están casi las fechas por las cuales nos separamos ¿cierto? —sigue en silencio, con la mirada puesta en ellos—. Si son míos te los quitaré para criarlos con mi esposa.
Ante esas palabras me mira.
—Atrévete, y conocerás una faceta de mí que nunca conociste.